En Acre, el estado más occidental de Brasil, se está construyendo un nuevo y reluciente tramo de autopista para hacer realidad las esperanzas de transformación económica del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Pero también podría acusar el golpe de todas las políticas proteccionistas de Donald Trump.
La construcción de un puente y vías de acceso en un corredor de 10 kilómetros que conduce a la frontera peruana puede parecer un proyecto modesto para semejante carga. Su importancia radica en que forma parte de una red de arterias nuevas o modernizadas destinadas a unir el vasto territorio de Brasil con sus vecinos sudamericanos, hasta llegar al océano Pacífico... y de ahí a China.
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Por su geografía y su historia colonial, Brasil ha mirado tradicionalmente al Atlántico en busca de comercio. Ahora, bajo la presidencia del universalmente conocido como Lula, está estrechando lazos con Asia-Pacífico. El nuevo sistema de carreteras y ferrocarril reducirá el tiempo de viaje de las mercancías a los puertos chinos en entre 10 y 12 días, y tiene el potencial de añadir un punto porcentual —o unos US$22.000 millones— al PIB de Brasil al año, según conversaciones con funcionarios y documentos del Ministerio de Planificación a los que tuvo acceso Bloomberg News.
La construcción de infraestructura forma parte del gran plan de Lula para que Brasil ascienda en la cadena de valor y se desarrolle económicamente, algo en lo que la ayuda de Pekín es clave. Es una estrategia que se pondrá de manifiesto cuando el presidente chino, Xi Jinping, recorra América Latina, primero asistiendo al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Perú esta semana, después en la cumbre del Grupo de los 20 organizada por Lula en Río de Janeiro, para culminar con una visita de Estado a Brasilia.
Sin embargo, se trata de un camino que ya había sacado ronchas en Estados Unidos incluso antes de la victoria electoral de Trump, cuando la administración Biden advirtió a Brasil que no profundizara en sus relaciones con China y le advirtió que no se uniera al programa de infraestructura de la Franja y la Ruta de Xi. Ante la promesa de Trump de imponer aranceles de hasta el 60% a las importaciones chinas, su administración amenaza con ser aún más agresiva a la hora de enfrentarse a los aliados dispuestos a romper filas frente a Pekín.
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Lula no se doblega. Brasil ya comparte objetivos geopolíticos con China, a través del grupo BRICS, del que ambos son miembros fundadores, y de su propuesta conjunta para poner fin a la guerra de Rusia contra Ucrania. Dilma Rouseff, la sucesora de Lula como presidenta y que fue destituida en 2016, dirige ahora el Nuevo Banco de Desarrollo en Shanghái.
En un momento en que China enfrenta crecientes obstáculos para el comercio con EE.UU., así como con los países europeos, Lula ve una oportunidad para la mayor economía de América Latina, según cuatro personas con conocimiento de la postura de su gobierno, que pidieron no ser identificadas por tratarse de temas de inversión confidenciales.
Envalentonado, Lula quiere sacar provecho de la iniciativa de la Franja y la Ruta sin unirse formalmente a ella. Su gobierno busca la participación china en cuatro proyectos: un programa de infraestructura nacional; rutas de integración regional; la transición de Brasil hacia la energía limpia; y la modernización industrial. Brasil está negociando con China el financiamiento y quiere llevar la relación más allá de la exportación de materias primas como el mineral de hierro y los productos agrícolas, indicaron las fuentes.
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En una entrevista concedida en agosto a un sitio web de noticias local, Lula se mostró típicamente combativo y afirmó que los chinos quieren sacar a colación la iniciativa de la Franja y la Ruta en su reunión con Xi. “No vamos a cerrar los ojos”, aseguró. “Vamos a decir: ‘¿Qué hay para nosotros?’”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores chino envió una delegación a Brasil a finales de octubre para preparar la visita de Xi. Según una fuente cercana al ministerio, se consideraba que las relaciones bilaterales eran buenas en general y que no había desacuerdos fundamentales. China está dispuesta a ampliar sus inversiones en el país, que ya abarcan desde la agricultura hasta los vehículos eléctricos, y ve en Brasil una base ideal para la fabricación, así como una puerta de entrada a otros países de América Latina con los que tiene acuerdos de libre comercio, señaló la fuente, que pidió no ser identificada ya que no está autorizada a hablar con los medios de comunicación.
