El multimillonario Roman Abramovich, a quien Ucrania ha pedido que medie en las negociaciones de paz después de dejar el Chelsea, y su compatriota Dmitri Rybolovlev, dueño del Mónaco, son parte de los nombres rusos salpicados por la guerra, como la firma Gazprom, que ya no será patrocinador de clubes como el Schalke 04 alemán.
Días después de anunciar que se apartaba de la administración del Chelsea inglés, para dejarla en manos de la fundación del club, Abramovich ha recibido la petición del gobierno ucraniano para ejercer como mediador en busca de la paz entre Ucrania y Rusia, según el portavoz del multimillonario.
Huérfano a los cuatro años y criado en una región remota y cercana a Siberia, la fortuna de Roman Abramovich, dueño del Chelsea, se forjó en la desmembración de la URSS. La ‘perestroika’ permitió que se hiciera con activos y empresas que habían pertenecido al gobierno soviético por precios irrisorios respecto al valor de mercado.
En este ascenso, tuvo mucho que ver su buena relación con Boris Berezovsky, que se hizo millonario con la venta de autos en Rusia y era buen amigo del entonces presidente Boris Yeltsin. Ese fue el ‘pelotazo’ de Abramovich, que junto a Berezovsky adquirió en 1995 la petrolera Sibneft por apenas 100 millones de libras, mediante un controvertido sistema de ‘préstamos por acciones’.
Para facilitar el acuerdo, Abramovich admitió años después en una corte de Londres haber sobornado a oficiales rusos para que dieran el visto bueno. Esto explicó por qué tan solo se pagó 100 millones de libras por la empresa. Para comienzos del 2000, Sibneft facturó más de 2,000 millones de libras.
Fue en enero del 2003 cuando Abramovich dio el paso de meterse en el fútbol europeo y comprar el Chelsea, por una cantidad cercana a los 90 millones de euros. Su objetivo era conseguir que el equipo de Londres pasara de ser un simple candidato más, a dominar el fútbol europeo. Y lo consiguió.
Desde su ascenso al poder, el Chelsea ha ganado 18 títulos, incluidas dos Copas de Europa. Solo necesitó dos campañas para conquistar la “Premier League” por primera vez en 50 años y el panorama del fútbol mundial ya no puede entenderse sin el club de Stamford Bridge.
La situación de Abramovich como dueño, sin embargo, es tumultuosa desde el 2018, cuando no pudo renovar su visado de inversor por las malas relaciones entre Rusia y Reino Unido. Se hizo con un pasaporte israelí y desde entonces apenas ha visitado Londres una vez, en noviembre del 2021. La semana pasada, el oligarca ruso anunció que dejaba la administración del club en manos de su fundación, echándose a un lado hasta que termine la guerra entre Ucrania y Rusia.
Con la venta de su accionariado en Sibneft en el 2005 a Gazprom, Abramovich se embolsó unos 11,000 millones de euros, que luego reinvirtió un año más tarde en la compra de la siderúrgica Evraz. Este es ahora mismo su mayor activo financiero.
En el ámbito político, Abramovich ha mantenido siempre un estrecho vínculo con Vladimir Putin, tal y como confirmó una corte de Inglaterra en setiembre del 2012, que declaró que “tiene un acceso privilegiado al presidente”, pero que no había evidencias de que pudiera “manipularle”. En los últimos tiempos y debido a las malas relaciones entre Reino Unido y Rusia, Abramovich se ha distanciado de Putin.
La invasión de Rusia a Ucrania iniciada cinco días también ha hecho que la prensa francesa hable estos días de Dmitri Rybolovlev, el millonario ruso que controla uno de los históricos del fútbol galo, tras haber comprado en 2011 dos tercios del Mónaco.
Aunque las autoridades estadounidenses lo consideran como uno de los oligarcas cercanos al presidente ruso, Vladímir Putin, la prensa francesa ha aclarado que la proximidad de Rybolovlev con el mandatario no es tal, por lo que su presencia en la gerencia del club no debería estar comprometida.
El propietario del Mónaco, quien delegó en el 2019 la administración de la entidad a otro ruso, Oleg Petrov, figura en el puesto 391 de la lista de personas más ricas del mundo de la vista Forbes.
Coleccionista de arte y protagonista de un carísimo divorcio en el 2015, Rybolovlev ha estado implicado en rocambolescos problemas judiciales, primero en un caso que le opone al marchante de arte suizo Yves Bouvier y luego imputado por corrupción en 2018 por sus estrechas relaciones con las autoridades judiciales del Principado.
También en el minúsculo Mónaco, el club de baloncesto, uno de los punteros de la liga francesa, está desde finales de enero en manos de Aleksej Fedoricsev, un empresario de origen ruso aunque con pasaporte monegasco y húngaro.
Fedorocsev reemplazó a Sergey Dyadechko, un hombre de negocios ucraniano que llevó al equipo a la élite y se mantiene como accionista minoritario y vicepresidente de las operaciones deportivas.
Nombres propios aparte, la crisis ya incide también en el consorcio estatal ruso Gazprom y a sus contratos de patrocinio en el ámbito deportivo. El Schalke 04, actualmente en la segunda categoría del fútbol alemán, lo ha rescindido tras una reunión del consejo directivo y el consejo de vigilancia de la entidad.
El contrato con Gazprom era válido hasta el 2025 y le garantizaba al Schalke 9 millones de euros al año. En el caso de un ascenso a la primera categoría Gazprom hubiera pasado a pagar 15 millones de euros anuales.
El club, cuyas relaciones con la firma rusa habían sido objeto de crítica entre sus aficionados, ha asegurado que su “viabilidad financiera no se pone en peligro por esta decisión” y que pronto presentará un nuevo patrocinador.