Por Tyler Cowen
Es muy pronto todavía para una evaluación final del acuerdo comercial entre Estados Unidos y China, cuyos detalles acaban de ser publicados. Sin embargo, no es muy pronto para una opinión provisional: China quedó temblorosa, mientras que la credibilidad estadounidense se ha potenciado enormemente.
Probablemente, algunas partes del acuerdo no tendrán gran importancia. Primero que todo, eliminar la calificación de “manipulador de moneda” es un fracaso. Además, si China manipulaba su moneda era al alza, no a la baja. En segundo lugar, está bien que China haya acordado respetar más derechos de propiedad intelectual, pero podría ser algo difícil de aplicar y, en cualquier caso, hacia allá se dirigía China. Tercero, es algo positivo que China se abra más a servicios financieros estadounidenses adicionales, pero esto es un cambio marginal.
Por lo general sospecho de acuerdos detallados cuando una de las partes afirma que la otra no respeta los términos de sus acuerdos, como lo hace EE.UU. frente a China. Si EE.UU. respeta su parte del trato y China no, habría que preguntarse de qué sirvió toda la rabieta.
¿Qué hay de los beneficios potenciales para EE.UU.? La mayoría tienen que ver con credibilidad.
EE.UU. ha establecido su seriedad como contrapeso de China, algo que hacía falta desde que ignoró varias invasiones territoriales de China en la década del 2010. Ya sea en términos económicos o de política extranjera, China ahora sabe que EE.UU. puede resistirse, algo muy diferente. En una época de tensión en Corea del Norte, Hong Kong, Taiwán y el Mar de China, es una ganancia potencial significativa.
Los aranceles del presidente Donald Trump sí perjudicaron a los consumidores estadounidenses y, aunque efectivamente es un costo económico del acuerdo, también es un beneficio en términos de credibilidad. Demuestra que EE.UU. en efecto está dispuesto a asumir algo de dolor para oponerse a China, lo que contradice la opinión común china de que los estadounidenses son “blandos”. La credibilidad de EE.UU. también ha mejorado entre sus aliados y algunas naciones neutrales.
Un buen ejemplo es que actualmente EE.UU. está trabajando incansablemente para evitar que equipos Huawei sean utilizados en las próximas redes 5G en muchos países (basta con imaginar la red telefónica estadounidense bajo control del KGB en la década de 1980 para entender lo que está en juego aquí).
Para que esta campaña tenga éxito, así sea parcialmente, EE.UU. necesita amenazas de castigo creíbles, como retener inteligencia o hasta protección de defensa y no compartirla con sus aliados. El curso de la guerra comercial ha hecho que esas amenazas se vuelvan verosímiles. Si uno es Alemania, y nota que EE.UU. está dispuesto a confrontar el poder económico y militar de China directamente, uno pensaría dos veces antes de dejar que Huawei entre en la red.
Un tercer conjunto de posibles beneficios se relaciona con la dinámica interna del poder en el Partido Comunista chino. Pese a todo lo que se dice sobre su creciente poder, el presidente chino, Xi Jinping, no ha tenido un buen año. La situación en Hong Kong sigue siendo volátil, las elecciones en Taiwán no salieron como los líderes chinos esperaban, y ahora la guerra comercial con EE.UU. ha terminado —o más bien está en pausa para ser más exactos— de tal manera que podría limitar la futura expansión de China y el apalancamiento internacional. Este acuerdo comercial deja a Xi en un nivel inferior, no solo porque impone muchos requisitos a China, como la compra de bienes estadounidenses, sino porque muestra que China es susceptible a las amenazas extranjeras.
EE.UU. todavía mantiene aranceles por US$ 360,000 millones sobre productos chinos, lo que no es una señal propicia de que China haya hecho un gran negocio. Incluso se especula que China no informará el acuerdo completo a sus ciudadanos.
Es completamente justo señalar, como muchos lo hacen, que esta guerra comercial no beneficia a EE.UU. directamente (por ejemplo, los aranceles son en su mayoría malos). Pero el punto sigue siendo que China, y Xi en particular, ha demostrado su vulnerabilidad. Puede que muchos chinos ahora cuestionen si el autoritarismo cada vez mayor sea el mejor camino a seguir en adelante.
Un argumento común es que ser rudo con otros países fortalece a aquellos de línea dura de dichos países. Sin embargo, en China, los personajes de línea dura ya venían ganando cada vez más poder e influencia. Esta guerra comercial, y la fase inicial del acuerdo comercial, demuestra que la línea dura de China tiene un costo.
Es muy pronto para decir que el acuerdo comercial actual es un éxito desde la perspectiva estadounidense. No obstante, sus potenciales beneficios no han sido apreciados en su justa medida y existe una alta posibilidad de que den frutos.