El Tribunal Supremo de Estados Unidos nunca había estado tan inclinado a la derecha. Su composición es el resultado de la guerra ideológica que ha asolado al país desde hace décadas y que alcanzó a ese organismo cuando el expresidente Donald Trump nombró a tres jueces ultraconservadores.
La máxima instancia judicial estadounidense llevaba medio siglo dominada por la derecha, pero la llegada de los tres magistrados de Trump ha creado una “supermayoría” conservadora que no se veía desde la década de 1930.
Este año ha sido el primero en el que esa mayoría holgada ha podido elegir qué casos estudia y decidir sobre ellos en sentencias que se emiten durante este mes.
El fallo más notorio ha sido anular la protección del derecho al aborto, vigente desde 1973, lo que deja en manos de cada estado la decisión de acabar o no con este derecho reproductivo en su territorio.
Nueve estados ya han anunciado la prohibición del aborto y se espera que otros lo hagan en los próximos días o semanas.
¿Por qué hay una “supermayoría” conservadora en el Supremo?
La principal razón por la que el aborto ha dejado de estar protegido a nivel federal es el cambio de composición del Tribunal Supremo, integrado ahora por tres jueces progresistas frente a seis conservadores.
Los tres jueces que Trump nominó y luego confirmó el Senado son Neil Gorsuch, cuyo nombramiento fue aprobado en el 2017; Brett Kavanaugh, que alcanzó el Supremo en el 2018 tras haber sido acusado de abusos sexuales, y Amy Coney Barrett, que se encargó de terminar de construir esa “supermayoría” conservadora.
Coney Barrett llegó al Supremo en octubre del 2020 para sentarse en el sillón que había pertenecido a la progresista Ruth Bader Ginsburg hasta el momento de su muerte, en septiembre del 2020.
Adalid del feminismo y todo un icono para varias generaciones de mujeres, Ginsburg había rechazado jubilarse en varias ocasiones y antes de morir dejó una nota en la que pedía que no se eligiera a su reemplazo hasta después de las elecciones del 2020.
Trump, que perdió esos comicios, desoyó los últimos deseos de la magistrada y eligió a Barrett para ocupar el asiento de Ginsburg.
De esa forma, los tres jueces nominados por Trump se unieron en el Tribunal Supremo a otros tres conservadores: Samuel Alito y John Roberts, ambos designados en el 2005 por el entonces presidente republicano George W. Bush, y Clarence Thomas, nombrado en 1991 por el republicano George H.W. Bush.
Pese a ser todos conservadores, cada uno se sitúa en un ámbito diferente del espectro ideológico.
Roberts, que preside el tribunal, es el más moderado. El día del fallo del aborto, se distanció del resto de conservadores y consideró que se debían haber hecho cambios graduales, en vez de revocar de golpe la sentencia “Roe contra Wade” de 1973 que protegía ese derecho.
Thomas, el único afroamericano, es el más conservador y ha sido el que ha levantado todas las alarmas al pedir al tribunal que reconsidere la legalidad del matrimonio igualitario, el derecho a obtener métodos anticonceptivos o tener relaciones entre personas del mismo sexo.
Tres jueces elegidos por su oposición al aborto
Los tres jueces nominados por Trump son menos radicales que Thomas; pero todos ellos fueron elegidos expresamente por su oposición a la interrupción voluntaria del embarazo.
En la campaña electoral del 2016, Trump sabía que necesitaba convencer a la derecha cristiana de sus credenciales, ya que antes se había posicionado a favor del aborto y se había divorciado dos veces, así que se comprometió a nombrar exclusivamente a jueces contrarios al aborto.
El profesor de Derecho del Boston College Kent Greenfield considera que los tres jueces de Trump son “muy ambiciosos” pero saben también que la “supermayoría” de la que ahora disfrutan puede cambiar y se están apresurando para considerar aquellos asuntos que son una prioridad para la derecha.
De hecho, la llegada de esos tres magistrados ha cambiado los casos que el tribunal acepta y sobre cuáles decide.
Antes de su llegada, el Supremo de EE.UU. se había negado durante décadas a mediar en asuntos que consideraba competencia del Ejecutivo o Legislativo y tampoco se había atrevido a acabar con años de precedente judicial, como ha hecho ahora con el aborto.
Eso, sin embargo, ha cambiado. De casi 8,000 solicitudes, el Tribunal Supremo solo acepta 80 casos cada año y ahora sí pueden encontrarse asuntos espinosos que anteriormente habría rechazado.
Por ejemplo, la corte estudiará en los próximos meses la legalidad de la discriminación positiva, lo que podría abrir un gran debate sobre el racismo en Estados Unidos.
Ampliar el tribunal
Frente a ello, legisladores izquierdistas del Partido Demócrata como Alexandria Ocasio-Cortez reclaman que se aumente el número de jueces que integran el Supremo con el objetivo de que Biden pueda nombrar a más progresistas y contrarrestar a los conservadores.
No obstante, Biden ha rechazado la idea con el argumento de que nada impediría a los republicanos designar a más jueces cuando vuelvan a hacerse con la Casa Blanca.
El mandatario creó una comisión el año pasado para estudiar una posible reforma judicial y su única recomendación fue establecer límites a los jueces del Tribunal Supremo para evitar que puedan promulgar su doctrina durante décadas, ya que actualmente sus nombramientos son vitalicios.