No estoy de acuerdo con la vicepresidenta Kamala Harris en todos los temas, pero esta semana voté por ella sin dudarlo. Me gustaría explicar por qué, con la esperanza de que otras personas que tienen un historial de apoyo a candidatos de ambos partidos, como yo, se unan a mí.
Al reflexionar sobre los candidatos en estas elecciones presidenciales, me he guiado por dos aspectos principales: las posiciones políticas y la integridad personal.
En lo que respecta a la política, el contraste no podría ser más claro.
Sobre el aborto, Harris apoya los derechos reproductivos y trabajará para consagrarlos en la ley. Donald Trump no lo hace y no lo hará.
Sobre la inmigración, Harris reconoce —como la mayoría de los empresarios— que necesitamos una reforma migratoria integral que asegure la frontera y facilite a las personas venir aquí legalmente. El plan de Trump de deportar a millones de personas que viven y trabajan aquí es una receta para el desastre económico.
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En cuanto a la seguridad de las armas, Harris apoya medidas de sentido común que ayudarán a salvar vidas y a mantener las armas fuera del alcance de delincuentes y otras personas peligrosas. Trump, después de hablar mucho sobre enfrentarse a los grupos de presión de la industria armamentística, se doblegó ante su presión y cedió a sus deseos.
En cuanto a la economía, si bien las propuestas tributarias y arancelarias de Harris tienen motivaciones políticas, como han señalado muchos economistas, harían mucho menos daño a los consumidores y a las empresas —y a la deuda nacional— que las de Trump.
En cuanto al cambio climático, Harris reconoce la oportunidad que existe para que EE.UU. coseche las recompensas económicas que conlleva liderar la transición hacia las energías limpias en lugar de permitir que China u otras naciones nos ganen la partida. Trump no parece creer que el cambio climático sea un problema y permitiría que la industria de los combustibles fósiles siga contaminando nuestro aire y nuestra agua.
En cuanto a la salud pública, Harris respeta la ciencia y la medicina, incluidas las vacunas que salvan vidas. Trump ha prometido entregar el sistema de salud de Estados Unidos al antivacunas Robert Kennedy Jr., lo que podría tener consecuencias mortales para niños, ancianos y estadounidenses de todas las edades.
En cuanto a la seguridad pública, Harris tiene un historial como fiscal de mano dura contra el crimen y de apoyar a la policía. Trump habla con dureza, pero cuando los agentes de policía fueron agredidos por una turba de sus partidarios el 6 de enero de 2021, como parte de su vergonzoso intento de aferrarse al poder, se quedó sentado sin hacer nada. Y sigue defendiendo a los que agredieron a la policía mientras invadían el Capitolio y hasta los califica de “guerreros”.
Y eso nos lleva a la otra consideración: la integridad personal.
Como han concluido el exvicepresidente Mike Pence y muchos otros republicanos, Trump no es apto para el alto cargo. No después de negarse a aceptar la voluntad del pueblo e intentar robar las elecciones de 2020, primero intentando forzar a los legisladores estatales y a los funcionarios electorales para que anularan los resultados y luego, cuando eso fracasó, incitó a la gente para que atacara el Capitolio para detener el recuento de los votos del Colegio Electoral.
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Hizo que nuestro país, la nación más grande del mundo, pareciera una república bananera. La mayoría de los estadounidenses nunca pensó que presenciaríamos un episodio tan vergonzoso. Trump, en lugar de disculparse por ello —como han hecho algunos de los condenados por delitos relacionados con el 6 de enero— lo celebra.
¿Por qué? Porque para él, nada —ni Estados Unidos, ni nuestra Constitución, ni la democracia, ni el Estado de derecho, ni las vidas de los agentes de policía o de cualquier otro ciudadano— importa más que su propia vanidad y gloria.
Los líderes fuertes aceptan la derrota, movidos por el honor y deber. Él ha demostrado que no tiene sentido de ninguna de las dos cosas.
La forma despreciable en que habla de los inmigrantes —utilizando frases que utilizaban los nazis— es tan vergonzosa como peligrosa.
La vergonzosa forma en que ha tratado a los supremacistas blancos —recordemos su defensa de ellos después de que marcharan con antorchas en Charlottesville, Virginia— es despreciable.
La forma temeraria en que gobernó mientras estuvo en la Oficina Oval —consintiendo a tiranos extranjeros, debilitando nuestras alianzas, socavando nuestros servicios de inteligencia, fracasando en la creación de coaliciones en el Congreso y despidiendo a personas que se atrevían a oponérsele— reveló su incompetencia como mandatario.
Y la absurda mentira que dice sobre Estados Unidos —que nuestro país se acabará a menos que lo elijamos— revela su ignorancia sobre la verdadera fuente de nuestra fuerza como nación, que reside en nuestros valores y principios y en la protección de nuestros derechos por parte de la Constitución.
No conozco bien a Harris —solo hemos hablado un par de veces— pero me ha impresionado la forma en que ha llevado su campaña: llegando a independientes y republicanos, y congregando a votantes de todos los partidos ofreciendo una visión positiva del país. Está decidida a llevar a nuestra nación hacia adelante y entiende que la única forma de hacerlo es volviendo a unir a la gente.
Estoy preparado. Creo que la mayoría de los estadounidenses también lo está. Y por eso espero que los votantes indecisos de todas las tendencias políticas se unan a mí para votar por Kamala Harris para la presidencia.
Por Michael R Bloomberg
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