El presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Mike Johnson, se enfrentará esta semana a su primera gran batalla legislativa en su intento por conseguir que la díscola mayoría republicana apoye un plan poco convencional para evitar un cierre parcial del Gobierno a partir del sábado.
Algunos republicanos de línea dura de la Cámara ya rechazan la propuesta de Johnson de un proyecto de ley provisional en dos fases que no recortaría el gasto, una iniciativa “limpia” del tipo que llevó a la histórica destitución del predecesor de Johnson, Kevin McCarthy.
Este es el tercer pulso fiscal en Washington este año, después de uno que se extendió meses durante la primavera boreal en torno a la deuda nacional de más de 31 billones de dólares, que llevó al gobierno federal al borde del impago.
La actual disputa partidista, acentuada por las divisiones en el seno de la estrecha mayoría republicana de 221-212 en la Cámara de Representantes, llevó a Moody’s a última hora del viernes a rebajar la perspectiva de la calificación crediticia de Estados Unidos de estable a “negativa”, al tiempo que señaló que las elevadas tasas de interés seguirían encareciendo el costo de los préstamos.
El déficit del país alcanzó los US$ 1,695 billones en el ejercicio fiscal que finalizó el 30 de septiembre.
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Algunos congresistas demócratas se mostraron abiertos al plan de Johnson, que tendría que ser aprobado por el Senado, de mayoría demócrata, y promulgado por el presidente Joe Biden antes de la medianoche del viernes para evitar la suspensión del pago de hasta 4 millones de trabajadores federales, el cierre de parques nacionales e interrumpiría todo, desde la supervisión financiera a la investigación científica.
“Me comprometo a devolver Washington al orden normal, pero no se puede arreglar un sistema roto desde hace décadas en cuestión de semanas”, declaró el domingo Johnson, un legislador de Luisiana que nunca antes había ocupado un alto cargo en el Congreso, en sus redes sociales.
Johnson dio a conocer el sábado la inusual resolución continua en dos fases. Parecía orientada a encontrar el apoyo de dos facciones republicanas enfrentadas: los partidarios de la línea dura, que querían diferentes plazos de financiación para las distintas agencias federales, y los centristas, que pedían un vehículo “limpio” sin recortes de gastos ni cláusulas políticas conservadoras que los demócratas rechazarían.
Los legisladores están en desacuerdo sobre el gasto discrecional para el año fiscal 2024. Los demócratas y muchos republicanos quieren ceñirse al nivel de US$ 1.59 billones que Biden y McCarthy fijaron en su acuerdo sobre el techo de la deuda a principios de este año. Los partidarios de la línea dura abogan por una cifra inferior en US$ 120,000 millones. Pero en los últimos días han dado muestras de una clara voluntad de compromiso.
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