Hace seis meses las protestas, la ira contra la falta de derechos sociales y la represión policial descolocó a Chile, pero la pandemia que puso de cabeza al mundo dejó en suspenso la confrontación y envalentonó, por ahora, al presidente más impopular en 30 años de democracia.
Hace un mes las protestas en las calles no cedían como tampoco los niveles de agresividad verbal y física en medio de su peor crisis social. Sumaba a esta incertidumbre una amplia desconfianza en el presidente Sebastián Piñera y en todas las instituciones.
Pero la pandemia irrumpió y vació el epicentro de las manifestaciones en Santiago, Plaza Italia, al igual que focos en otras ciudades como Valparaíso y Concepción.
Sin embargo, este paréntesis de calma y unión comunitaria frente al coronavirus no es más que una pausa y “por supuesto, los problemas hoy suspendidos en su expresión pública, siguen ahí”, afirmó Patricio Zapata, abogado constitucionalista y miembro del partido opositor Democracia Cristiana.
Al frente de una emergencia que ha dejado casi 100 muertos y más de 8,000 contagiados, Piñera ha tomado nuevos bríos. Y las encuestan los reflejan. Subió de menos de 8% de aprobación en enero hasta 20% en las últimas semanas.
Pero aún falta para el esperado pico de la pandemia en Chile como para hacer lecturas rápidas sobre su aprobación.
“Estamos como en un paréntesis, y hay una posibilidad de que luego de ese paréntesis las cosas vuelvan a una situación cosméticamente similar” a la de antes del estallido, advirtió Juan Pablo Luna, profesor del Instituto de Ciencia Política y Escuela de Gobierno de la Universidad Católica de Chile.
Pero esa posibilidad “solo sucederá si las consecuencias de la crisis son tales que la gente prefiera postergar sus demandas por satisfacer necesidades básicas en términos económicos”, indicó Luna.
La ineludible caída económica por la pandemia llevó el miércoles al FMI a advertir que algunos países como Chile, Ecuador o Francia “siguen siendo vulnerables a que haya nuevas protestas, particularmente si las políticas para mitigar la crisis por la Covid-19 son percibidas como insuficientes o como injustas, más orientadas hacia las grandes corporaciones que hacia las personas”.
Espejismo presidencial
La desigualdad en la sociedad chilena y su reclamo de un Estado más presente en salud, educación y pensiones, que desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) quedaron en manos privadas, podrían ponerse en evidencia por la pandemia.
“Mi percepción es que el manejo de la crisis sanitaria probablemente termine desnudando de nuevo problemas estructurales, como la desigualdad, y en ese caso me parece bastante posible que el coronavirus termine (...) de alguna manera pegando en contra del gobierno y generando una segunda vuelta al estallido”, apuntó Luna.
A pesar del liderazgo mostrado por Piñera, sigue en un escenario político muy frágil.
“Veo muy difícil que él pueda alguna vez ganarse la confianza de una mayoría”, sostuvo Zapata, quien suscribió el histórico acuerdo de noviembre para convocar a un plebiscito para decidir el cambio o no de la Constitución heredada de la dictadura, considerada como la madre de las injusticias sociales.
Torpezas soberbias
A Piñera, un empresario multimillonario de 70 años, se le acusa de poco empático y ajeno a la realidad que viven las clases medias y pobres en un país con cifras macroeconómicas exitosas pero con salarios promedios bajos, alto costo de los servicios básicos y con gran parte de su sistema educativo privado y caro.
Tras el estallido social, el mandatario pasó varias semanas considerándolo un problema de desorden público, mientras crecían las denuncias de excesos policiales y violaciones de derechos humanos.
En su intento por demostrar un nuevo impulso, el presidente dio otro paso en falso y volvió a arriesgar la aparente tranquilidad social que sembró el miedo al virus.
En plena cuarentena obligatoria, el viernes 3 de abril, paró con sus autos oficiales en la Plaza Italia (bautizada Plaza Dignidad por los manifestantes) y se hizo tomar una foto en el ahora vacío epicentro de las protestas.
“Creo que comete errores no forzados continuamente (...) y es muy difícil que la gente recupere la confianza en el Gobierno”, sentenció Luna, convencido de que Piñera una vez más ha hecho una lectura errada de su ‘recuperación’ en las encuestas.
Final incierto
“Quiero que termine este capítulo para volver a unirnos en un cambio político, de Constitución, todos sanos para octubre”, dijo María José Gutiérrez, una activista de 30 años, promotora de la campaña “Yo Apruebo” una nueva Constitución.
El coronavirus obligó a aplazar hasta el 25 de octubre ese plebiscito previsto inicialmente para el 26 de abril.
Zapata ve dos escenarios posibles para el futuro próximo: que la experiencia de haber vivido la pandemia “le dé más fuerza a las fuerzas del diálogo y cooperación, permitiendo grandes acuerdos”.
Pero no hay que descartar que el empeoramiento económico, “unido a la constatación de que la crisis sanitaria golpeó mucho más fuerte a los sectores pobres y excluidos, generen una vuelta aún más fuerte, e incluso más violenta, de la protesta social”, agrega.