El nuevo Gobierno nipón afrontará el dilema diplomático de seguir la línea más dura hacia China marcada por la Administración Biden o mantener su tradicional perfil discreto frente a su principal socio comercial, en plenas tensiones crecientes en el Pacífico.
Japón, que celebra elecciones generales este domingo, vigila con preocupación el auge militar de Pekín y sus recientes maniobras en torno a Taiwán y alrededor del propio archipiélago nipón, pero al mismo tiempo opta desde hace años por un enfoque pragmático hacia el país vecino para salvaguardar sus intereses económicos.
Esta disyuntiva se ha acrecentado con la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden, partidario de reforzar y ampliar las alianzas estratégicas para contrarrestar la pujanza china, y será uno de los temas más acuciantes que tendrá sobre la mesa el Ejecutivo que se conforme tras los comicios nipones.
¿Un Japón más asertivo?
Fumio Kishida, primer ministro de Japón desde hace menos de un mes y quien salvo sorpresa mayúscula revalidará su cargo en las elecciones, ha dado señales de querer mostrarse más firme frente a los avances militares de China.
Kishida, ex ministro de Exteriores y de Defensa y que llegó al cargo con el respaldo de los sectores más conservadores de su partido, ha señalado que el país se preparará para “varios escenarios” ante el agravamiento de la situación en el Pacífico y reafirmado la alianza estratégica de seguridad con Estados Unidos.
El líder del Partido Liberal Democrático (PLD) también ha manifestado su voluntad de reforzar las capacidades defensivas y disuasorias nacionales, incluyendo la ampliación de sus escudos antimisiles, además de incrementar el gasto en Defensa del país hasta un ratio superior al 2% del producto interior bruto.
Otros partidos, incluyendo al budista (y pacifista) Komeito, actual socio de Gobierno del PLD, proponen contener el gasto militar del país o incluso revisar los términos del acuerdo bilateral de Defensa con Estados Unidos, propuestas que parece difícil que prosperen en la actual coyuntura.
“Hay muchas razones para que el PLD logre movilizar apoyos para una postura más fuerte sobre Defensa. Siempre que hay tensiones regionales, el partido sale beneficiado electoralmente”, dice Jeff Kingston, director de Estudios Asiáticos de la Universidad Temple de Japón.
Cautela por conveniencia
Japón, al contrario que su principal aliado y que otras potencias como la Unión Europea, se ha abstenido de presionar a China por la situación de los derechos humanos de la minoría uigur, una cautela que también mostró a la hora de lidiar con la junta militar de Birmania tras el golpe, debido a sus lazos económicos con el gigante asiático.
Tokio ha mantenido esa ambigua postura diplomática durante la mayor parte del período de posguerra “y nada apunta a que vaya a cambiarla”, señala Kingston.
El historiador añade que Japón “continuará dejando a Washington la tarea de sacar músculo frente a Pekín”, y al mismo tiempo apoyará a Estados Unidos en su despliegue en la región y hará lo posible por mantener el statu quo en la zona, incluyendo la autonomía de Taiwán.
Al margen de sus intereses comerciales, Japón mantiene una disputa territorial con China por la soberanía de las islas Senkaku, administradas por Tokio pero reclamadas tanto por Pekín como por Taipéi, y en cuyas aguas se producen constantes incursiones de buques chinos, según denuncia el Ejecutivo nipón.
Nuevo multilateralismo
La encrucijada japonesa se complica con el nuevo impulso dado por Biden al grupo Quad, que junto a Estados Unidos y Japón integra a Australia y la India y concebido como un frente para contrarrestar la influencia de China en Asia-Pacífico, así como con la conformación de la alianza AUKUS (Australia, Reino Unido y EE.UU.).
Estos y otros movimientos multilaterales que incluyen a actores como Alemania y Francia dirigidos también a contener a Pekín “muestran una estructuración clara, y será difícil que el nuevo Gobierno de Japón pueda resistirse a esta tendencia”, señala el politólogo y profesor de la Universidad de Tokio Yu Uchiyama.
Otro frente importante será el del Acuerdo Progresivo e Integral para la Asociación Transpacífica (CPTPP), creado en su día también como contrapeso a China, pero al que aspira ahora a unirse Pekín, después de que la anterior Administración de Donald Trump decidiera abandonar el pacto de comercio integrado por otros 11 países.
Japón, la mayor economía de las que conforman el CPTPP, ha expresado sus dudas sobre la candidatura de adhesión china mientras que se ha pronunciado de forma más favorable hacia la petición de Taiwán para sumarse al pacto. Todo ello, eso sí, sin abandonar la característica vaguedad diplomática nipona.