La decisión se ha tomado “para llevar nuestra asociación estratégica a una nueva fase más amplia, y si los chinos incluyen la Franja y la Ruta, no tenemos ningún problema con ello”, dijo Celso Amorim, principal asesor de política exterior de Lula. “No está ni dentro ni fuera, pueden llamarlo como quieran”.
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Washington es menos indiferente. En declaraciones pronunciadas en el Bloomberg New Economy at B20, celebrado en octubre en São Paulo, la representante de Comercio de EE.UU., Katherine Tai, afirmó que les “agradecería a nuestros amigos de Brasil que consideren los riesgos” de estrechar los lazos con China, y que “piensen realmente cuál es el mejor camino a seguir para aumentar la resiliencia de la economía brasileña”.
Está previsto que el presidente Joe Biden se reúna con Xi en la APEC y luego viaje al G20 en Río, con una escala en la capital amazónica de Manaos para reunirse con líderes locales que trabajan para preservar la selva tropical. Da la casualidad de que empresas chinas como el fabricante de automóviles BYD Co. tienen una fuerte presencia en Manaos.
“En términos económicos, a Brasil le interesa no tomar partido en esta disputa entre sus dos principales socios comerciales. Su comercio con China es más del doble que con EE.UU., pero mientras EE.UU. recibe principalmente productos manufacturados de Brasil, más de tres cuartas partes de las exportaciones brasileñas a China son materias primas. El stock de inversión extranjera directa estadounidense en el país es más de seis veces mayor que la IED china, pero esta última está aumentando más rápidamente. Si Trump tiene la intención de utilizar acuerdos bilaterales para hacer frente al déficit comercial de EE.UU., Brasil probablemente no será una prioridad, ya que EE.UU. tiene un pequeño superávit en su comercio con Brasil”.
Las inversiones chinas han ido avanzando en América Latina en áreas como la movilidad eléctrica, las energías renovables, la infraestructura urbana y la fabricación de alta gama. En la década y media hasta 2022, China invirtió unos US$96.000 millones en los países del bloque comercial Mercosur —Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y más recientemente Bolivia— y ha dicho que planea elevar esa cantidad a US$250.000 millones para 2025.
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Un conducto clave para las inversiones será el puerto peruano de Chancay, de propiedad china, que cuando esté operativo será el primero de la costa del Pacífico del continente capaz de manejar los enormes buques portacontenedores que viajan directamente entre Asia y Sudamérica. Gran parte de la nueva infraestructura de transporte de Brasil desembocará en Chancay. Se espera que Xi inaugure el puerto durante su viaje a la APEC.
Anunciado como un “megapuerto” de US$1.300 millones, es propiedad mayoritaria y está gestionado por la naviera china Cosco Shipping. Ello ha suscitado críticas en EE.UU. por la creciente presencia china en América Latina y la preocupación de que la instalación pueda representar una amenaza para la seguridad nacional si la marina china lo utiliza.
Estas preocupaciones fueron desestimadas en un artículo de opinión publicado el 20 de octubre en el diario estatal chino Global Times, calificándolas de “mentalidad de juego de suma cero”. Mario de las Casas, gerente de asuntos corporativos de Chancay, negó que exista un riesgo, afirmando que las leyes peruanas exigen la aprobación del Congreso para la presencia militar extranjera, y se centró en su potencial.
“Este puerto se convertirá en un importante hub que recibirá carga de países como Chile, Ecuador, Colombia, y esperamos que Brasil también”, manifestó De las Casas. “Con un ferrocarril de Brasil a Perú, Sudamérica se convertirá en una potencia mundial”.
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Brasil podría ayudar a coordinar esos proyectos de la iniciativa de la Franja y la Ruta para los miembros del BRICS, pero “realmente necesita firmar un memorando de entendimiento con China”, señaló Wang Yiwei, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Renmin y exdiplomático chino considerado cercano al gobierno de Pekín. El gobierno de izquierda de Lula “comparte valores similares con China, no solo intereses comunes limitados, así que esta es una oportunidad”, afirmó.
Si es así, es poco probable que escape a la atención de la próxima administración Trump, especialmente bajo la mirada de Elon Musk, un firme partidario del predecesor de Lula, Jair Bolsonaro, que se ha enfrentado a las autoridades brasileñas por la desinformación en su red social X.
