(Foto: AFP)
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Congelar óvulos, quedar embarazada después de los 50 años, escoger el sexo del bebé: para acceder a la fertilización in vitro y otros métodos de reproducción asistida en , el único requisito es poder pagar el tratamiento.

No sucede lo mismo en muchos otros países, incluido Francia, donde se debate actualmente una legislación para otorgar a mujeres solteras y parejas de lesbianas acceso a esos procedimientos por primera vez. En ese país, la PMA (Procreación Médicamente Asistida) solo está autorizada para las parejas heterosexuales.

Mientras tanto, de este lado del Atlántico, el doctor Safa Rika ejerce su profesión a sus anchas en su clínica privada en la capital, Washington.
"Creo que todos los seres humanos tienen derecho a reproducirse", dice Rifka con voz grave y apacible.

Enfundado en una bata blanca, este médico nacido en Líbano atiende en su consultorio lleno de papeles y tarjetas enviadas por algunas de las miles de personas que nacieron gracias a su ayuda desde la década de 1980.

Heterosexuales o lesbianas, casadas o solteras, madres sustitutas: el médico las ayuda a todas a tener bebés.

También es libre de usar cualquier técnica disponible, como la congelación de óvulos, restringida en Francia por razones médicas pero común aquí desde hace una década entre treintañeras solteras o que no se sienten preparadas para tener hijos.

Esto es lo que Rifka recomendó hacer a María Lacombe durante su primera consulta. Después de los 35 años, le dijo, la calidad de los óvulos decae. Congelarlos permite detener el reloj biológico.

"Tenía 38 años y me dije: si a los 40 no estoy casada, los haré fecundar y seré madre", cuenta Lacombe, una hondureña establecida en Washington desde hace 15 años y experta en riesgos del Banco Mundial.

Poco después conoció a un francés que se convertiría en su marido. Después de varios fracasos "naturales", la pareja decidió descongelar los óvulos para crear embriones mediante fecundación in vitro (FIV).

Su primer hijo nació en el 2016; el segundo, en noviembre pasado. Hoy Lacombe tiene 44 años y quiere implantarse el próximo año su último embrión.

"Es mi cuerpo, son mis óvulos", insiste la mujer.

Algunas empresas reembolsan ahora los gastos de autoconservación de ovocitos a sus empleadas.

Madre a los 54

En un país más restrictivo, Terrie Callahan probablemente no habría podido ser madre: tenía 53 años cuando consultó por primera vez al médico Fady Sharara, director de una pequeña clínica ubicada en la planta baja de un edificio modesto en Virginia, a 45 minutos de Washington.

"Me puse un límite de 52 años", dice Sharara, instalado allí desde la década de 1990. "En algunas oportunidades llegué a 54, pero fue algo muy especial".

Terrie conoció a su prometido, Rob, tarde en su vida. Por su edad, tuvo que comprar óvulos de una donante joven. Su FIV funcionó bien: 11 embriones congelados.

Como es cada vez más frecuente, ellos realizaron una prueba genética a los embriones para verificar cuáles tenían un número normal de cromosomas... y descartar los no viables, que seguramente terminarán en un aborto espontáneo. La prueba también detecta trisomías (un trastorno genético asociado con la discapacidad).

Y de paso, la prueba, conocida como PGT-A, permite conocer el sexo de los embriones.

"Estaba loca de alegría porque realmente quería un niño", dice Terrie, funcionaria del gobierno federal, en su casa en un elegante vecindario residencial de impecable césped. "Me encanta el deporte, espero que a él también le guste... Y queríamos que nuestro hijo pudiera transmitir el apellido de mi futuro esposo".

Ryker nació en agosto pasado, con un mes de adelanto. El año próximo, Terrie y Rob quieren un segundo hijo, esta vez mediante una madre sustituta.

"No porque sea mayor no puedo tener hijos; mírame, tengo 55 años y tengo un bebé sano", afirma Terrie.

"Reequilibrio familiar"

"En Estados Unidos, todo va más rápido que la ética", dice Fady Sharara, quien durante la entrevista alterna entre el inglés y el francés. "Como son los pacientes y no el Estado el que paga, tenemos margen de maniobra".

El médico cuenta que las parejas nigerianas o indias, desesperadas por engendrar solo niñas, van a verlo para tratar de tener un varón, un servicio llamado como un eufemismo "reequilibrio familiar", que se ofrece "¡sin garantías!", dice Sharara.

"Prefiero esto a que se practiquen un aborto después porque es del sexo no deseado".

Cindy Luna, de 35 años, y su esposo Roby, ni siquiera sabían que la prueba genética les daría la opción de elegir el sexo.

"De repente, en un proceso donde te sientes impotente, puedes al menos controlar algo", comenta Luna. Y resultó que el embrión de mejor calidad de los tres que tenía correspondía a su preferencia: un niño.

Mateo nació en el 2017. El hombrecito moreno y mofletudo que pasa la miniaspiradora en el salón pronto será hermano mayor.

El año pasado, a Luna le implantaron su único embrión para tener una niña. El orden ideal, según ella: "Los hermanos mayores protegen a sus hermanas pequeñas", sonríe, con su barriga de ocho meses.

Maya E., una economista que se hizo una FIV en una clínica grande de Maryland, prefirió una niña desde el principio, por una inquietud médica.

Su hermano tiene autismo, un síndrome con causas complejas que no se puede detectar genéticamente, pero que tiende a ser familiar y es más frecuente en los varones.

Maya y su esposo eligieron un embrión femenino entre los siete que atesoraban, y nació el año pasado, sin problemas por

"Queríamos minimizar los riesgos", dice Maya.