El video viral de los líderes de Canadá, Francia y el Reino Unido riéndose de su homólogo estadounidense en la cumbre de la OTAN de la semana pasada fue una evidencia vívida pero anecdótica de lo que el resto del mundo piensa del presidente Donald Trump. A continuación, algunos datos duros que muestran la deteriorada reputación mundial de Estados Unidos.
No solo se desvanece la percepción de EE.UU. como un aliado superior, según una nueva encuesta de 18 países del Centro de Investigaciones Pew, sino que más personas ven al país como “la mayor amenaza” para ellos en el futuro. Incluso los vecinos más cercanos de EE.UU. están perdiendo la fe en su alianza estadounidense.
En Canadá, el porcentaje de quienes ven a EE.UU. como su principal aliado ha caído del 54% en el 2007 al 46% en el 2019. Durante el mismo período, el porcentaje de los que ven a EE.UU. como la principal amenaza ha aumentado del 16% al 20%. (Tenga en cuenta que la lectura del 2007, cerca del final de la calamitosa presidencia de George W. Bush, ya mostraba una de las tasas más bajas de confianza y aprobación mundial). En México, el porcentaje de quienes ven a EE.UU. como el principal aliado mexicano cayó del 35% al 27%; El porcentaje que ve a EE.UU. como la principal amenaza ha aumentado del 35% a un 56% que supera las encuestas.
Los resultados también sugieren que EE.UU. está perdiendo terreno en, quizás, su desafío diplomático más importante: la competencia por la influencia y el poder con una China que va en ascenso.
La administración Trump ha prestado poca atención a la idea de una creciente y poderosa competencia y a la necesidad de ofrecer una alternativa a China en África y América Latina. Sin embargo, según el estudio, “en muchos de los países encuestados de América Latina, Medio Oriente y el Norte de África, nombran más a EE.UU. que a China como una amenaza principal”.
Igualmente inquietante es que en Nigeria, Kenia y Sudáfrica —democracias que, además, son las tres economías más grandes del África subsahariana—, la proporción de encuestados que consideran a China como el aliado más confiable de su país es casi tan alta como la de quienes eligen a EE.UU. En los mercados emergentes en general, “la influencia económica de China se ve en términos similares o incluso un poco más positivos” que los de EE.UU.
Es posible, por supuesto, justificar estos hallazgos diciendo que es mejor ser temido que amado. Incluso se podría argumentar que el creciente aislamiento de EE.UU. en las Naciones Unidas es una señal del compromiso de EE.UU. con sus principios. (En 2018, EE.UU. votó en contra de una mayor proporción de resoluciones de la Asamblea General que cualquier otra nación; su coincidencia de voto promedio global fue del 31%, por debajo del promedio de 10 años del 36%).
Así es como Trump lo ve. Como ha dicho en reiteradas ocasiones: “Somos respetados como no hemos sido respetados en mucho tiempo”. El secretario de Estado, Michael Pompeo, ha defendido obstinadamente el enfoque directo de su jefe a la política exterior, declarando que “poner a EE.UU. en primer lugar significa asociarse orgullosamente con naciones que comparten nuestros principios y están dispuestos a defenderlos”.
Esto plantea al menos dos preguntas: ¿Quiénes son estas naciones y cuáles son estos principios?
En un discurso titulado "Diplomacia de la administración Trump: la historia no contada", Pompeo presenta como ejemplo el hecho de lograr que otras naciones se unieran a EE.UU. en un comunicado que rechazaba el derecho al aborto. Considere los otros signatarios: Baréin, Bielorrusia, Brasil, República Democrática del Congo, Egipto, Guatemala, Haití, Hungría, Irak, Libia, Malí, Nigeria, Polonia, Rusia, Arabia Saudita, Sudán, Emiratos Árabes Unidos y Yemen.
De estos países, Freedom House clasifica solo tres como “libres”, mientras que cuatro son “parcialmente libres”. Los otros 11 son “no libres”, incluidos tres (Arabia Saudita, Sudán y Libia) que tienen las peores puntuaciones combinadas en derechos políticos y libertades civiles. Si esto es lo que EE.UU. ve como “la trayectoria para las naciones de todo el mundo”, como lo expresó Pompeo, entonces tal vez esos líderes mundiales se rieron la semana pasada porque el estado final que Trump tiene en mente es demasiado horrendo para contemplarlo.
Por James Gibney
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