El frenazo de la economía en Estados Unidos este año, auspiciado por problemas tanto de oferta como de demanda, amenaza con una recesión en 2023, un escenario que no descartan ni los economistas ni el propio Gobierno estadounidense.
Este jueves, el Ejecutivo que dirige Joe Biden confirmó el retroceso de la economía durante los primeros tres meses del año, que cayó un 0,4 % con respecto al trimestre anterior.
En términos interanuales, la caída fue del 1.5%, una décima por encima de lo inicialmente calculado, según la Oficina de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés).
Estas cifras se dan después de que en el 2021 se registrase un crecimiento de la economía del 5.7%, el mayor desde 1984, por lo que en parte deben relativizarse en un contexto de enfriamiento tras un período en que la economía crecía a un ritmo excepcional.
Así, el profesor de Economía de la Universidad de Duke Connel Fullenkamp dijo en una entrevista con Efe que uno de los escenarios más previsibles es que en el conjunto del 2022 se viva una desaceleración del crecimiento económico, es decir, que Estados Unidos siga creciendo, pero que crezca menos.
La verdadera preocupación, por tanto, no vendría tanto de ahí como del riesgo de que esta desaceleración desemboque en el 2023 en una recesión (habitualmente definida como dos trimestres consecutivos de caída de la actividad económica).
“Para el 2022, no vemos señales de una recesión real. La tasa de desempleo sigue estando por debajo del 4% y el gasto por parte de los consumidores es muy robusto”, apuntó Fullenkamp.
En un sentido similar se expresaron la semana pasada desde el Gobierno estadounidense, cuando el director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca, Brian Deese, admitió el riesgo de recesión, pero lo enmarcó en el período de “transición” que vive la economía tras el impacto de la pandemia.
“Nuestra economía está en transición de lo que ha sido la recuperación más fuerte en la historia moderna de Estados Unidos a lo que puede ser un periodo de crecimiento más estable y resistente que funcione mejor para las familias”, señaló en una entrevista en el canal CNN.
Según el análisis que hace Fullenkamp, la caída registrada en los tres primeros meses del 2022 responde a factores tanto de oferta como de demanda, dada la coincidencia en el tiempo de varios fenómenos internacionales y domésticos.
Por un lado, la oferta de productos sigue viéndose incapaz de dar respuesta a la demanda a causa de los persistentes problemas en la cadena de suministros, agravados por el cierre de fábricas en China por los nuevos brotes de COVID-19 y por el estallido de la guerra en Ucrania a finales de febrero.
“Los fabricantes se quejan de que no tienen los materiales para producir”, apuntó.
En lo que respecta a la demanda, en 2022 se han empezado a ver los efectos de la retirada de las cuantiosas ayudas gubernamentales emitidas durante los peores meses de la pandemia, que en 2021 contribuyeron a disparar el apetito de consumidores y empresas.
Además, el primer trimestre del año también vino cargado de anticipación en torno al inicio de las subidas de tipos de interés por parte de la Reserva Federal (Fed), que se preveía desde hacía meses, y que finalmente se materializó con el primer incremento a mediados de marzo.
Para tratar de rebajar la presión sobre los precios, el banco central estadounidense, que mantuvo durante dos años los tipos en la horquilla entre el 0% y el 0.25% para estimular la economía, ya ha aprobado en lo que va del 2022 dos subidas consecutivas, y ahora se ubican entre el 0.75% y el 1%.
Según datos del Departamento de Comercio, la inflación en Estados Unidos sigue en niveles históricos no vistos desde hace cuarenta años, aunque se moderó ligeramente en abril al colocarse en el 8.3%, dos décimas menos que en marzo.
La Fed ha adelantado que muy probablemente seguirá subiendo los tipos en los próximos meses, lo que unido a los persistentes problemas de suministros, no indica que los factores que contribuyeron al frenazo económico de principios de año se vayan a mitigar en el corto plazo.