A fines del mes pasado, el Vaticano anunció que la pandemia del coronavirus había obligado al Papa Francisco a posponer una campaña anual de recaudación de fondos entre los católicos de todo el mundo, que tiene por objeto ayudarlo a llevar a cabo su ministerio.
La postergación del “Óbolo de San Pedro” por más de tres meses hasta el primer fin de semana de octubre ha ocurrido en un momento especialmente malo para el Vaticano, debido a que otros ingresos, especialmente los provenientes de los museos, han disminuido.
Frente a este escenario sombrío, los administradores del Vaticano sostuvieron una reunión de emergencia a fines de marzo, en la que ordenaron congelar los ascensos y contrataciones, además de prohibir las horas extra, viajes y grandes eventos.
Un memorando interno visto por Reuters dice que las decisiones, vigentes durante el resto del año, fueron tomadas “para mitigar, al menos en el corto plazo, el grave impacto económico y evitar otras medidas drásticas inmediatas”. Una carta de abril dijo a los jefes de departamentos que, según la política del Santo Padre, no podrían despedir personal.
El Óbolo de San Pedro, que recauda un total estimado de entre US$ 50,000 millones y US$ 65,000 millones cada año, busca ayudar a las actividades del Sumo Pontífice como líder los 1,300 millones de católicos del mundo y apoyar proyectos de caridad en las áreas más necesitadas del planeta.
Por más de 30 años, sin embargo, la Santa Sede se ha visto obligada a recurrir a esos fondos para mantener funcionando sus operaciones regulares y cubrir sus déficits presupuestarios.
La pandemia también ha desacelerado drásticamente el flujo de fondos de los museos del Vaticano, que recibieron unos 7 millones de visitantes el año pasado y generan un total estimado de US$ 100 millones al año, pero han permanecido cerrados desde el 8 de marzo y no se espera que reabran hasta fines de mayo, como la fecha más próxima.
Incluso después de su reapertura, las autoridades temen que las medidas de seguridad, requisitos de distanciamiento social, nuevas normas sanitarias y una esperada ausencia de turistas internacionales socave las ventas de entradas y recuerdos durante años.
“Ciertamente tenemos por delante años difíciles”, dijo el miércoles el padre Juan Antonio Guerrero, el nuevo Prefecto de la Secretaría para la Economía de la Santa Sede, al sitio oficial Vatican News.
Estimó que los ingresos de la Santa Sede caerán entre un 25% y 45% debido al coronavirus, dependiendo de cómo funcionen las medidas de reducción de costos.