A finales del año pasado, la administración de Joe Biden se enfrentaba a un problema fronterizo, y no solo en la frontera entre Estados Unidos y México.
Miles de ciudadanos mexicanos aprovechaban la exención de visado para volar a Canadá y luego intentar cruzar a Estados Unidos en dirección sur.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se vio presionado por funcionarios estadounidenses y políticos locales para que restableciera los requisitos de visado a los que puso fin en 2016. Los críticos querían una acción inmediata, pero el Gobierno de Trudeau se movió con delicadeza, tomándose tiempo para reunirse con la Administración del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y, en febrero, reimponiendo finalmente la exigencia solo para cerca del 40% de las llegadas.
Esta cuidadosa maniobra fue algo más que simple diplomacia. Según personas familiarizadas con el asunto, a altos funcionarios del Gobierno de Trudeau les preocupaba que fuera un mal momento para iniciar una pelea con México. Dentro de un año, pensaban, Donald Trump podría ganar otro mandato en la Casa Blanca, lo que podría reavivar una batalla en todo el continente sobre los aranceles y el comercio. Canadá y México tendrían que presentar un frente unido.
En este caso, Trudeau parece haber sorteado el problema con éxito, reduciendo las llegadas sin deteriorar las relaciones con México. Pero el mayor reto puede estar aún por llegar.
Mientras los estadounidenses se dirigen a las urnas en noviembre, en Ottawa y Ciudad de México crece la preocupación por la posibilidad de que la próxima Administración estadounidense limite el comercio entre los tres países, que el año pasado sumó cerca de US$ 1.5 billones en bienes.
El Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá —el acuerdo alcanzado en 2018 para sustituir al Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1994— está programado para una revisión conjunta en 2026, y cada vez hay más especulaciones de que Estados Unidos presionará para renegociar partes del mismo, especialmente las normas para la fabricación de automóviles y los productos lácteos.
Trudeau puso en marcha una estrategia orientada a reclutar aliados estadounidenses. Envió a políticos, diplomáticos y empresarios canadienses de alto nivel a reunirse con directores ejecutivos, legisladores y gobernadores estadounidenses para hablarles de la importancia del comercio, especialmente para las industrias automotriz y energética.
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Las inversiones chinas en México pesan mucho en su relación con Estados Unidos y, desde diciembre, México trabaja en un marco de selección de inversiones en torno a la seguridad nacional para ayudar a aliviar las preocupaciones estadounidenses. Una preocupación especial son las empresas chinas que exportan automóviles de México a Estados Unidos. Las dos partes se han reunido varias veces para tratar estos temas, según una persona familiarizada con el asunto.
En ambos países, el malestar va más allá de Trump: es bajo el mandato de Biden que Estados Unidos se ha enfrentado a Canadá y México por las normas sobre autopartes. El mes pasado, Biden anunció la imposición de aranceles a US$ 18,000 millones anuales de importaciones procedentes de China sobre vehículos eléctricos, baterías, chips, células solares y minerales esenciales. Esto se suma a los anteriores aumentos sobre el acero y el aluminio.
Pero funcionarios canadienses y mexicanos dicen que las negociaciones comerciales serían mucho más volátiles e impredecibles si Trump estuviera al mando.
Trump ha prometido que impondrá aranceles del 10% a productos de todo el mundo si gana en noviembre, como parte de sus esfuerzos por apuntalar los empleos manufactureros en Estados Unidos. No ha dicho explícitamente cómo se aplicaría eso a Canadá y México, pero la embajadora canadiense en Estados Unidos ha advertido sobre represalias globales.
“Un segundo mandato Trump será muy diferente” en lo que respecta al comercio, afirmó Laura Dawson, directora ejecutiva de Future Borders Coalition, un grupo binacional que promueve el comercio entre Canadá y Estados Unidos. Dijo que la “supervisión adulta” en torno a Trump durante su primer mandato (personas que apoyaban en gran medida el comercio) es ahora “poca y espaciada”.
En un intento por conseguir aliados comerciales, funcionarios canadienses como el ministro de Industria, François-Philippe Champagne, viajan con frecuencia a Estados Unidos. En esas reuniones han participado directivos de empresas como Coca-Cola Co, United Parcel Service Inc y Goodyear Tire & Rubber Co, así como legisladores de Washington.
