Por Shuli Ren
Para que las fábricas vuelvan a abrir, las personas vuelvan a trabajar y el coronavirus deje de propagarse, China necesita decenas de millones de mascarillas cada día. Y, sin embargo, la amplia burocracia del país está enviando mensajes contradictorios sobre su capacidad para proporcionarlas. Las repercusiones se han sentido incluso en Hong Kong, donde, la semana pasada, multitudes de alarmados compradores vaciaron los estantes de las mascarillas y, lo que es más desconcertante, los del papel higiénico también.
El mayor productor de mascarillas del mundo enfrenta una grave escasez. Incluso operando a plena capacidad, China puede producir solo 20 millones por día, muy lejos de satisfacer las necesidades de los 776 millones de personas que regresan lentamente al trabajo. En cuanto a las preciadas mascarillas quirúrgicas y N95 (que brindan aún más cobertura), China puede producir solo alrededor de 2.2 millones y 600,000 por día, respectivamente. El país tiene cerca de 12 millones de profesionales médicos.
En la última semana de enero, China tuvo que comprar más de 56 millones de mascarillas en el extranjero, indicó el gobierno. Hon Hai Precision Industry Co., proveedor de Apple, tomó el asunto en sus propias manos y comenzó a fabricar mascarillas para los empleados de su fábrica insignia ubicada en Shenzhen.
Una vez más, los burócratas de China han demostrado su incompetencia, comenzando por el gobierno de la provincia de Hubei, cuya lenta respuesta aceleró la propagación del virus.
Incluso bajo aislamiento, Hubei es la provincia a la que menos debería faltarle tal cantidad de equipo médico de protección. Xiantao, una ciudad provincial allí, es un importante centro industrial de productos no tejidos que se utilizan en mascarillas quirúrgicas. Pero la semana pasada, funcionarios locales dijeron a los productores que, a menos que sus productos hayan sido autorizados para la venta dentro de China, las fábricas no pueden volver a abrir hasta el 14 de febrero.
Esto ha provocado un escándalo social. La venta de muchas de estas mascarillas no está autorizada en el continente porque se exportan. Estas empresas a menudo carecen de licencias nacionales precisamente por ese motivo. En cuestión de días, el gobierno provincial tuvo que revertir las medidas, ya que la regulación propuesta habría cerrado casi la mitad de la capacidad de producción de Xiantao.
Mientras tanto, en el centro manufacturero de Guangdong, los funcionarios se pusieron en marcha y comenzaron a alentar a las empresas locales para que empiecen a producir mascarillas ofreciendo generosos subsidios. Las compañías que compraron líneas de producción y comenzaron a operar antes del 7 de febrero recibieron hasta 80% en reembolsos del gobierno; aquellos que cumplan con la fecha límite del 20 de febrero pueden recibir el reembolso de hasta la mitad de los gastos de sus equipos.
No es de extrañar que las compañías ahora estén produciendo mascarillas, incluidos fabricantes de automóviles como BYD Co. y Guangzhou Automobile Group Co. Pero este cambio ha avivado su propia forma de pánico. Cuando la cuarta marca de papel de seda más grande de China, C&S Paper Co., con sede en Guangdong, informó que había comprado cinco líneas de producción con una capacidad diaria de producción de alrededor de 350,000 mascarillas, aumentó la especulación en las redes sociales sobre una posible interrupción en la cadena de suministro de productos de papel. Esto ayuda a explicar por qué hubo la semana pasada en Hong Kong una estampida de personas comprando papel higiénico: empresas similares a C&S también podrían estar demasiado ocupadas fabricando mascarillas quirúrgicas.
A juzgar por lo bien que le va al mercado de valores, parece que los inversionistas globales han logrado perdonar a China. Muchos han argumentado que China, con su sistema de comando centralizado, puede sortear esta epidemia mejor que cualquier otro país.
La realidad es mucho más sombría. Tenemos una provincia tan empantanada por problemas de licencia que sus tan necesarias fábricas están inactivas; otra cuyos subsidios excesivamente generosos podrían estar proporcionando los incentivos equivocados e, inadvertidamente, avivando el pánico de los consumidores. Resulta que la burocracia de China es mucho menos eficiente de lo que imaginamos. No se sorprenda si también vemos una estampida de personas comprando pañales. Incluso esos fabricantes han comenzado a producir mascarillas.