Las cosas eran mucho más claras cuando casi todo estaba cerrado.
Ahora que los estados están levantando gradualmente las restricciones que impusieron por el coronavirus, los estadounidenses enfrentan numerosas decisiones sobre lo que deben y no deben hacer para proteger su salud, su sustento y a sus vecinos.
¿Es seguro sumarse a las multitudes en la playa o comer en un restaurante? ¿Visitar a los padres ancianos a los que no has visto en casi dos meses? ¿Reabrir un negocio que atraviesa dificultades?
En muchos casos, la poco satisfactoria respuesta de los expertos es: depende.
“Nunca habrá una cantidad perfecta de protección”, dijo Josh Santarpia, experto en microbiología del Centro Médico de la Universidad de Nebraska que está investigando al coronavirus. “Se trata de una valoración personal del riesgo. Todos tienen que decidir, uno a uno, cuánto riesgo están dispuestos a tolerar”.
Como telón de fondo, la cifra de muertes confirmadas por el coronavirus en Estados Unidos superó el martes los 58,220 soldados estadounidenses que fallecieron en la Guerra de Vietnam, de acuerdo con un conteo de la Universidad Johns Hopkins.
Jill Faust, de Council Bluffs, Iowa, dijo que ella dudaría ir a restaurante cuando se permita a estos establecimientos reabrir el viernes en su comunidad.
“Tendríamos que saber de antemano qué precauciones están tomando”, afirmó Faust, de 53 años, y señaló que algunos restaurantes podrían recurrir a cupo limitado, mesas bastante separadas unas de otras, uso de mascarillas por parte de los empleados y utilización de tazas y platos desechables. Incluso así quizá no valga la pena, apuntó.
“Para mí ir a un restaurante es una experiencia encantadora y tranquilizante en la que uno puede sentarse con personas, relajarse y ponerse al tanto después de un largo día. Si esta experiencia va a estar limitada por todas esas preocupaciones de seguridad, ¿para qué gastar dinero?”, manifestó.
Estas decisiones serán más frecuentes en las próximas semanas a medida que las autoridades en Europa y Estados Unidos procedan a reabrir escuelas y negocios.
A medida que los países disminuyan sus restricciones, las autoridades de salud estarán muy pendientes ante cualquier indicio de un rebrote del virus.
El martes, por ejemplo, Alemania informó de un incremento en la tasa de contagios desde que se autorizó la reapertura de algunos pequeños negocios hace poco más de una semana. Sin embargo, es demasiado pronto para atribuir ese aumento a la disminución en las restricciones.
A nivel mundial, el número de contagios confirmados rebasa los 3 millones —de los que 1 millón corresponden a Estados Unidos—, y la cifra global de muertes confirmadas supera las 215,000, según la Universidad Johns Hopkins. Se cree que la cifra real es mucho mayor debido a la cantidad limitada de pruebas, las discrepancias en el conteo de muertos y el ocultamiento de parte de gobiernos.
En Estados Unidos, la incertidumbre se hizo patente en Georgia, donde el martes se autorizó la reapertura de diversos negocios, como peluquerías y salas de tatuaje.
El alcalde de Savannah, Van Johnson, dijo que los cambios podrían causar perplejidad en las personas.
“En realidad continuamos bajo el decreto de permanecer en casa hasta el 30 de abril”, declaró Johnson. “Pueden ir a que les hagan las uñas, un tatuaje, ir al cine, a jugar boliche. Este tipo de cosas confunden a la gente”.
Las decisiones que adopten los estadounidenses posiblemente varíen dependiendo de donde vivan y qué tanto se exponen donde se han registrado muchos casos. Georgia, donde el Covid-19 ha dejado más de 1,000 muertos, continúa registrando muchos casos nuevos.
Pero incluso en lugares con pocas infecciones conocidas, la gente enfrenta decisiones incómodas.
En Omaha, Nebraska, donde los negocios podrán reabrir la semana entrante, los maestros Michelle y Mark Aschenbrenner dijeron estar ansiosos por regresar a los restaurantes que frecuentaban. Mark hizo una cita para que le corten el pelo.
“Creo que nos hemos adelantado cuatro semanas”, dijo respecto a los planes para levantar las restricciones. “Pero creo que probablemente aun así iré porque hemos estado metidos en casa por siete semanas y nos vamos a volver locos”.