Incluso en Argentina, un país cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de crisis financiera, el momento actual es álgido.
Con una inflación que se acerca a los tres dígitos y, según los economistas, a solo uno o dos errores de política de desencadenar una hiperinflación, el banco central está tratando desesperadamente de evitar una devaluación del peso que solo daría paso a otra ola de alzas de precios.
Cada día, el banco envía a sus operadores a vender dólares y comprar pesos que nadie quiere. En promedio, gasta US$ 60 millones diarios. Por ahora, eso ha mantenido al peso mayormente estable en el mercado primario de divisas.
El problema es que sus reservas de divisas, la moneda fuerte que sirve como provisión de emergencia para proteger a un país de la ruina financiera, ahora son tan bajas que nadie puede decir realmente cuánto más pueden gastar. Apenas la semana pasada, la nación sufrió una hemorragia de US$ 1,470 millones incluso cuando el presidente Alberto Fernández entregó amplios poderes a un ministro de Economía recién nombrado para arreglar las cosas.
Según algunos informes, los banqueros centrales ya han utilizado todas las reservas fáciles de gastar que tenían a mano, dejándolos con dificultades para encontrar formas de convertir los activos ilíquidos en efectivo.
Los datos públicos del banco central son demasiado turbios para descifrar cómo está utilizando exactamente las diversas pilas de dinero que componen sus reservas, y los funcionarios no hablan sobre el tema.
Lo que se sabe es esto: hay pocas posibilidades de obtener ayuda financiera del extranjero. Los inversionistas extranjeros en bonos, que ya han presionado a la baja el precio de los bonos extranjeros de Argentina a unos 20 centavos por dólar, están demasiado asustados por una serie de defaults previos como para prestarle dinero al país ahora.
Es poco probable que el Fondo Monetario Internacional intervenga en este momento tampoco. Ya ha comprometido cerca de US$ 44,000 millones para el país y no muestra interés en prometer más capital.
Todo esto significa que los operadores locales se están posicionando para una gran devaluación. Llevaron el peso a un mínimo de 335 por dólar el mes pasado en el mercado paralelo no oficial donde se negocia libre de la intervención del Gobierno, un 60% más débil que la tasa de 130 por dólar en el mercado oficial.
Una devaluación de esa magnitud, dicen los economistas, podría provocar un aumento inmediato en los precios de hasta un 30% en bienes esenciales como alimentos y aumentos aún mayores en combustibles, profundizando las dificultades financieras que los argentinos han estado soportando durante años.
“El problema es que nunca tuvimos un tipo de cambio real tan bajo ni una brecha tan alta, por lo que no van a aguantar con este nivel de reservas sin devaluar”, dijo Emiliano Anselmi, economista de la corredora Portfolio Personal Inversiones.
En un intento por contener la crisis, Fernández nombró la semana pasada al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, como ministro de Economía, dándole al exjefe de gabinete y político experimentado una cartera ampliada y la misión de arreglar la economía.
Massa, que asumirá el cargo el miércoles después de que su predecesora durara solo tres semanas, enfrentará profundas divisiones políticas que paralizarán a la coalición gobernante de izquierda de Argentina, sin mencionar a los inversionistas globales que sacan dinero de los mercados emergentes a medida que la Reserva Federal eleva las tasas de interés.
Sin efectivo
A medida que el dinero sale de Argentina, las reservas del país brindan una última línea de defensa para el peso. La mayoría de las estimaciones ubican las llamadas reservas netas de Argentina (sus activos disponibles, menos el dinero que debe) en alrededor de US$ 2,000 millones, y algunos economistas estiman que son aún menores.
Más de la mitad del dinero en el balance del banco central se mantiene en líneas de swaps de divisas con China y el Banco de Pagos Internacionales. El oro representa una pequeña porción. La mayor parte del resto, unos US$ 12,000 millones, proviene de los depósitos bancarios de los ahorristas.
El banco central se negó a comentar sobre la composición exacta de sus US$ 38,000 millones en reservas brutas o qué dinero usa para respaldar el peso. Dice que mantiene suficiente moneda extranjera disponible para sostener el crecimiento económico normal y mantener un mercado de divisas equilibrado.
Los temores sobre la insolvencia del Gobierno son tan agudos que los ahorristas se apresuraron el mes pasado a sacar dólares de sus cuentas bancarias. Los depósitos en dólares cayeron a su nivel más bajo desde el 2016 cuando los argentinos retiraron casi US$ 750 millones.
“La gente reacciona rápidamente en tiempos de tensión en el mercado”, dijo Pablo Waldman, estratega sénior de Inviu en Buenos Aires. “Prefieren esconder sus ahorros debajo del colchón proverbial”.
Graves aprietos
Sin duda, Argentina se las ha arreglado con menos antes, cuando sus reservas totales cayeron hasta US$ 37,000 millones en marzo antes de que la nación llegara a un nuevo acuerdo con el FMI. También existe la esperanza de que Argentina pueda recibir una avalancha de dólares si puede persuadir a los productores de soja para que vendan unos US$ 13,400 millones de sus granos almacenados, en lugar de esperar una tasa de cambio más favorable.
Los inversionistas son optimistas de que Massa tendrá más posibilidades de apuntalar la economía que su predecesora, Silvina Batakis.
“Massa es una mejora”, dijo Graham Stock, estratega sénior de deuda soberana de mercados emergentes en Bluebay Asset Management en Londres.
No obstante, puede que no haya mucho que él pueda hacer. Devaluar la moneda avivaría una inflación que ya supera el 60%, pero tratar de mantenerla cerca de sus niveles actuales será un desafío dada la falta de dólares en el país. El Gobierno necesita recortar el gasto, pero eso presenta el riesgo de socavar el apoyo popular.
“El problema central sigue siendo que no hay una solución fácil para la crisis”, dijo Stock. “La alta inflación está haciendo que el Gobierno sea impopular y está impulsando la fuga de capitales”.