El primer escándalo relacionado con investigaciones científicas sobre la pandemia de coronavirus ha creado una distracción innecesaria en torno a la hidroxicloroquina, una droga políticamente divisiva, dicen los científicos, mientras surgen preguntas en torno a la pequeña empresa médica que está en el centro de la polémica.
El jueves, la mayoría de los autores de dos estudios que aparecieron en The Lancet y New England Journal of Medicine (NEJM) se retractaron de su trabajo y emitieron disculpas, diciendo que ya no podían responder por sus datos después que la firma que los suministró, Surgisphere, se negó a ser auditada.
En cualquier otro momento, el asunto podría haber provocado dificultades en la academia, pero ha adquirido una nueva dimensión en la medida que el mundo está lidiando con un virus que se ha cobrado unas 400,000 vidas.
De particular interés resultó un artículo publicado en The Lancet que, a partir del análisis de los registros de 96,032 pacientes ingresados en 671 hospitales de seis continentes, concluía que la hidroxicloroquina no reportaba ningún beneficio a los enfermos e incluso aumentaba el riesgo de muerte.
La publicación del estudio tuvo un impacto global y llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a suspender sus ensayos clínicos sobre la hidroxicloroquina. Francia y Gran Bretaña siguieron sus pasos.
La retractación de los autores de la investigación es vista ahora como un impulso a los partidarios del empleo de la droga, utilizada por décadas contra el paludismo, en el tratamiento del COVID-19, entre los cuales figuran el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo brasileño, Jair Bolsonaro.
“Todo está muy politizado: hay un grupo, probablemente no tan pequeño, que ha aprendido a desconfiar de la ciencia y de los científicos, y este incidente alimenta esa narrativa”, dijo Gabe Kelen, profesor de medicina de emergencia en la Universidad Johns Hopkins.
Antes de la publicación de The Lancet se habían acumulado pruebas contra el uso de hidroxicloroquina en el tratamiento del COVID-19.
El viernes, los resultados de un cuarto ensayo controlado mostraron que la hidroxicloroquina no tuvo impacto alguno contra el virus.
Una misteriosa compañía
Surgida en 1823, The Lancet es una de las revistas médicas más confiables del mundo.
El estudio que publicó sobre la hidroxicloroquina comenzó a desmoronarse cuando los investigadores notaron numerosas incongruencias, desde la gran cantidad de pacientes involucrados hasta el nivel inusual de detalles sobre las dosis que habían recibido.
Tanto The Lancet como el igualmente prestigioso NEJM, que había publicado un artículo acerca de si los anticoagulantes elevaban el riesgo de COVID-19 que dependía de la misma compañía, emitieron expresiones de preocupación antes que sus propios autores retiraran ambos documentos.
Surgisphere, fundada en el 2007 por el cirujano vascular Sapan Desai, el cuarto autor del estudio, se había negado a compartir datos con revisores externos, argumentando que si lo hacía estaría violando acuerdos de confidencialidad suscritos con hospitales.
Sin embargo, cuando el sitio de noticias científicas The Scientist comenzó a comunicarse con hospitales de todo Estados Unidos para preguntarles si habían participado en el estudio, no encontró ninguno que lo hubiera hecho.
El perfil de Internet de Surgisphere, que se presenta como una compañía de análisis de datos sanitarios, también ha planteado numerosas dudas.
Solo se pudo encontrar un puñado de empleados de la firma en LinkedIn, y la mayoría ahora ha desactivado sus cuentas.
Hasta la semana pasada la página de contacto en su sitio web redirigía a una plantilla de WordPress para un sitio web de criptomonedas.
Mientras tanto, Desai, quien según registros judiciales tiene tres demandas pendientes en su contra por negligencia médica, ha escrito extensamente en el pasado sobre mala conducta en la investigación científica.
“La causa más grave de fraude en la publicación médica son los datos manipulados que los autores usan para respaldar conclusiones de alto impacto”, dijo en un artículo del 2013.
Problemas sistémicos
Para Ivan Oransky, fundador en el 2010 de Retraction Watch, el asunto está lejos de ser sorprendente y resalta problemas sistémicos que aquejan a las publicaciones científicas. “Nadie analizó los datos”, dijo Oransky, pero “sabemos de problemas de este tipo desde hace décadas”.
Los formuladores de políticas deberían dejar de manejarse con un único estudio para tomar sus decisiones, como fue el caso de la OMS, y los medios tienen la responsabilidad de colocar los documentos en contexto en lugar de exagerarlos, señaló.
En cuanto al futuro, es poco probable que este episodio sirva como una llamada de atención, advirtió Oransky.