Una pandemia mortal que provoca un repentino colapso económico no es manera de restaurar de manera sostenible los ecosistemas bajo amenaza. Sin embargo, es un claro recordatorio de la rapidez con que el mundo salvaje responde cuando los humanos dan un paso atrás.
También es un buen recordatorio de que proteger la vida silvestre es clave para proteger a la humanidad.
Solo pocos días después del inicio de la cuarentena, pequeños conejos se atrevían a cruzar las normalmente congestionadas vías de Christchurch, Nueva Zelanda, y un puma descendía de la cordillera de los Andes hasta Santiago, Chile. En Barcelona, jabalís se abrieron paso en la avenida Diagonal, una vía de ocho carriles.
A medida que gran parte del mundo permanece puertas adentro, los sistemas naturales están haciendo lo que saben hacer: encuentran una manera de expandirse en cualquier espacio que permita la civilización humana. La investigación sugiere que incluso ecosistemas dañados pueden recuperarse rápidamente una vez que nuestra intervención disminuye.
Manejar adecuadamente nuestra relación con el mundo natural también puede ayudar a protegernos de él. Hay cuatro facetas críticas de la prevención de pandemias, según Lee Hannah, científico principal de Conservation International. Tres tienen sentido de inmediato: almacenar máscaras y respiradores; tener lista la infraestructura de prueba; y prohibir el comercio mundial de vida silvestre, incluidos los mercados abiertos de animales donde personas pudieron haberse infectado inicialmente con Covid-19.
Su cuarta recomendación es tanto la más ambiciosa como la que probablemente será menos escuchada en medio de la crisis actual: “Cuidemos la naturaleza“.
La biodiversidad puede evitar que los patógenos abandonen la naturaleza y lleguen a la sociedad humana. El “riesgo de propagación de virus” de la vida silvestre a las personas aumenta a medida que se incrementa el contacto entre ellos, según una nueva investigación publicada el martes.
A pesar de los años de trabajo entre Gobiernos y organizaciones sin ánimo de lucro, junto con promesas corporativas para detener la deforestación (el mayor impulsor de la pérdida de biodiversidad), los hábitats continúan desapareciendo a velocidades asombrosas. A medida que se pierden hábitats, la vida silvestre entra en un contacto más cercano con los humanos (como el puma en Santiago).
También es importante limitar la mezcla innecesaria de personas y vida silvestre.
A medida que se levanta la cuarentena en Wuhan esta semana, la ciudad china donde surgió el coronavirus por primera vez, la gente acude a los mercados húmedos de la ciudad. Estos centros de comercio, que funcionan de manera muy similar a un mercado agrícola en las naciones occidentales, a menudo venden o sacrifican vida silvestre y animales domésticos in situ.
Científicos creen que el Covid-19 llegó a los humanos a través de animales salvajes, muy probablemente vía una especie intermedia como los murciélagos. El contacto cercano con animales salvajes en el mercado mayorista de mariscos de la ciudad ha sido ampliamente culpado por el brote.
El Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU., dijo la semana pasada que el coronavirus fue un “resultado directo” de los mercados insalubres y que era “alucinante” que permanecieran abiertos.
Pero no son las verduras y frutas que se venden allí las que representan un riesgo para los humanos. Ahora hay un letrero sobre el mercado húmedo de Baishazhou, uno de los más grandes de Wuhan: ”No sacrificar ni vender animales vivos”.