Por Faye Flam
Si el COVID-19 se propaga tan rápido como lo predicen los expertos, los recuerdos que mantendrán los estadounidenses en el futuro serán de personas desesperadamente enfermas rechazadas de los hospitales.
Estados Unidos no tiene capacidad para hacer frente incluso a un pequeño aumento en pacientes de cuidados intensivos. Habrá escasez de trabajadores y equipos de atención médica, especialmente respiradores artificiales, que no dieron abasto ante la necesidad en Italia.
Pero incluso en estas terribles circunstancias, hay formas de ser lo más justos posible acerca de quién recibe atención.
El público no tolerará las decisiones de racionamiento tomadas sobre la marcha por gobiernos, hospitales o administradores de hospitales, pues parecerán arbitrarias e injustas. La coordinación y la uniformidad entre los hospitales son críticas, dice Nir Eyal, profesor de bioética en la Universidad Rutgers que ha estudiado el racionamiento de la salud. La alternativa a un plan uniforme es la arbitrariedad o un sistema donde las personas con más dinero o los más aprovechadores reciben la mejor atención. Necesitamos asignar recursos de una manera que salve la mayoría de las vidas de la manera más justa.
Lo que se necesita son reglas basadas en principios científicos y éticos, presentadas después de una larga deliberación. Afortunadamente, la Organización Mundial de la Salud ya tiene pautas para lidiar con la escasez de atención médica durante una pandemia, elaboradas en el 2006, en respuesta a la amenaza de que una cepa extremadamente mortal de gripe aviar se propague de persona a persona.
Estas pautas tomaron semanas de trabajo colaborativo entre científicos y especialistas en ética.
"Ahora es como si hubiera amnesia", dice Daniel Wikler, profesor de ética y salud poblacional de la Universidad de Harvard, que ayudó a elaborar directrices para la Organización Mundial de la Salud y el estado de Massachusetts. Directrices similares, dijo, se crearon a nivel nacional.
Pero debido a que la gripe aviar más tarde pareció no estallar, dice, el mundo se olvidó del plan.
Es hora de recordar. El plan de gripe aviar estaba dirigido a una amenaza viral muy parecida a la que enfrentamos ahora. El virus mortal H5N1 pasó de las aves a algunos humanos a principios de la década del 2000. Algunos aspectos de la amenaza eran diferentes, pero los principios éticos son los mismos. La escasez de camas de cuidados intensivos o respiradores mecánicos implicará que incluso la “medida menos mala será horrible”, dice. Pero aún tenemos que implementar lo que sea menos malo.
Las pautas creadas para la gripe aviar consideran que todas las vidas son igualmente valiosas y buscan maximizar la cantidad de personas salvadas, explica Wikler. Según esas pautas, los pacientes se dividirían en categorías generales de prioridad. En la primera estarían aquellos cuyas muertes costarían otras vidas: trabajadores de la salud, bomberos, policías y las personas que mantienen obras públicas esenciales como el suministro de agua.
La siguiente división es entre los más enfermos y los que tienen probabilidades de recuperarse. Normalmente, las personas más enfermas recibirían la primera prioridad para el tratamiento de cuidados intensivos, pero en una pandemia, la prioridad debería ser para aquellos cuyas vidas están amenazadas, pero que tienen una buena posibilidad de salir adelante si reciben tratamiento. Estas personas tendrían prioridad sobre las personas más enfermas que tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir incluso con atención médica.
Este tipo de clasificaciones no será suficiente, dice Wikler. Si se registra un gran aumento en los casos, los hospitales podrían registrar a varias personas en la misma categoría y las camas alcanzarían apenas para la mitad de ellas. Si eso sucede, las personas deben ser elegidas mediante un sorteo aleatorio. Este enfoque tiene más que un valor ético: en los estudios científicos, la distribución al azar es una herramienta utilizada para saber qué funciona y qué no. Parece cruel decir que estamos usando personas como conejillos de Indias, dice, pero los médicos pueden salvar vidas en el futuro aprendiendo lo máximo posible a medida que avanzan.
Nadie sabe qué tan grande será esta pandemia o cómo ayudarán los esfuerzos de Estados Unidos para el distanciamiento social. Pero sí sabemos que incluso en los mejores escenarios, las camas de hospital son escasas. EE.UU. tiene un 12% menos de camas totales que en 1975. Según un estudio de la Kaiser Family Foundation, citado en el Wall Street Journal, hay 2.8 camas por cada 1,000 personas en EE.UU., mientras que otros países desarrollados como Alemania, Australia y Japón tienen un promedio de 5,4 camas por cada 1,000 personas.
En el mismo artículo del WSJ, el epidemiólogo de Harvard Mark Lipsitch ha estimado que si las cosas avanzan como en Wuhan, Estados Unidos necesitará tres veces más tratamientos de cuidados intensivos que la cantidad de camas hospitalarias disponibles.
Por lo tanto, los estadounidenses deben planificar el racionamiento pero también tratar de minimizarlo, a pesar de los esfuerzos para construir hospitales de campaña u hospitales temporales en instalaciones existentes como hoteles. Los chinos construyeron un nuevo hospital gigante en medio de su crisis. Y los cambios drásticos en nuestras vidas con el distanciamiento social podrían ayudar a minimizar un aumento en los casos. El objetivo no es solo salvarnos a nosotros mismos sino también salvar a los demás, y salvar los principios de comunidad y justicia que nos mantienen unidos.