Por Eli Lake
Durante el último año, la campaña de presión del presidente de EE.UU., Donald Trump, contra el dictador de Venezuela ha tenido un vacío. Ahora está a punto de cerrarse.
Nicolás Maduro y su círculo cercano, además de la compañía petrolera estatal, han sido avergonzados y sancionados. EE.UU. ha liderado una coalición de 50 países para que reconozcan al presidente de la legislatura venezolana como el líder interino del país. Sin embargo, Rusia no ha pagado un costo real por ayudar a llevar el petróleo venezolano sancionado al mercado internacional.
El martes, sin embargo, el gobierno de EE.UU. anunció nuevas sanciones contra Rosneft Trading SA, el brazo comercial del conglomerado ruso energético, junto a su presidente Didier Casimiro. Bajo las nuevas reglas, cualquier estadounidense o cualquier persona que haga tránsito por EE.UU. tendrá prohibido llevar a cabo negocios con Rosneft Trading SA. Todos los activos en EE.UU. de propiedad de la compañía o de Casimiro serán congelados.
Ese es un golpe fuerte para el régimen de Maduro. Rosneft Trading manejó aproximadamente la mitad de los 875,000 barriles de crudo al día exportados por Venezuela en enero.
La motivación de Rusia no es del todo política. A cambio de tomar el riesgo de desafiar las sanciones estadounidenses vigentes sobre el petróleo venezolano, Rusia presionó al régimen de Maduro para que le vendiera su petróleo a Rosneft a precios inferiores a los del mercado y priorizara el pago de deudas a la compañía. Elliot Abrams, el representante especial de EE.UU. para Venezuela, calcula que el durante el último año Venezuela ha pagado US$ 1,800 millones en deuda a Rosneft.
"Entonces, mientras Venezuela atraviesa las crisis que está atravesando —la crisis humanitaria, la crisis económica—, ¿qué está haciendo Rusia?", preguntaba Abrams durante una conferencia de prensa el martes. "Drenar el dinero, no proporcionar ayuda".
Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de América, me dijo que las sanciones a Rosneft son una señal a Rusia para que no ofrezca más préstamos a Maduro, ya que es posible que sus deudas con Rosneft queden totalmente saldadas este trimestre.
La medida de sancionar a Rosneft también señala que Trump continúa comprometido con su estrategia de presionar a Maduro para que permita elecciones libres y justas en Venezuela. Se cuentan historias sobre cómo ha crecido la frustración de Trump con el estancamiento en Caracas. Parecía que tal vez Trump relajaría la política estadounidense hacia Maduro y se comprometería más con las negociaciones en Oslo entre el régimen de Maduro y la oposición democrática del país.
Eso no ocurrió. A principios de este mes, el líder de la oposición, Juan Guaidó, recibió una ovación de pie durante el discurso del Estado de la Unión de Trump, tanto de demócratas como de republicanos. Esa misma semana, la administración Trump impuso sanciones a la aerolínea estatal venezolana. Ahora ha anunciado sanciones contra la compañía que le permite a Maduro vender el petróleo sancionado de su país.
Abrams está prometiendo más presión en las próximas semanas y meses. Esa presión puede adoptar nuevas formas, desde acusaciones contra funcionarios venezolanos hasta una represión contra aliados de Venezuela como Turquía y Dubai, los cuales permiten la venta ilícita del oro del país.
Eso le envía un mensaje a Maduro y a su régimen: cualquier esperanza de que Trump esté interesado en alcanzar un acuerdo o en suavizar la estrategia de EE.UU. está muy equivocada. Rosneft aún puede intentar desafiar las nuevas sanciones de EE.UU. No obstante, la ayuda de la compañía al régimen de Maduro no es totalmente política o altruista. El precio por la venta del tóxico petróleo venezolano acaba de subir.