Con el objetivo de reivindicar el arte como impulsor del desarrollo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) lleva más de tres décadas coleccionando obras, que normalmente decoran las paredes de los despachos y pasillos de su sede en Washington y que esta semana podrán verse en la primera muestra curada expresamente para un museo.
“La colección sale cada tanto del edificio en forma de préstamos para museos, (...) pero esta es la primera vez que sale como una exposición exclusiva”, explica Julieta Maroni, curadora de la exhibición ‘Tesoros de la colección de arte del BID’.
La Long View Gallery de la capital estadounidense es la sala en la que se mostrarán unas sesenta obras, desde el lunes y hasta el 24 de octubre, con las que se busca representar la basta colección con la que cuenta la institución, de unas 1,700 piezas.
Es “una combinación de artistas ya establecidos, más clásicos, piezas antiguas de la colección y figuras ya renombradas como Olga de Amaral de Colombia, Antonio Seguí de Argentina o la guatemalteca Margarita Azurdia”, con artistas emergentes, que es “el nuevo foco que tiene la colección, tratar de incorporar artistas jóvenes que están haciendo su llegada a la escena internacional del arte”, detalla la curadora.
Entre ellos Manuel Chavajay de Guatemala, Priscilla Monge de Costa Rica o Kika Carvalho de Brasil, cuyas obras fueron sumadas en un proceso de adquisición que requiere de suerte, paciencia e intuición, explica Trinidad Zaldívar, jefa de la Unidad de Creatividad y Cultura del BID.
“No es fácil porque los artistas emergentes, algunos de ellos no están representados por galerías, no van a las bienales de arte conocidas...”, relata.
Los buscan a través del “boca a boca”, con colectivos o por redes sociales, siempre intentando que haya una proporción entre los 26 países miembros prestatarios, todos ubicados en América Latina y el Caribe, y de las minorías.
Se busca además que sean artistas que “despierten la conversación” sobre los temas en los que trabaja el banco como el desarrollo, el medio ambiente, la igualdad de género o la productividad sostenible.
El BID colecciona arte desde su nacimiento (1959), pero fue en los años noventa del siglo pasado, de mano del entonces presidente, el uruguayo Enrique Iglesias, cuando se dio un impulso a la compra de arte.
Hoy cuenta con unas 1,700 piezas que van desde dibujo, pintura, fotografía, arte textil o escultura, que, según el último inventario que se hizo en 2020 tenían un valor en su conjunto de US$ 3.2 millones.
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Hay obras de artistas emergentes, pero también de clásicos como los mexicanos Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros.
“No nos interesa el valor económico de las obras. No es una colección que sea para aumentar el capital del BID. Lo que nos interesa es mostrar que el Banco está apostando por el futuro de América Latina, por el talento de la región y de eso habla la colección”, explica Zaldívar.
Tanto la muestra como la dirección que ha tomado la colección en los últimos años “está alineada con la nueva estrategia del Banco” que tomó su presidente, el brasileño Ilan Goldfajn.
“Es importante tener claro que no somos un museo, somos un banco de desarrollo y nuestra colección es una reflexión sobre el trabajo que hacemos (...) y también de la importancia del arte y de la cultura en el mundo del desarrollo”, afirma Zaldívar.
A través de las historias de mujeres, niñas, pueblos indígenas y afrodescendientes o la comunidad LGBTQ+ se busca hablar de temas como la reducción de la pobreza y la desigualdad, la contribución al crecimiento sostenible de la región y el abordaje del cambio climático.