Subidos a un parterre, de lejos, realizando un contrapicado... En un París en obras, los turistas se las ingenian para fotografiar las simbólicas Torre Eiffel y Notre-Dame, con una mezcla de decepción y alegría de viajar tras años de pandemia.
A dos años de los Juegos Olímpicos, los andamios y las vallas se propagan por varios de los edificios emblemáticos de la ciudad como la Torre Eiffel, el Grand Palais, el museo del Louvre y, por supuesto, en Notre-Dame, tras el incendio del 2019.
“Es una pena que esta zona esté en obras, porque además es la más emblemática de París. Hacernos la foto aquí en la Torre Eiffel”, explica Eva Caro, una turista española de 43 años en la explanada de Trocadero.
La plaza, flanqueada de estatuas doradas, ofrece una visión de postal de la “Dama de Hierro”, que cada año inmortalizan millones de personas. En junio de 1940, una de las fotos más emblemáticas de Hitler en el París ocupado se tomó desde aquí.
Pero las largas obras de renovación de la explanada, que se acercan a su fin, siembran de vallas el horizonte, un inconveniente en la era de las redes sociales porque impiden compartir, sin interferencias visuales, las vacaciones.
“Por fin, tras el COVID, venimos y aquí es donde empiezo mi gira. Subo, veo a los patinadores y me hago una foto y sé que estoy en París”, asegura Tami Agmon, una doctora israelí, que se dice “molesta” con las vallas, pintadas de grafitis.
Para intentar captar la silueta del icónico monumento construido por Gustave Eiffel para la Exposición Universal de 1889, decenas de turistas en esta jornada de finales de la primavera boreal se suben a un parterre.
“Me parece peligroso tenernos que subir aquí porque nos podemos caer y estropearía el viaje”, asegura la turista española, que se subió al mismo para tomarse una imagen con la ‘Ciudad del Amor’ de fondo, mientras dibuja un corazón con sus manos.
Francine Cabrier, una funcionaria municipal en la región de los Alpes franceses, opta por su parte por alejarse lo máximo posible para captar la torre de 330 metros de altura. “¡Qué pena! ¡Qué pena!”, lamenta la mujer de 55 años.
“París es París”
A los pies de la Torre Eiffel, los espectaculares andamios instalados para los trabajos de pintura de este símbolo, que recobrará un aspecto más dorado de cara a los Juegos Olímpicos del 2024, tampoco facilitan la vida a unos resignados turistas.
Cerca de uno de los pilares, María Paz Lindeman y Ernesto Silva, dos turistas de 34 años residentes en Ciudad de México, realizan con su celular un contrapicado para intentar que no se vean tanto los andamios.
“Pues la verdad me puse a pensar y dije: Creo que nunca he visto que alguien tenga la foto perfecta. Creo que siempre están arreglando algo y entiendo que hay que arreglarlo”, confiesa Lindeman, maestra peruana.
Ante la catedral de Notre-Dame, la desesperación de Steven Engelberg, un turista estadounidense de 66 años, es patente. “Estuvimos en la Torre Eiffel y las obras que había allí nos estropearon un poco las fotos, ¡pero nada comparado con esto!”, asegura.
Para cubrir las estructuras, la Iglesia de la Madeleine optó por desplegar una lona publicitaria, con la imagen del turístico Monte Saint-Michel. La Asamblea Nacional, situada enfrente a un kilómetro de distancia, optó por reproducir su fachada.
A mitad de camino, a los pies del Obelisco de la Concordia, Thierry Collegia, un guía turístico que acaba de terminar una visita sobre el París de la Revolución, indica las preguntas de los turistas sobre las obras y las lonas publicitarias.
“Les explico principalmente que es por los Juegos Olímpicos del 2024″, indica Collegia, quien, pese a las obras, nota que “la gente siente realmente la felicidad de poder visitar París de nuevo”. “Y hay tantos monumentos que podemos admirar...”.
El número de turistas en la capital francesa se acerca a los niveles anteriores a la pandemia. De enero a mayo del 2022, la frecuentación fue de 12.1 millones de personas, tres millones menos que en el mismo período del 2019, según la alcaldía de París.
Gloria Ramírez, una abogada colombiana de 56 años, también se decidió a cruzar el Atlántico y no se arrepiente. “Igual hubiéramos venido si hubiéramos sabido que estaba en obras. No pasa nada. París es París”, asegura.