Por Michael Bloomberg
La emergencia más grave que ha enfrentado Estados Unidos en décadas ha quedado bajo la supervisión de un presidente excepcionalmente incompetente.
En un momento en que el mundo debería mirar a la Casa Blanca en busca de sabiduría y liderazgo, solo encuentra la mezcla de incompetencia y deshonestidad característica de Donald Trump. Sus divagaciones la semana pasada sobre matar el virus mediante la ingesta de desinfectante fueron un regalo para los comediantes, pero como siempre con Trump, terminamos siendo el hazmerreír.
Afortunadamente, muchos alcaldes y gobernadores (aunque no todos) han estado a la altura del desafío, tomando medidas, atendiendo a la ciencia, comunicando información confiable y colaborando entre sí. En Washington, la Reserva Federal realizó intervenciones rápidas e integrales para apoyar el sistema financiero. Incluso el Congreso, pese a su disfunción, ha actuado más rápido de lo que hubiera sugerido su historial de parálisis partidista.
Una de las virtudes de nuestro sistema de gobierno federal es que tiene suficiente fuerza y profundidad para seguir trabajando, incluso si la persona a la cabeza no está a la altura del trabajo. Pero internacionalmente, la imagen es profundamente preocupante. La renuncia de EE.UU. al liderazgo durante una crisis que exige cooperación internacional es mucho más difícil de remediar.
La pandemia de coronavirus es una emergencia global, que hace que sea tanto necesario como posible alinear a los gobiernos como aliados en una guerra contra la enfermedad. Pero eso no ha sucedido. Los recursos (materiales, información, investigación) deberían haberse organizado para evitar el desperdicio y la duplicación; pero eso no se hizo.
Los controles de exportación de equipos esenciales deberían haberse discutido y acordado, cuando fuera necesario; pero en su lugar, los países los impusieron unilateralmente. Se debería haber reconocido a la Organización Mundial de la Salud y otras entidades como activos globales vitales, haberlas dotado de personal y financiado como corresponde; sin embargo, el presidente Trump, en un intento de alejar la culpa de la Casa Blanca, anunció que detendría el financiamiento para la OMS.
El hecho de que el presidente no desempeñe un papel de liderazgo en la coordinación de la respuesta global tiene un terrible costo que queda en evidencia en el número de vidas y trabajos perdidos.
Antes de la pandemia, un mercado bursátil altísimo ocultaba profundos problemas económicos, como una débil inversión de capital, bajas tasas de crecimiento y una desigualdad cada vez mayor, que empeoraron ante las políticas fiscales y guerras comerciales equivocadas y contraproducentes de Trump. Ahora, si continúa el ataque de Trump al sistema de comercio mundial, la recuperación económica será lenta y tibia cuando comience.
Todos estos temas deberían prevalecer en la mente del presidente, pero no es así, su obsesión con su tratamiento mediático sigue consumiéndolo y, de muchas maneras, solo ha empeorado las cosas. Hay un límite en lo que otros gobiernos pueden hacer para llenar ese vacío. Deberían hacer lo que puedan actuando en conjunto con aliados filantrópicos y comerciales de todo el mundo.
Por ejemplo: la Unión Europea, el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico y otras iniciativas regionales de cooperación y asistencia mutua podrían ayudar a llenar ese vacío. Francia, Alemania, Japón, el Reino Unido y otros pueden trabajar juntos para movilizar al Grupo de los 20. China puede desempeñar un papel en el alivio de la deuda y el suministro de equipos para los países en desarrollo. Todos estos gobiernos deberían darse cuenta de que, con la Casa Blanca al margen, deben dar un paso adelante, y hacerlo rápidamente.
Las organizaciones y fundaciones no gubernamentales también deben hacer más. Las alianzas que combinan esfuerzos filantrópicos, corporativos, estatales y municipales para combatir el virus ya han sido especialmente valiosas. La Fundación Bill y Melinda Gates está gastando mucho en el desarrollo de vacunas y tratamientos, y en ayuda para África y el sur de Asia.
Bloomberg Philanthropies ha lanzado iniciativas para ayudar a las ciudades a enfrentar la pandemia y apoyar a los países vulnerables de bajos y medianos ingresos, a través de su asociación con la OMS.
El desdén de Trump por la cooperación internacional debería impulsar a la acción a los líderes aquí en EE.UU. y en todo el mundo. Por supuesto, el liderazgo presidencial no puede ser reemplazado por completo. Pero en tiempos de guerra, debemos luchar con el ejército que tenemos.
Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.