Mudanzas en serie, desempleo, criminalidad en alza: la pandemia ha hundido a Nueva York en una gran crisis, para algunos preocupante, aunque para otros es la oportunidad para que esta ciudad símbolo de dinamismo se reinvente.
"Atravesamos quizás uno de los momentos más dolorosos, más excepcionales de nuestra historia un momento de profundo cambio social", dijo el viernes el alcalde Bill de Blasio.
Con más de 23,000 muertos, la capital económica estadounidense ha sido la metrópolis occidental más golpeada hasta ahora por el coronavirus.
A pesar de una caída espectacular en el número de muertos desde mayo, el desconfinamiento es limitado por temor a una nueva ola de la pandemia, que se agrava cada día en Estados Unidos.
El turismo está paralizado, las torres de oficinas prácticamente desiertas, muchos negocios cerraron y el desempleo afecta a 20% de la población económicamente activa: cuatro meses de COVID-19 han provocado una metamorfosis en esta metrópolis de 8.5 millones de habitantes, sinónimo de multitudes y consumo.
Aunque las escuelas prevén abrir en septiembre, la alcaldía solo espera que sea dos o tres días por semana, lo cual impedirá a muchos padres trabajar normalmente.
La criminalidad, en baja constante desde mediados de los años 90, se ha disparado. Las últimas estadísticas policiales dan cuenta de 634 tiroteos y 203 asesinatos desde enero, en alza respectivamente de 60% y 23% comparado al mismo periodo del 2019.
Algunos neoyorquinos se han ido y dejado miles de apartamentos vacíos. Por primera vez en 10 años, los alquileres en Manhattan bajaron ligeramente en el segundo trimestre (-0.9%), según el sitio inmobiliario StreetEasy.
"Ha tenido peores epidemias"
Es "la combinación perfecta de malas noticias", dijo Kenneth Jackson, historiador especializado en Nueva York de la Universidad de Columbia.
Para este profesor que en medio de la pandemia dejó la ciudad y se mudó al campo, la situación recuerda el periodo oscuro de los años 70 y 80, cuando Nueva York, financieramente quebrada, padecía una criminalidad endémica y veía un éxodo masivo hacia una periferia más segura.
Pero como muchos neoyorquinos, se niega a dramatizar la situación.
Nueva York "ha tenido peores epidemias que ésta", indicó recordando el cólera del siglo XIX, o los atentados del 11 de setiembre del 2001, cuando algunos "predecían que la gente nunca más volvería a trabajar en rascacielos".
Pero ahora ya no se abandona el centro de las ciudades como en los años 70: la fuga de la clase media principalmente blancas fue alimentada por un racismo que ahora disminuye, al menos entre los jóvenes, como han mostrado las recientes protestas del movimiento Black Lives Matter, dijo.
La tendencia es "al renacimiento de las ciudades", con una calidad de vida mejorada. Solo ellas satisfacen nuestros deseos como "animal social" que busca encuentros, entretenimiento y oportunidades profesionales, señaló.
Kyle Scott, de 30 años, lo confirma. Este hombre que trabaja en una inmobiliaria en línea y su esposa pediatra dejaron Nueva York hace dos años para vivir en un bello suburbio, pero luego comenzaron a dudar. "Tenemos más espacio, una mejor vida familiar", pero es "demasiado tranquilo", dijo.
Hoy padres de un bebé de siete meses, quieren regresar a una ciudad que "se reinventa siempre", y esperan que una próxima baja de los precios les permita comprar su primer apartamento en Nueva York.
“Curación”
Eva Kassen-Noor, urbanista de la Universidad de Michigan, piensa que Nueva York sabrá "adaptarse a las realidades de la pandemia". Espera que la ciudad, que se declara pionera ambiental, aproveche esta crisis para redistribuir parte del espacio urbano en beneficio de peatones y ciclistas.
Algunos cambios que los militantes del medioambiente creían imposibles ya son visibles. La cantidad de ciclistas explotó con la pandemia y más de 160 km de calles fueron o serán próximamente cerradas a los coches para dar más espacio a peatones, ciclistas y terrazas de restaurantes.
Andrew, comerciante de unos 40 años, ve en la multiplicación de las terrazas de los restaurantes "una imagen de optimismo": cerca de 9,000 abrieron en unas semanas, desde que la alcaldía simplificó las reglas para compensar la prohibición de comer adentro.
Scott Ellard, propietario de un conocido club de jazz de Greenwich Village, trabaja para que su calle sea declarada peatonal, con la esperanza de poder abrir afuera tras cuatro meses de cierre.
"Hacemos todo lo posible, nadie tiene ganas de cerrar", dijo. "Detestaría perder este club cargado de historia solo a causa de un maldito virus".
Kenneth Jackson dijo estar convencido de que la ciudad se recuperará y que pronto podrá regresar a su apartamento en el Upper East Side. “A más tardar en el verano del 2021 habrán señales claras de que la ciudad está en vías de curación”, predijo.