Miles de personas manifestando de cerca, gritando sus demandas y tosiendo cuando son afectadas por gases lacrimógenos: expertos temen que las protestas que se multiplican por Estados Unidos reaviven la propagación del coronavirus, un riesgo que muchos están dispuestos a correr “por la salud de la nación”.
Para Ebony Hilton, una doctora negra del hospital de la Universidad de Virginia, Estados Unidos enfrenta actualmente dos peligrosas pandemias: la de COVID-19 y la de la violencia policial.
Esta médica aseguró que junto a sus colegas espera que los casos de coronavirus tengan un nuevo pico en el país debido a que en las protestas “no hay distanciamiento social y desafortunadamente la mayoría de la gente usa sus mascarillas de forma incorrecta”.
Dijo además que los gases lacrimógenos utilizados regularmente por la policía para dispersar a los manifestantes "aumentan el riesgo", por la tos y las náuseas que producen.
Buena parte de los manifestantes son conscientes de esos riesgos, en el país que acumula más casos de COVID-19 en el mundo.
Pero anteponen su necesidad de protestar tras la muerte de George Floyd, un hombre negro de 46 años que falleció asfixiado la semana pasada en Minneapolis mientras era inmovilizado por un policía blanco.
“Esto es algo que está pasando también por la salud de la nación”, dijo Cav Manning, un neoyorquino de 52 años que se manifestaba el lunes por la noche en Brooklyn.
“Lo que hemos visto es tan perturbador que tenemos que estar aquí afuera ahora mismo, a pesar del COVID, a pesar del hecho de que podemos infectarnos”, aseguró.
Mascarillas con doble función
Detrás de las manifestaciones contra la brutalidad policial, el racismo y las desigualdades sociales exacerbadas por la pandemia hay una serie de estadísticas preocupantes.
Un estudio hecho el año pasado, sobre la base de artículos de prensa y datos oficiales, mostró que un hombre negro tiene una posibilidad entre 1,000 de morir a manos de la policía, 2.5 veces más que uno blanco.
“Muchos elementos indican que la policía es una amenaza a la salud pública en Estados Unidos”, consideraba entonces el autor principal del estudio, Frank Edwards, de la Universidad Rutgers.
El problema no se limita a las muertes más mediatizadas como la de Floyd, sino que afecta diariamente la salud de una comunidad que se siente estigmatizada, aseguró la doctora Hilton.
“Se ha probado que el estrés crónico está directamente vinculado a un mayor riesgo de formaciones cancerosas, a la hipertensión, la diabetes, los problemas cardíacos, la obesidad”, enumeró.
Aunque los contagios de COVID-19 se han ralentizado en Estados Unidos tras registrar su pico a mediados de abril, los profesionales de la salud ven con inquietud la posibilidad de que las manifestaciones los hagan repuntar en las próximas semanas.
Esto también en parte porque participan en las manifestaciones numerosos afroestadounidenses y miembros de otras minorías particularmente expuestos al COVID-19 debido a sus antecedentes médicos.
Brandon Brown, epidemiólogo de la Universidad de California Riverside, recordó que el riesgo de contaminación al aire libre, aunque es inferior, no llega a ser igual a cero.
Las mascarillas, por los tiempos que corren, tienen entonces la doble función de proteger a los manifestantes “no solo del COVID-19, sino también de la vigilancia de las autoridades”.