Alrededor de 470.000 personas mayores de 60 años se salvaron de morir en 33 países de América durante el año pasado. (Foto referencial: Adem ALTAN / AFP)
Alrededor de 470.000 personas mayores de 60 años se salvaron de morir en 33 países de América durante el año pasado. (Foto referencial: Adem ALTAN / AFP)

La efectividad de las vacunas contra el sigue siendo un tema de controversia a nivel mundial, donde varios sectores de la población que se oponen a ser inoculados vienen haciendo campañas denunciando efectos secundarios de las dosis o incluso criticando medidas de autoridades que incentivan la vacunación.

Lo cierto es que desde un principio las autoridades de distintos gobiernos, que incluyen a la OMS, certificaron que la vacunación contra el no previene el contagio. Lo que hace es reforzar la inmunidad de nuestro sistema para prevenir casos graves que deriven a hospitalizaciones o muertes.

Tal como describe la , algunos de los efectos secundarios, que son una de las razones de los antivacunas para no acceder al antídoto, son leves y desaparecen naturalmente después de unos días: dolor y enrojecimiento en el lugar del pinchazo, fiebre, dolor de cabeza, cansancio, dolores musculares, escalofríos y náuseas.

Sin embargo, en algunas personas se han detectado casos de afecciones más graves después de ser inoculados. Cuadros de anafilaxia, trombosis, pericarditis son considerados raros por las autoridades.

“Las vacunas protegen mucho mejor contra formas más graves que contra formas moderadas, leves o asintomáticas de COVID-19. Cuanto más severo es el resultado, mayor es su efectividad”, explicó el especialista en enfermedades infecciosas Renato Kfouri, director de la Sociedad Brasileña de Inmunizaciones (SBIm).

“El objetivo principal de estos inmunizadores, por lo tanto, nunca fue detener la infección en sí, sino hacer que la invasión de coronavirus fuera menos dañina para el organismo”, asegura.

La aplicación de las vacunas en dosis recomendadas por la OMS impidió un total de 1,1 millones de muertes y 10,3 millones de hospitalizaciones solo en Estados Unidos hasta noviembre de 2021, según datos de Commonwealth Fund.

Asimismo, el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicaron que alrededor de 470.000 personas mayores de 60 años se salvaron de morir en 33 países de América.

Se sabe que las vacunas no previenen la enfermedad, y por ende tampoco la reinfección. Alrededor del mundo se siguen registrando casos de personas que se volvieron a contagiar de COVID-19, a pesar de estar vacunados. Esto se debe a tres factores:

El primero, la gente está volviendo a su vida “normal” pre pandémica. Se reúne en espacios cerrados, festeja, etc, aumentando el riesgo de transmisión.

Segundo, la inmunidad con las dos dosis sugeridas el año pasado por la OMS han demostrado no ser suficientes y que no duran para siempre. Es por ello que los países ya se encuentran aplicando, incluso, cuartas dosis del antídoto. Y no se descarta que en un futuro se deba hacer una vez al año.

“Con el tiempo, hemos visto que el nivel de protección cae. Esta caída será mayor o menor según el tipo de vacuna y la edad de cada individuo”, señala Kfouri.

Esto puso en evidencia la necesidad de aplicar una tercera dosis, primero para los ancianos e inmunosuprimidos, luego para toda la población adulta”, agregó.

El tercer factor involucra la llegada de nuevas mutaciones o variantes, como ómicron, que han demostrado ser más contagiosas tiene la capacidad de evitar la inmunidad obtenida con las vacunas de una o dos dosis.

“Ante esto, la infección en los vacunados debe verse como algo absolutamente común y tendremos que aprender a vivir con esta situación”, opina Kfouri.

“Afortunadamente, este aumento reciente en los casos de COVID-19 se ha traducido en una menor tasa de hospitalizaciones y muertes, especialmente entre las personas que ya han sido vacunadas”, finalizó.

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