Las inversiones chinas en Brasil están pasando cada vez más del anuncio a la materialización, e invadiendo lo que antes se consideraba territorio estadounidense. Entre ellas se incluye la mayor operación de BYD en el sector de los vehículos eléctricos fuera de Asia —ubicada en una antigua planta de Ford Motor Co. en el estado de Bahía— y una asociación local con el fabricante chino de teléfonos inteligentes Oppo. Brasil también está cortejando a SpaceSail, un fabricante de satélites con sede en Shanghái, para competir con el servicio de internet Starlink de Musk.
Hasta 2017, el primer año de la primera administración Trump, EE.UU. era el mayor proveedor de soja de China. Con la imposición de aranceles por parte de Trump, una guerra comercial y el posterior enfrentamiento, Brasil ocupó su lugar, y en la actualidad es el mayor proveedor de China de importaciones de alimentos en general.
“El hecho de que China esté invirtiendo más en los países en desarrollo que en los desarrollados refleja el aumento de las tensiones con EE.UU. y la UE y las crecientes barreras impuestas por estos países a Pekín”, indicó Claudia Trevisan, directora ejecutiva del Consejo Empresarial Brasil-China.
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Trump ha planteado aranceles de hasta el 20% sobre todas las importaciones, una medida que afectaría los envíos de Brasil, así como a los de otros aliados. Sin embargo, su amenaza de imponer gravámenes aún más elevados a China podría diezmar el comercio bilateral, cediendo negocios a Brasil. Según Trevisan, Brasilia tiene la oportunidad de liderar las negociaciones con Pekín en nombre de otros países latinoamericanos, maximizando la influencia al actuar como un bloque estratégico, pero falta la coordinación regional necesaria.
“Pekín tiene inversiones en Chile, Argentina, Brasil, Bolivia, Perú y no hay una asociación en la región sobre cómo tratar con él ni cómo discutir inversiones en infraestructura que creen conectividad en la zona”, señaló. “Cada uno va por su cuenta”.
El gobierno de Lula trabaja para fortalecer esa conectividad a través de su proyecto “Rutas de Integración Sudamericana”, con 190 obras de infraestructura en los 11 estados que limitan con sus vecinos. Tiene grandes expectativas de que China Communications Construction Co. (CCCC), con sede en Pekín, se sume a las licitaciones para la construcción de autopistas y, más adelante, de ferrocarriles, según un funcionario en Brasilia.
El gobierno brasileño ha destinado US$700 millones a obras nacionales, mientras que se crearon fondos especiales por unos US$10.000 millones para sus vecinos a través de bancos multilaterales de desarrollo liderados por el BNDES de Brasil, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, CAF, según los documentos de planificación.
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Independientemente del sentimiento de Washington, en Brasil se está debatiendo si la adhesión a la iniciativa de la Franja y la Ruta ayudará a obtener inversiones chinas inmediatas, explicó el funcionario brasileño.
En cuanto a los beneficios para China, es posible que Xi no sea totalmente altruista, según Ja Ian Chong, profesor asociado de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Singapur.
“Estoy seguro de que Xi está abierto a cooperar con Lula, aunque no estoy tan seguro de que la intención sea ayudar a Lula”, sostuvo Chong. “Puede que se trate más bien de asegurarse las materias primas de Brasil y tener más acceso a un mercado importante”.
Simone Tebet, ministra de Planificación de Brasil, afirma que desde hace tiempo se está produciendo un “cambio geoeconómico” desde la base industrial del sureste del país hacia los agronegocios del centro-oeste, como consecuencia de la demanda asiática de alimentos. Esto explica el giro hacia el Pacífico, no solo para acceder más fácilmente a China, sino también a mercados como Vietnam, Indonesia, Corea y Bangladesh. La realidad es que la integración regional requiere inversiones y conocimientos externos, y China es la única opción.
“He estado en Washington. Tienen interés en el saneamiento, en la infraestructura verde”, pero pocas inversiones más, asegura Tebet. Sin embargo, las relaciones entre China y Brasil son “lo suficientemente maduras” como para satisfacer los intereses de la otra parte, independientemente de la adhesión a la iniciativa de la Franja y la Ruta.
“China necesita alimentos más baratos y Brasil puede proveerlos”, afirmó. “Si tienes ferrocarriles, llegas más rápido y más barato”.
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