En estas visitas, los canadienses subrayan que su país es el principal destino de las exportaciones de 35 estados. A menudo viajan más allá de las regiones fronterizas con Canadá, a lugares como Georgia, Carolina del Sur y Nebraska, para subrayar lo crucial que es el comercio canadiense para las economías de esos estados. Al fin y al cabo, Canadá compra a Estados Unidos tantos productos como China, Francia y Japón juntos.
“Cuando miro a la gente digo: ‘Espero que se alegren de verme porque soy, con diferencia, su mayor cliente’”, dijo Champagne en una entrevista durante un viaje reciente a Nueva York.
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Aunque Champagne enfatizó que se reúne con gente muy diversa, algunas son claramente figuras relacionadas con Trump. Eso incluye a Gary Cohn, vicepresidente de IBM Corp. y ex principal asesor económico de Trump, así como gobernadores estatales republicanos como el de Carolina del Sur, Henry McMaster.
La embajadora de Canadá en Estados Unidos, Kirsten Hillman, dijo que los funcionarios se han mantenido en contacto con personas en la órbita de Trump durante los últimos años, apuntando a los grupos de expertos que creen que serían influyentes si gana un segundo mandato.
“Nos reunimos con ellos a menudo”, dijo Hillman en un evento con el Consejo de Relaciones Exteriores de Montreal. “No solo con los directivos, sino también con la gente que redacta las políticas. Mi equipo y yo, a través de la embajada, estamos en contacto continuo”.
En México, los funcionarios que trabajan en nombre de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, una aliada de López Obrador que ha prometido continuidad para sus políticas, están creando planes separados pero similares para las negociaciones comerciales con Trump o Biden, según un alto asesor. Las principales exportaciones del país incluyen automóviles, productos químicos y agrícolas, y Estados Unidos y México se han enfrentado por las normas para las empresas energéticas, así como por las exportaciones de maíz estadounidense.
El Gobierno de López Obrador elaboró un documento llamado “Plan México” que enmarca los déficits comerciales con Asia como una oportunidad para producir más en Norteamérica y trabajar más estrechamente como bloque. Según el análisis, si se sustituyera el 10% de las importaciones chinas por bienes fabricados en Norteamérica, se impulsaría el crecimiento económico y se crearía una demanda de 600,000 empleos más en Estados Unidos, 520,000 en México y 260,000 en Canadá.
A puerta cerrada, las empresas más grandes de México expresan su preocupación de que Trump vincule los temas de comercio y migración, como lo hizo en mayo de 2019 —cuando amenazó con aranceles si México no reducía el número de llegadas de migrantes a la frontera con Estados Unidos— y como Biden ha trabajado deliberadamente para no hacerlo, según un funcionario mexicano, que pidió no ser identificado para poder hablar de conversaciones privadas.
La frontera estadounidense registró un récord de llegadas de indocumentados en el año fiscal 2023 y, aunque se ha ralentizado en los últimos meses, preocupa que esa tendencia pueda invertirse rápidamente. Este mes, Biden anunció nuevas medidas para impedir que los migrantes presenten solicitudes de asilo como parte de los esfuerzos para limitar los cruces y combatir la percepción de que la frontera está fuera de control.
A las autoridades mexicanas también les preocupa que Trump quiera utilizar la fuerza militar para atacar a los cárteles del país, a pesar de la resistencia histórica de México a que tropas extranjeras operen en su suelo, y que esas acciones puedan crear más tensiones comerciales.
En México se habla de traer de vuelta a Marcelo Ebrard como miembro del gabinete. Él voló a Washington en junio de 2019 para negociar un acuerdo con Trump para desplegar la guardia nacional de México para detener a los migrantes a cambio de que Trump retirara su amenaza de aranceles a las exportaciones mexicanas. Ebrard se reunió personalmente con Trump varias veces en los primeros años de la Administración de López Obrador.
Juan Ramón de la Fuente, quien se desempeñó como embajador de López Obrador ante las Naciones Unidas y, por lo tanto, trabajó con Estados Unidos durante los años de la Administración Trump, lidera actualmente la transición de Sheinbaum. Al igual que Ebrard, podría ocupar un puesto clave en su Gobierno.
En un evento reciente en Washington, Kenneth Smith Ramos, quien fue el principal negociador comercial de México durante las conversaciones T-MEC, habló sobre las preocupaciones de que la reapertura del acuerdo para su revisión podría resultar en nuevas restricciones.
“Abrir el T-MEC es muy peligroso dadas las presiones políticas, las presiones proteccionistas que existen en los tres países y en todo el mundo”, dijo, hablando en un panel organizado por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
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