Cuando las imágenes y los videos de los trágicos incendios en Maui comenzaron a filtrarse a través de internet, los rumores también se extendieron con el fuego. A través de Facebook, TikTok y X, la plataforma anteriormente conocida como Twitter, los usuarios compartieron especulaciones descabelladas de que los incendios, que ahora han cobrado la vida de más de 100 personas, eran producto de un incendio provocado, un complot para despejar la tierra para los multimillonarios o, lo más extraño, de láseres espaciales.
No fue el primer desastre natural en desencadenar historias tan infundadas. A medida que los eventos climáticos extremos, desde inundaciones hasta incendios forestales, se vuelven más frecuentes en todo el mundo, las redes sociales se han convertido en un centro cada vez más activo de narrativas falsas sobre las causas de los eventos. En muchos casos las extrañas explicaciones evitan o intentan refutar uno de los vínculos más plausibles de estas tragedias: el cambio climático.
Los investigadores que rastrean los comentarios en las redes sociales observan una paradoja. Para algunas personas, las catástrofes climáticas son en realidad pruebas de que el cambio climático no es real, afirma Peter Knight, profesor y experto en teorías conspirativas de la Universidad de Manchester.
Existe una corriente de conspiracionismo sobre el cambio climático que considera los fenómenos meteorológicos extremos como “pruebas” de programas secretos de investigación meteorológica mediante geoingeniería”, afirma. Aunque países como China, Australia y Estados Unidos han investigado experimentos como la siembra de nubes, “las teorías conspirativas de que los fenómenos meteorológicos extremos actuales son el resultado de estos programas están fuera de lugar, y se inscriben en el papel más amplio del negacionismo del cambio climático y el ‘retardismo’”, afirma.
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Hay muchos motivos para publicar teorías que niegan el cambio climático, pero el impacto que estos mensajes pueden tener en la mente del público puede resultar peligroso, sobre todo si ralentiza las medidas para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero. En Estados Unidos, una encuesta realizada a principios de este año reveló que cerca de la mitad de los estadounidenses cree que el cambio climático está causado principalmente por la actividad humana.
Los científicos afirman que el mundo debe reducir drásticamente la cantidad de combustibles fósiles que quema o, de lo contrario, el planeta se calentará a niveles que no sólo provocarán fenómenos meteorológicos más extremos, sino que también harán la vida cotidiana insoportable para miles de millones de personas.
Los investigadores del proyecto científico internacional World Weather Attribution ya han afirmado que el calor extremo de este verano en Estados Unidos y el sur de Europa habría sido “prácticamente imposible” sin el cambio climático.
Aunque aún se está investigando la chispa que inició el incendio de Maui, los fuertes vientos y las condiciones de sequía están detrás de su propagación y destructividad.
Algunos de los comentarios sobre los incendios de Maui eran definitivamente “conspiranoicos”, dice Jennie King, responsable de investigación y política climática del Instituto para el Diálogo Estratégico (ISD, por sus siglas en inglés), un grupo de reflexión que se centra en la desinformación. Aunque los comentaristas admiten que los incendios están ocurriendo, también teorizan que las llamas fueron “maquinadas por el lobby pro-clima para convencerte de que el cambio climático existe, y así poder poner en práctica su agenda a gran escala para cambiar la sociedad”.
La ISD ha rastreado los comentarios en las redes sociales en torno a tres incendios forestales anteriores —Australia en 2019, Estados Unidos en 2021 y Canadá a principios de este año— para observar cómo se relacionan los debates con el cambio climático. En los incendios forestales australianos se pasó de centrarse en las denuncias de incendios provocados a una narrativa conspirativa más amplia durante los incendios canadienses, vinculándolos a otras teorías como el Gran Restablecimiento (que sugiere que el COVID-19 fue un complot coordinado para reformar el mundo) y las ciudades de 15 minutos (que argumenta que las comunidades diseñadas para tener todo a poca distancia a pie son parte de un siniestro complot para limitar los movimientos de la gente).
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Pero, ¿qué atrae a la gente hacia el negacionismo climático? Las razones psicológicas son múltiples, afirma Karen Douglas, catedrática de Psicología Social de la Universidad de Kent. “Las investigaciones sugieren que la gente se siente atraída por estas narrativas cuando una o más necesidades psicológicas se ven amenazadas”, entre ellas la necesidad de claridad y certeza, la necesidad de sentirse seguro y en control, y la necesidad de sentirse positivo respecto a los grupos a los que se pertenece, afirma.
Con el cambio climático y sus consecuencias, “la gente se enfrenta a un escenario que amenaza estas necesidades, y las teorías de la conspiración ofrecen una alternativa conveniente que podría parecer que aborda las amenazas”, afirma. “Si los científicos del clima están fabricando datos y todo es un engaño, entonces no hay ninguna amenaza de la que preocuparse y nadie tiene que asumir responsabilidades ni hacer ningún cambio en su comportamiento”.
En otras palabras, la negación es una forma de autopreservación, afirma Stephan Lewandowsky, catedrático de psicología cognitiva de la Universidad de Bristol. “Las personas que se enfrentan a algo increíblemente aterrador suelen negarlo”, afirma. “Se trata de un mecanismo de protección, probablemente inconsciente. Porque les protege de un dolor mayor”.
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