El incremento de los precios de la energía ha potenciado los llamados a Estados Unidos para que aumente masivamente la producción de petróleo y gas, pero las compañías se muestran renuentes.
Después de desplomarse al comienzo de la pandemia, los precios del crudo se han recuperado gradualmente en los últimos meses y, recientemente impulsados por la crisis de Ucrania, superaron los US$ 100 el barril el jueves por primera vez desde el 2014.
Las compañías petroleras, tanto gigantes como ExxonMobil y Chevron como otras más pequeñas, han sido cautas en no aprovechar el retorno a las ganancias para crecer a toda costa.
Los inversores se han mostrado favorables a que las ganancias se utilicen para pagar deuda o recompensar a los accionistas. Algunos también han presionado para que las firmas grandes gasten más dinero en energías que liberan menos carbono que los hidrocarburos.
Además, los gigantes del sector han escarmentado con la fuerte caída de los precios del crudo a principios del 2020 y la persistente incertidumbre sobre la trayectoria de la pandemia y sus efectos en la demanda energética.
Pero ante la reciente escalada de precios, el poderoso gremio de productores de energía de Estados Unidos, el American Petroleum Institute, consideró que Joe Biden tenía que cambiar de rumbo.
La organización pidió al presidente que autorice más proyectos de explotación en tierras federales y en alta mar, acelere los permisos y elimine la burocracia.
“A medida que se agudiza la crisis en Ucrania, el liderazgo energético de Estados Unidos es más importante que nunca”, escribió el grupo en Twitter.
Los congresistas republicanos también blandieron la situación en Ucrania para reiterar su oposición a la política energética y medioambiental de Biden que, entre otras medidas, canceló el oleoducto Keystone e impuso restricciones a los proyectos energéticos en tierras federales.
El senador Bill Cassidy, de Luisiana, pidió que Estados Unidos “inundara” el mundo con energía barata para “destruir” la “máquina de guerra” rusa financiada con petróleo.
Guerra económica
Para Peter McNally, analista de la sociedad de inversión Third Bridge, las empresas del sector no transformarán repentinamente su estrategia.
“Todos les han estado diciendo a las compañías que no extrajeran demasiado, tanto los accionistas como los inversores socialmente conscientes y el presidente Joe Biden”, declaró.
El sector ya ha tenido un barril a más de US$ 100 y los precios, todas las veces, han descendido bruscamente.
La condición de Rusia como gigante energético, el tercer mayor productor de crudo del mundo y proveedor de hasta el 40% de las importaciones europeas de gas, ha influido en la respuesta occidental a la invasión de Ucrania.
Washington anunció el jueves una nueva ronda de sanciones, pero se abstuvo de excluir a Moscú del sistema de intercambio bancario internacional Swift, que permite transferir dinero fácilmente para pagar barriles de crudo.
“Es poco probable que se produzca un conflicto militar a gran escala entre Rusia y Occidente, pero una guerra económica profunda es casi inevitable”, estimó en una nota el jefe de la firma Rystad Energy, Jarand Rystad, señalando que Rusia podría usar sus exportaciones de energía como arma.
En cualquier caso, al menos hasta hace poco, los productores de crudo de Estados Unidos se han mostrado reacios a aumentar su inversión en nuevos proyectos.
Devon Energy dijo la semana pasada que no planeaba incrementar los gastos de inversión en el 2022, aunque sus ganancias hayan aumentado.
Durante la publicación de los resultados anuales a finales de enero, el jefe de Chevron, Mike Wirth, también se comprometió a “mantenerse disciplinado” en materia de inversiones.
El pronóstico del precio del crudo a largo plazo de la compañía “no ha cambiado mucho”, agregó.
La subida de precios de la energía tradicionalmente ha alentado el desarrollo de alternativas de los combustibles fósiles, señaló Jim Krane, especialista en energía de la Universidad Rice en Houston.
Y si bien la crisis de Ucrania exacerba las preocupaciones sobre la seguridad energética a corto plazo, no modifica la necesidad de cambiar a fuentes más limpias, argumentó.
El conflicto “puede ralentizar este proceso en algunos lugares y acelerarlo en otros”, pronosticó.