Una mujer participa en un ritual con motivo del 'Día de la Pachamama' este jueves, en La Cumbre en (Bolivia). (EFE/ Luis Gandarillas)
Una mujer participa en un ritual con motivo del 'Día de la Pachamama' este jueves, en La Cumbre en (Bolivia). (EFE/ Luis Gandarillas)

Agosto es el mes dedicado a las ofrendas a la Pachamama, la Madre Tierra, en la región de los , para agradecer por las cosechas, una tradición milenaria que sobrevive a pesar del que ha trastocado los ciclos agrícolas.

Durante todo el mes las montañas cercanas a la cordillera de los Andes se convierten en sitios de romería para hacer los rituales de agradecimiento a la Madre Tierra.

A unos 30 kilómetros de La Paz y a poco más de 4,200 metros de altitud la Cumbre acoge a peregrinos que llegaron a ofrendar a la Pachamama a los pies de una estatua de piedra de Cristo con las manos extendidas. Los rezos cristianos se mezclan con los ritos ancestrales en la voz del amauta (sacerdote aymara) Grober Carlos Llaves quien oficia la ceremonia ataviado por un poncho multicolor.

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“La gente, sobre todo los comerciantes y amas de casa, vienen a agradecer por todo lo han recibido el año pasado y a pedir por nuevos deseos y aspiraciones. Ahora todos piden que mejore la situación porque la economía está mal. Es una costumbre muy arraigada”, dice el amauta.

A los pies del Cristo quedan los restos calcinados de la ofrenda que puede incluir alimentos como granos, dulces o elementos simbólicos como dinero falso. Además, como rastro de la presencia de los creyentes, quedan botellas de plástico que contaminan estos sitios que los creyentes consideran sagrados.

Bajo esta cordillera cuyos picos van perdiendo nieve por el cambio climático, se extienden las verdes pendientes andinas y las gargantas de los ríos.

Según la cosmovisión andina la Pachamama despierta en agosto, hambrienta y sedienta, tras la época seca de invierno y hay que darle de comer y beber para el inicio de un nuevo ciclo agrícola que llegará con las primeras lluvias de la primavera en el hemisferio Sur (septiembre), aunque cada vez las lluvias llegan más demoradas.

“Esta creencia pasa de generación en generación, viene de nuestros antepasados para que nos vaya bien, para tener buena salud, dinero y bienestar”, dice el comerciante Julio Chávez que ha llegado a la ceremonia con su familia para realizar una ofrenda.

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Es un acto de reciprocidad con la Madre Tierra a la que se agradece por los frutos recibidos y para pedirle buenas cosechas, dice el antropólogo Milton Eyzaguirre.

En un barrio tradicional de La Paz llamado la “calle de las brujas”, coloridos puestos con vista a la calle ofrecen durante todo este mes las ofrendas para las “mesas”. Entre lo que venden están dulces caseros, lanas de colores, resinas aromáticas y dólares falsos papel que sirven para llamar al dinero. También se ofrendan fetos de llamas, pues la llama era considerada un animal sagrado por los pueblos andinos.

Todo eso y más arde en pequeñas hogueras.

La migración indígena arraigó éstas costumbre en las ciudades y pueblos donde se ofrenda para pedir por buena salud, buenos negocios, amor y dinero, dice Margarita Calle, una vendedora de ofrendas.

Para los expertos el cambio climático castiga a estas zonas altas con heladas, sequías, reducción de los nevados y los ciclos agrícolas con frecuencia se retrasan provocando disminución en las cosechas. A pesar de ello la fe no disminuye entre los devotos de la Pachamama que, cada año, continúan haciendo las ofrendas de agradecimiento.

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