El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, es una figura controvertida, símbolo, para muchos, de la transparencia informativa y libertad de expresión, y enemigo público de Estados Unidos a raíz de la difusión masiva de contenido altamente sensible de su gobierno.
Ese país lo requiere, en concreto, para someterlo a juicio por 18 delitos de espionaje e intrusión informática por la difusión, a través del citado portal -del que el australiano es fundador- de miles de cables confidenciales que podrían acarrearle hasta 175 años de cárcel en ese país.
Casado con la abogada Stella Moris, el también hacker, de 50 años, lleva más de diez años confinado en el Reino Unido sin que se le haya condenado nunca por ningún delito.
El pasado abril, Assange recibió un fortísimo varapalo legal cuando un juez británico emitió la orden de entrega a las autoridades de Washington, certificada ahora por la ministra de Interior, Priti Patel, que no obstante puede ser recurrida en un plazo legal de 14 días.
El larguísimo calvario judicial del activista, que sin duda ha hecho mella en su delicada salud -sufre depresión y se le han detectado tendencias suicidas-, se remonta al 2010, cuando fue detenido inicialmente en Londres.
Natural de Townsville (Australia), donde nació el 3 de julio de 1971, la personalidad del informático continúa resultando compleja para aquellos que supuestamente lo conocen bien, que sin embargo alaban su inteligencia al tiempo que lo tildan de impenetrable.
En Australia, Assange ya fue procesado cuando era joven por delitos informáticos cuando logró acceder con el grupo International Subversives a sistemas que estaban codificados de organismos oficiales, si bien entonces logró salir airoso de ese embrollo.
En 1989, cuando todavía era un adolescente se casó y tuvo un hijo, Daniel Assange, cuya custodia terminó compartiendo con la madre del chico cuando la pareja se separó.
El pasado marzo, el activista volvió a casarse con la abogada Stella Moris en una pequeña ceremonia celebrada dentro de la prisión londinense de alta seguridad de Belmarsh, en presencia de dos guardas de seguridad y seis invitados, entre ellos dos testigos y sus dos hijos pequeños.
Esos niños nacieron cuando Assange aún estaba refugiado en la embajada de Ecuador de Londres para evitar, entonces, su extradición a Suecia, donde querían interrogarlo por delitos sexuales contra dos mujeres que él siempre negó. Aunque durante el proceso judicial se ha dado a entender que el activista podría tener más hijos, cuyas identidades se desconocen.
Assange estudió matemáticas y física en la Universidad de Melbourne (si bien no se llegó a licenciar) y en el 2006 cofundó el portal WikiLeaks con el objetivo de sacar a la luz información gubernamental.
Durante la década de los noventa del siglo pasado, también trabajó como programador de software libre, en programas de encriptado para Linux, y colaboró en el libro “Underground: Tales of Hacking, Madness and Obsession on the Electronic Frontier”, de Suelette Dreyfuss (1997).
WikiLeaks se convirtió en un tema noticioso en todo el mundo a raíz de la difusión, en abril del 2010, de un controvertido vídeo donde se veía cómo soldados de Estados Unidos disparaban a civiles en Irak en el 2007. A esa infame grabación le sucedieron 250,000 cables diplomáticos de alto voltaje que pusieron contra las cuerdas a políticos y gobiernos.
Después de que la legación de Ecuador en Londres le retirara en el 2019 el asilo concedido en el 2012 para evitar su entrega a Suecia, comenzó una verdadera pesadilla legal para el australiano, que fue arrestado a petición del gobierno de Estados Unidos.
La autorización de la titular de Interior, Priti Patel, a la orden de extradición a Washington lo deja más cerca de su entrega a ese país, aunque se prevé que su equipo legal vaya a recurrir esa decisión.