Javier Milei, que llegó a la presidencia de Argentina con propuestas radicales y poca disposición a negociar con la “élite política” del país, se está convirtiendo en todo un pragmático.
En su último cambio radical, su Gobierno descartó el lunes los planes para privatizar la petrolera estatal YPF SA, y propuso solo ventas parciales de otras empresas estatales, como la generadora de energía nuclear Nucleoelectrica, el Banco Nación y la compañía satelital Arsat.
La personalidad radical de Milei ha seguido expuesta en eventos públicos. La semana pasada dedicó un discurso completo en el Foro Económico Mundial de Davos a advertir sobre los peligros del socialismo, sin mencionar los propios problemas de Argentina.
Sin embargo, en privado, su delegación buscaba seducir a los líderes empresariales para que invirtieran en el país. Y con su llamado paquete general de 600 medidas de reforma enfrentando una batalla cuesta arriba en un Congreso controlado por la oposición, el presidente libertario se ha visto obligado a negociar.
Desde que regresó de la ciudad alpina suiza, Milei ha aceptado introducir cambios en más de 100 medidas del proyecto de ley Ómnibus, concebido principalmente para reducir el gasto y desregular varios sectores económicos.
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Mientras que la decisión sobre YPF puede formar parte de una estrategia para proteger sus activos del embargo de los acreedores, otras están más claramente diseñadas para ganarse a los legisladores y asegurar la aprobación del plan a pesar de la escasa minoría de su partido.
Milei modificó el proyecto de ley para aumentar el pago de las pensiones de acuerdo con la inflación mensual, tras haberse negado anteriormente a comprometerse a un ajuste concreto. También modificó una controvertida propuesta que le otorgaba poderes de emergencia para fijar la política económica, social y de defensa durante cuatro años, es decir, todo su mandato. Ahora, la petición de poderes de emergencia ya no se aplica a las cuestiones sociales y de defensa, y se limita a dos años como máximo.
La nueva disposición de Milei a negociar es aún más significativa si se tiene en cuenta que el año pasado planteaba la idea de un referéndum popular en caso de que el Congreso derogara sus propuestas. Sugiere un enfoque menos conflictivo que puede ser clave para el éxito de sus planes.
“No creo que nadie pensara seriamente que el Gobierno tendría plena discreción para privatizar activos o que YPF y el Banco Nación estarían entre los activos que se privatizarían”, dijo Patrick Esteruelas, jefe global de investigación de Emso Asset Management. “Si esto termina siendo el precio final para preservar los principales pilares fiscales de la propuesta del Gobierno, lo llamaría una muy buena noticia”.
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Los cambios en el proyecto de ley Ómnibus fueron el resultado de horas de negociaciones a puerta cerrada, así como de audiencias públicas celebradas en las últimas semanas, aunque Milei niega que recibiera presiones para hacerlos.
“No hemos cedido en nada”, dijo el lunes por la mañana en una entrevista con la emisora de radio Rock&Pop. “Hay mejoras. Si alguien propone una mejora, la aceptamos”.
Pragmatismo o sin opciones
Queda por ver si los cambios de política de Milei en materia de privatizaciones y pago de pensiones bastarán para apaciguar a los trabajadores públicos, que esta semana se disponen a organizar una huelga nacional contra su campaña de austeridad. Pero no es la primera vez que Milei da marcha atrás en importantes promesas políticas, o al menos las retrasa hasta que llegue un momento más oportuno.
Su promesa de introducir el dólar como moneda de curso legal en Argentina, anunciada durante la campaña como solución a la crisis inflacionista, quedó aparcada después de que abandonara al gurú de la dolarización Emilio Ocampo para elegir a Luis Caputo como zar económico.
Caputo, que anteriormente fue ministro de Finanzas del expresidente Mauricio Macri, lanzó entonces un clásico programa de austeridad para atacar las causas reales de la inflación crónica de Argentina, prometiendo que la dolarización se consideraría en el momento oportuno. El banco central de Argentina, que Milei había prometido “quemar” una vez en el cargo, sigue funcionando al menos hasta entonces.
La política exterior de Milei también requirió ajustes cruciales. Como candidato, no se lo pensó dos veces antes de llamar “asesinos” a los chinos y describir Mercosur —el bloque comercial sudamericano que incluye a Argentina— como una “unión aduanera de mala calidad”.
Una vez en el poder, encomendó a la ministra de Asuntos Exteriores, Diana Mondino, la tarea de arreglar las relaciones con China, uno de los principales destinos de las exportaciones agrícolas argentinas, y con Mercosur.
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