No fue un partido político ni un movimiento social, sino un virus que desembocó en pandemia, lo que hizo sentirse a Estados Unidos más cerca que nunca de la utopía de una sanidad universal gratuita. Un sueño que termina este viernes con su primer día sin emergencia sanitaria.
Aunque los distintos programas sociales y sanitarios que trajo la pandemia han ido acabándose progresivamente en los últimos meses o terminarán en los próximos, el jueves 11 de mayo a las 23.59 fue elegido por el Gobierno de Joe Biden para marcar el adiós oficial a la pandemia.
Acaban así muchas medidas existentes en la Ley de Respuesta al Coronavirus de las Familias Primero creada durante la emergencia, entre ellas la simplificación del acceso al Medicaid o los test, vacunas y tratamientos de COVID gratuitos para toda la población.
“El Gobierno emprendió muchas acciones para facilitar el acceso a la atención de las personas, independientemente del tipo de cobertura sanitaria que tuvieran, ya fuera Medicare o Medicaid (los programas públicos de asistencia), seguro privado o sin seguro”, cuenta a EFE Juliette Cubanski, subdirectora del Programa de Políticas de Medicare en la organización KFF.
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Aunque todavía muy lejos de los sistemas de salud pública gratuitos de países como España, Suiza o Singapur, durante los últimos tres años en Estados Unidos los afectados por COVID que han requerido atención médica han podido recibirla sin miedo a arruinarse de por vida.
Un miedo que Robert Shaney, de 44 años, sintió cada uno de los 14 días que pasó en un hospital de Texas a finales de 2020 por la neumonía que le provocó el virus, cuenta a EFE en una entrevista telefónica.
“Estaba preocupado por el dinero porque nunca había utilizado el sistema que tengo y tenía miedo de que no pagaran todo y acabara debiendo mucho”, explica.
No cuenta con un seguro médico sino con “algo atípico”, el Liberty HealthShare, un programa creado por una organización cristiana por la que se comparten los gastos médicos entre los usuarios.
Al salir del hospital solo le hicieron pagar “unos 2,000 dólares”. “No me buscaron más ni me pidieron más dinero. No se si pagó mi programa o si fue el Gobierno, pero no me dieron más facturas y no quise preguntar más”, afirma. Su tratamiento, estima, pudo haber costado “al menos un cuarto de millón de dólares”.
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A Marino Peter Stathakis, de 33 años, le queda un recuerdo tangible de los dos meses y medio que estuvo internado en el hospital por las complicaciones del coronavirus: una pila de hojas “del tamaño de un paquete de folios de los que compras para la impresora”, explica a EFE.
Una montaña de facturas con una cifra final: 2 millones de dólares. Tras ellos hay una dramática historia que habla de días en coma enchufado a un respirador, complejas cirugías y extenuantes semanas de recuperación de un cuerpo totalmente masacrado por el virus.
“Soy una anomalía, un milagro”, cuenta hoy aliviado por ver que apenas tiene secuelas. Gracias a que estaba cubierto por el seguro de su madre tuvieron que desembolsar solo el deducible: unos US$ 3,000.
Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el número de personas sin seguro médico en Estados Unidos en 2019 era de 33 millones (el 10.2% de la población). En 2020 esta cifra bajó a 31.6 millones (el 9.7%) y en 2021 a los 28.1 (el 8.6%).
Esta reducción se debió en parte a que el acceso al Medicaid, un programa que brinda seguro de salud para adultos y niños con ingresos y recursos limitados, se facilitó. Según datos de KFF, entre febrero de 2020 y marzo de 2023 la inscripción a este programa creció en aproximadamente 20 millones de personas.
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Ahora, señala la organización independiente sin fines de lucro enfocada en temas de salud nacional, un total de 17 millones de personas podrían perder la cobertura durante los próximos meses tras el fin de la emergencia sanitaria.
Estos tres años, señala Cubanski, representaron “un ideal que realmente no se había visto en el país antes de la pandemia”.
“Francamente, es posible que no lo volvamos a ver, porque tenemos un sistema de atención médica muy fragmentado, donde sabemos que la atención médica que recibes depende en cierta medida del tipo de seguro que tienes y de cuánto pagas”, apunta.
Lejos de lo que se pueda pensar, el legislador izquierdista Bernie Sanders pudo comprobar en 2020, en la última precampaña a la presidencia en la que participó, que la mayoría de estadounidenses no está a favor del sistema de salud pública universal.
Tachado como “radical” por los conservadores, tampoco logró convencer a los demócratas del sueño de acabar con la tiranía de las aseguradoras y su propuesta “Medicare para todos” no pasó de un ideal, que el país acabó rozando cuando un virus lo puso todo patas arriba y que hoy ya queda del todo atrás.
Fuente: EFE
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