El Pentágono buscó el martes distanciarse del presidente Donald Trump ante acusaciones que señalan que el mandatario lo usa con fines políticos, y después de controvertidas declaraciones del secretario de Defensa, Mark Esper, y el despliegue de militares alrededor de la Casa Blanca.
En un país donde se venera a los militares, el jefe del Pentágono, Mark Esper, ha expresado su preocupación al declarar el lunes que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley deben “dominar el campo de batalla” para reponer el orden, en medio de un estallido de protestas contra la brutalidad policial, el racismo y la desigualdad social exacerbados por la crisis de COVID-19.
Esper y el jefe del Estado Mayor estadounidense, el general Mark Milley, acompañaron a Trump cuando éste caminó el lunes por la noche hasta la iglesia de Saint John, un edificio emblemático cercano a la Casa Blanca, que había sufrido daños el día anterior al margen de una manifestación.
El secretario de Defensa estaba en la primera fila de funcionarios, cerca de Trump, cuando el presidente fue fotografiado frente a la iglesia con una biblia en la mano, minutos después de que las fuerzas de seguridad dispersaran a manifestantes que protestaban pacíficamente ante la Casa Blanca golpeándolos con sus porras y lanzando gases lacrimógenos.
El general Milley apareció caminando con su uniforme militar detrás de Trump, en un video con tintes electorales.
Todo eso ha causado consternación en la oposición demócrata y entre exmilitares.
“Estados Unidos no es un campo de batalla. Nuestros ciudadanos no son el enemigo”, tuiteó el exgeneral Martin Dempsey, exjefe del Estado Mayor.
Un alto funcionario del Pentágono aseguró que al hablar del “campo de batalla”, Esper no tenía motivos ocultos, y que el exsoldado solo estaba hablando en “jerga militar”.
En cuanto a la presencia de Milley detrás del presidente en una salida de la Casa Blanca evidentemente política, al parecer fue involuntaria, agregó el alto funcionario en condición de anonimato.
El mandatario les dijo “que quería ver a las tropas desplegadas afuera”, explicó esa fuente, que aseguró que ni Esper ni Milley “sabían que la policía había decidido despejar” el área.
“Jerga militar”
El Congreso no quedó al margen del caso. El influyente presidente del Comité de Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes, Adam Smith, se mostró preocupado el martes por el liderazgo “autocrático” de Trump y por “cómo afecta el juicio de la jerarquía militar”.
“El papel del ejército estadounidense en el mantenimiento del orden en el territorio está limitado por la ley”, recordó.
De hecho, una ley prohíbe recurrir a soldados en activo para misiones de mantenimiento del orden, excepto si se produce una insurrección.
En caso de desorden público, corresponde a cada estado estadounidense recurrir a expolicías reservistas de la Guardia Nacional.
El candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, acusó este martes a Trump de “transformar el país en un campo de batalla dividido por los viejos resentimientos y los nuevos miedos”.
Las minorías están ampliamente representadas en el ejército estadounidense, considerado una forma de ascenso social, y la incomodidad era palpable entre los militares una semana después de la muerte en Minneapolis de George Floyd, un hombre negro de 46 años asfixiado por un oficial de policía blanco.
“Soy George Floyd”, tuiteó el suboficial Kaleth Wright, uno de los miembros más destacados entre el personal militar afroestadounidense. “Como la mayoría de los aviadores negros y otros en nuestras filas, me indigna ver a otro hombre negro morir en televisión ante nuestros propios ojos”.
“Podría pasarme a mí”, agregó en una catarata de tuits que tuvo gran repercusión.