Ruinas y recuerdos son lo que queda de un centro de entrenamiento de esquí en Cherníguiv (Ucrania), donde deportistas olímpicos vivieron durante décadas antes de que fuera destruido por los rusos. Su personal espera ahora su reconstrucción para que jóvenes talentos, que se entrenan ahora en precarias condiciones, puedan aspirar en un futuro a medallas.
Una hilera de medallas dañadas se alinean en el alféizar de la ventana de donde solía estar el despacho de Vitalí Parshukov, director del complejo y experimentado entrenador de su escuela juvenil.
“Nuestra exalumna, la biatleta Valentina Tserbe, ganó en 1994 la primera medalla olímpica en la historia de una Ucrania independiente. Más recientemente, nuestra biatleta Hristina Dmitrenko ganó un bronce en el Campeonato de Europa”, cuenta Parshukov.
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Durante 45 años fue un centro clave para miles de esquiadores y biatletas ucranianos, afirma Parshukov, mientras muestra los restos carbonizados y parcialmente derruidos del gran complejo.
“Aquí había de todo para entrenar. Acogía torneos ucranianos e internacionales y muchos de los empleados y atletas vivían aquí permanentemente”, explica.
La invasión rusa
El alojamiento, el gimnasio y los almacenes con todo el valioso equipo, incluidas decenas de rifles profesionales y esquís, fueron destruidos durante el intento ruso de tomar Cherníguiv, en el norte de Ucrania, hace dos años.
La base de entrenamiento, situada en la misma entrada de la ciudad, tuvo que ser utilizada por los soldados ucranianos y fue repetidamente blanco de la aviación rusa. En un momento dado, las tropas rusas entraron en su territorio y lanzaron granadas dentro de su sótano para matar a los soldados ucranianos que quedaban, cuenta Parshukov.
Mientras el propio Parshukov permanecía en su casa cercana, parte del personal y los atletas soportaron bombardeos el centro durante días, antes de ser evacuados.
“Fue muy doloroso. La base es mi vida, con tanto esfuerzo invertido en ella”, dice Parshukov.
Sigue estando orgulloso del “importante papel” que desempeñó en la defensa de Chernigiv.
Esperanzas de futuro
A pesar de todo, la vida sigue en la base. Parte del personal vive en una construcción provisional, que también alberga a más de un centenar de ucranianos desplazados. Allí también se almacenan los equipos, proporcionados por patrocinadores internacionales.
Un grupo de niños de unos diez años se entrena, bajo la dirección de la entrenadora Zhanna Zots, justo delante del edificio destruido, mientras que la pista de cinco kilómetros de largo del bosque cercano sigue contaminada por los explosivos.
“Tenemos que hacerlo. Su infancia no puede quedar en suspenso”, explica Nina Lemesh, renombrada biatleta y directora de la sección regional del Comité Olímpico Nacional de Ucrania.
Aunque Rusia prosigue sus ataques, muchos residentes han regresado a esta región fronteriza y quieren que sus hijos sigan desarrollándose, afirma.
Acoger a atletas de alto nivel es, sin embargo, imposible hasta que se restablezca la base. “Habrá que reconstruirla desde cero”, subraya Lemesh.
La reconstrucción solo podrá comenzar tras el fin de las hostilidades, afirma, siendo la financiación de la defensa del país una clara prioridad.
Por ahora, puede funcionar gracias al apoyo de la Federación Internacional de Biatlón, mientras que Lemesh también espera que los inversores extranjeros ayuden a reconstruir el centro y mantener vivo su legado.
“No” a los rusos en los Juegos Olímpicos
Unas 500 instalaciones deportivas y campos de entrenamiento han resultado dañados o destruidos por la invasión rusa a gran escala.
La decisión del Comité Olímpico Internacional de permitir que los atletas rusos y bielorrusos compitan en los Juegos Olímpicos, aunque sea en calidad de neutrales, es “vergonzosa” en tales circunstancias, opina Lemesh.
“Rusia siempre ha explotado el deporte con fines políticos. Sus atletas representan al Ejército, apoyan la invasión o son utilizados como ejemplo para los soldados”, explica.
“Ni un solo atleta ruso se ha puesto en contacto con nosotros para expresar sus condolencias u ofrecer algún tipo de apoyo”, señala a su vez Zots.
“Ojalá Tomas Bach (el presidente del Comité Olímpico Internacional) viniera aquí para verlo todo con sus propios ojos”, dice Lemesh.
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