Sobre el árido y erosionado cerro Casitagua, que forma parte del paisaje andino que rodea Quito, un dron forestal cumplió con éxito la misión de lanzar 20,000 semillas de especies nativas que apuntan a recuperar la cobertura vegetal de lugar, afectado en parte por un incendio el año pasado, y a su vez a revolucionar la reforestación en Ecuador.
El protagonista de la innovadora acción es un Agras T20 de tecnología china, utilizado habitualmente para sistemas de fumigación y que, tras meses de investigación, la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE) ha modificado para que en el tanque que se transportan líquidos, también se puedan trasladar semillas.
Si bien este aparato puede operar con inteligencia artificial, la técnica y agroecóloga de la PUCE, Nastia Skorobogatov tomó los mandos del dron para dirigirlo de forma manual hasta una zona quebrada de difícil acceso en el Casitagua.
“Hay que familiarizarse un poco. Uno tiene que aprender a confiar en la cámara, en lo que ve en los sistemas”, explicó a EFE Skorobogatov sobre esta experiencia, que también es nueva para ella.
Confesó que mientras maneja este Agras T20, siente “mucha adrenalina”, pero también “mucha emoción” al saber que están trabajando por recuperar zonas que de otra manera sería casi imposible.
Skorobogatov realizó un primer viaje para arrojar agua y otro segundo para lanzar las 20.000 semillas de espino, guarango y algarrobo. Aunque el aparato cuenta con una gran autonomía, el mismo tanque que transporta el agua es el que después lleva los granos.
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Proyecto ‘1 millón de árboles’
Esta actividad se enmarca en el proyecto de la PUCE ‘1 millón de árboles para Ecuador: sembrando juntos’, y contó con el apoyo de Diners Club y la Secretaría de Ambiente de Quito, así como el acompañamiento de la sociedad civil, con una decena de ciudadanos que presenciaron ese particular ‘bombardeo’ de semillas sobre el Casitagua.
El director del proyecto ‘1 millón de árboles para Ecuador’, Julio César Benítez, relató que, en sus inicios, esta iniciativa nació para plantar árboles de manera tradicional, “haciendo un huequito para las plantas”.
“Con esta metodología llevamos casi un millón de árboles, que con el apoyo de estudiantes, hemos sembrado en diferentes lugares del país”, añadió.
Pero pronto se percataron de que de este modo difícilmente accederían a zonas escabrosas o podrían dar una respuesta más rápida a las consecuencias “del calentamiento global, que produce los incendios forestales o al aumento de la frontera agrícola o de la frontera urbana, que hace que el nivel de deforestación sea enorme”, según comentó.
“Lamentablemente, la siembra con plántulas ya no alcanza a compensar ese nivel de deforestación”, declaró Benítez con rotundidad, y aseguró que “el dron permite sembrar 100 veces más rápido”, a un promedio de 1,500 semillas en 15 minutos.
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85 % de efectividad
Esta es la tercera siembra que realizan en el país con este aparato, una tecnología que esperan seguir mejorando para superar el 85 % de la efectividad adquirida en el proceso de peletización y pregerminación desarrollado por la universidad.
Como apuntó Benítez, “estos procedimientos son únicos en cada especie”, y es por ello que el papel de la academia resulta vital para seguir avanzando en la investigación sobre la reforestación a través de drones.
“Ecuador tiene una multitud de ecosistemas, donde tendremos que ir identificando las especies. Van a ser años de investigación, pero cuando se tenga desarrollada la receta para cada ecosistema, va a permitir que los gobiernos locales y el central puedan multiplicar esta técnica”, detalló.
Más allá de la reforestación, esperan dejar un poso en las conciencias de estudiantes y de la sociedad en su conjunto.
Benítez reivindicó así “el cuidado de la casa común” y aseveró que, “la Universidad está en un proceso de actualización que incluye la sensibilización y el compromiso medioambiental como eje transversal”.
Los oriundos congregados para constatar el funcionamiento del dron forestal se mostraron muy agradecidos, pero también exigieron que se dé continuidad a estas iniciativas.
Skorobogatov y Benítez coincidieron en que la propia comunidad es irreemplazable en el seguimiento del proceso, y aseguraron que acudirán periódicamente al enclave para certificar la germinación de los árboles.