Mientras Brasil vive las secuelas de la irrupción de turbas en las principales sedes del poder, su expresidente se ha trasladado a un complejo turístico de Florida, donde una multitud de partidarios acudieron a vitorearlo.
Los devotos de Jair Bolsonaro han viajado en los últimos días a la casa temporal del exmandatario, una comunidad cerrada con toboganes de agua, para tener la oportunidad de verlo. Bolsonaro firmó autógrafos, abrazó a niños y se tomó selfies con las masas que le adoraban, algunos con camisetas de “Make Brazil Great Again” (Hagamos a Brasil grande de nuevo).
“Siempre lo apoyaré”, dijo Rafael Silva, de 31 años, que dejó Brasil hace ocho años y ahora instala pisos en el centro de Florida, donde se paró frente a la casa de alquiler de Bolsonaro el lunes. “Él era lo mejor para el país”.
A primera hora de la tarde, el puñado de simpatizantes con camisetas amarillas se disipó cuando se corrió la voz de que Bolsonaro estaba hospitalizado con dolor abdominal. Su esposa, Michelle, dijo en redes sociales que había sido hospitalizado para observación debido a un malestar abdominal relacionado con el apuñalamiento que sufrió en 2018 y que lo ha llevado a múltiples hospitalizaciones en el pasado. Una foto publicada por el diario brasileño O Globo lo mostraba sonriendo desde su cama de hospital. Un portavoz del hospital no respondió de momento a una llamada telefónica y un mensaje de texto.
Antes de la irrupción del domingo de turbas en el Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial de Brasil, Bolsonaro había sido visto en repetidas ocasiones en esta comunidad del centro de Florida, deambulando por los pasillos de un supermercado Publix, cenando solo en un KFC local y, sobre todo, rodeado de admiradores.
Aunque la policía del condado de Osceola dijo que recibió una solicitud del Servicio Secreto para proporcionar una escolta policial a Bolsonaro cuando llegó y todavía era un presidente en ejercicio, no ha estado rodeado por un grupo notable de seguridad.
“Se sentirá como en casa en el ecosistema derechista de Florida de estafas y podcasting, encontrando aliados con cualquiera que piense que puede utilizarlo para impulsar su agenda de extrema derecha”, comentó Andy Reiter, profesor de política y relaciones internacionales en el Mount Holyoke College que ha investigado a mandatarios extranjeros.
Su nuevo hogar, Encore Resort at Reunion, en los suburbios de Orlando, está formado por casas de alquiler amuebladas con futbolines, salas de proyección, decoración Disney en las paredes y peluches de Mickey Mouse en las camas.
Si la visión del expresidente de uno de los países más grandes del mundo deambulando por una comunidad cerrada a tiro de piedra de Walt Disney World en pantalón corto parece extraña, hay que echar un vistazo a la historia.
A lo largo del último medio siglo, una serie de gobernantes de la región han llamado a este estado su hogar, al menos durante un tiempo, desde el haitiano Prosper Avril hasta el nicaragüense Anastasio Somoza o el panameño Manuel Noriega. Junto a una lista de otros notables latinoamericanos, han vivido tanto en modestas casas como en elaboradas mansiones y, en el caso de Noriega, en una celda de la prisión de Miami, donde pasó 17 años por cargos de narcotráfico.
Cuando los periodistas le preguntaron el lunes si Estados Unidos enviaría a Bolsonaro de vuelta a Brasil, el asesor de Seguridad Nacional Jake Sullivan dijo que el gobierno de Biden no había recibido ninguna solicitud de Brasil relacionada con el expresidente.
El ministro brasileño de Justicia, Flavio Dino, dijo a la prensa que, por el momento, Brasil no tenía planes de pedir a Estados Unidos la extradición de Bolsonaro.
Fuente: Associated Press