Adriana Cisneros ha estado obsesionada con los satélites desde que era una niña en Venezuela. Ahora, tras una década al frente del multimillonario conglomerado de su familia, ha convertido esa obsesión en una de sus mayores apuestas.
El Grupo Cisneros, que posee activos que van desde el muy popular concurso Miss Venezuela hasta un complejo hotelero de lujo en República Dominicana, se está expandiendo con una inversión en AST SpaceMobile Inc. Fundada por un compatriota venezolano, la compañía pretende ofrecer una red celular de banda ancha basada en el espacio a partir de su tecnología de satélite patentada, lo que expandiría los servicios de telecomunicaciones a las zonas rurales del mundo.
Hasta ahora, la experiencia ha sido accidentada: AST ha perdido casi el 70% de su valor desde que empezó a cotizar en bolsa como empresa de cheque en blanco en 2021, incluida una caída del 17% el martes. Pero Cisneros está convencida de que la inversión dará sus frutos.
Dirigió la ronda de la Serie A de AST SpaceMobile, con sede en Midland (Texas), con una inversión inicial de US$10 millones, y luego ayudó a atraer a patrocinadores de renombre como Vodafone Group Plc, Rakuten Group Inc. y American Tower. La empresa lanzó su primer satélite en septiembre y ha firmado acuerdos con las principales empresas de telecomunicaciones del mundo. Cisneros tiene una participación del 4.7% en la empresa, valorada en unos US$38 millones.
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“Si AST funciona, será más grande que cualquier cosa que yo, que nosotros, hayamos tocado en Cisneros”, dijo recientemente en una entrevista desde la sede del grupo en Miami.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la familia Cisneros fue una de las más poderosas y ricas de Latinoamérica desde su base en Venezuela. El pequeño negocio de transporte de materiales con el que inició el abuelo de Adriana, Diego Cisneros, se convirtió en un gigantesco holding que representaba a conocidas marcas estadounidenses, como Pepsi, los automóviles Studebaker y franquicias de Pizza Hut.
Su padre Gustavo, ahora jubilado y de 78 años, transformó el Grupo Cisneros en una potencia mediática con la cadena Venevisión, que producía y emitía telenovelas y otros programas en todo el mundo, incluido el concurso de belleza Miss Venezuela. Preocupado por el aumento de la agitación política en Venezuela a finales de la década de 1990 y la necesidad de cumplir los contratos para producir cientos de horas de contenido, trasladó la empresa y a su familia a Miami, una decisión que resultó acertada dada la volatilidad que siguió a la elección de Hugo Chávez.
Cisneros ayudó a construir Univisión, la cadena de televisión en español, antes de vender con ganancias en 2007. El grupo también adquirió una participación en el proveedor de televisión por satélite DirecTV —inversión que permitió a Adriana presenciar el lanzamiento de un satélite que emitiría televisión por cable en toda América Latina—, que vendió por la misma época.
Ahora que Adriana Cisneros inicia su segunda década al frente del conglomerado, afirma que el espíritu que impulsó a su abuelo y a su padre a construir y vender empresas sigue vivo.
“Oportunidades”
Aunque Venevisión aún produce noticias y compite por los derechos de los deportes en directo en Venezuela, ya no crea telenovelas de gran presupuesto y su plantilla total se ha reducido en un 80%, hasta los 600 empleados. Sin embargo, las inversiones se han recuperado recientemente, con el regreso de los anunciantes tras una década difícil.
Muchas empresas familiares latinoamericanas luchan por superar la tercera generación, pero la suya ha sido “muy oportunista”, afirma.
“Década tras década, identificábamos tendencias, geografías e industrias que nos parecían interesantes y nos sumergíamos en ellas para luego salir, seguir adelante o quedarnos con algunas”, explicó Cisneros.
Tras asumir el cargo en 2013, construyó un negocio de ventas de publicidad digital en América Latina que creció a través de una asociación con Meta Platforms Inc. hasta llegar a tener US$500 millones de ingresos anuales. En 2021, la vendió a Entravision.
Con parte de las ganancias, recientemente compró una participación del 25% en The Electric Factory, una startup con sede en Uruguay que utiliza inteligencia artificial, realidad virtual e iniciativas en el metaverso para construir estrategias tecnológicas para empresas.
“Voy a enfocarme en tratar de convertir ese negocio en un auténtico actor global”, afirmó.
Miss Venezuela
Cisneros actualmente forma parte de los consejos de AST, Electric Factory y Mattel Inc. tras recibir una invitación de su viejo conocido Ynon Kreiz, director ejecutivo de la empresa juguetera, que está disfrutando del éxito de la película de Barbie estrenada recientemente.
Algunas de las enseñanzas del éxito de Barbie son aplicables a la estrategia del Grupo Cisneros en torno al negocio del Miss Venezuela, dijo.
Miss Venezuela es como el Super Bowl para los venezolanos. Ya no se trata de un evento de una sola noche, sino que se desarrolla a lo largo de seis meses con contenidos sobre las concursantes que producen más ingresos y atraen a grandes marcas.
En breve se lanzará una superaplicación de Venevisión para ampliar la oferta no solo a los venezolanos que viven en el país, sino también a los casi 8 millones que han salido en las últimas décadas. Miss Venezuela será una parte importante de la oferta y los anuncios se venderán en el lugar donde los espectadores estén viendo el programa.
“Actualmente hay una gran comunidad global de venezolanos en todas las grandes ciudades y ellos también quieren sentirse conectados con su país”, dijo. “Es una megaexperiencia multiplataforma realmente genial que hizo realmente interesante para nosotros empezar a invertir de nuevo en nuestra red de televisión en Venezuela, dado que nuestra audiencia es global ahora”.
Resort dominicano
El Grupo Cisneros no publica información financiera y declinó comentar cifras de ingresos anuales. La empresa tiene 800 empleados a tiempo completo y cuenta con oficinas en Miami, Nueva York, República Dominicana, Venezuela y España.
Además de los medios de comunicación y las inversiones en startups, la familia está desarrollando un proyecto inmobiliario de US$200 millones en la República Dominicana, en terrenos al noroeste de Punta Cana adquiridos en los últimos 35 años.
Tropicalia, como se conoce al proyecto, ofrecerá 5 kilómetros de playa, un hotel de cinco estrellas, residencias privadas y un campo de golf. La construcción ya está en marcha, aunque podría llevar 50 años urbanizar por completo el terreno.
De vuelta en Miami, las paredes de la sede del Grupo Cisneros, en el centro de la ciudad, están decoradas con obras de arte de la colección familiar. La madre de Adriana, Patricia Phelps de Cisneros, es una destacada coleccionista de arte latinoamericano contemporáneo y ha donado cientos de piezas a museos, entre ellos el MoMA de Nueva York y el Reina Sofía de Madrid.
Adriana, la menor de tres hermanos, dice que la conversación con su padre para hacerse cargo del negocio duró unos cuatro años. Su hermano y su hermana no están involucrados. Por si quedaba alguna duda de quién manda, en una pequeña placa sobre su mesa se lee “La Jefa”.
“Hemos vendido todos los negocios que la gente pensaba que nunca venderíamos”, dice. “Ahora lo haremos de nuevo”.
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