Seis especies de primates de América Latina que habitan en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú y una que se extiende desde México hasta Colombia, están entre las más amenazadas del mundo.
La deforestación y la cacería, además de las enfermedades, están diezmando a las poblaciones de primates en la región, señaló un panel de especialistas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que prepara la lista roja de primates en riesgo.
El titi de Alta Floresta, de Brasil, aparece por primera vez en este listado que se actualiza cada dos años, señaló la ecuatoriana Stella de la Torre, organizadora del Congreso de la Sociedad Internacional de Primatología que se reunió en Quito para hacer un inventario parcial.
Esta es “una guía para saber a qué especies darles prioridad en temas de manejo e investigación”, agregó de la Torre.
Además del titi de Alta Floresta, están bajo amenaza especies como el titi de cabeza amarilla, el capuchino kaapori y el mono araña de cabeza marrón, señaló la también catedrática de la privada Universidad San Francisco de Quito. Completan el listado el capuchino ecuatorial, el aullador marrón y el mono araña centroamericano.
Todas estas variedades son parte de las 25 más amenazadas en el mundo, entre las que también aparecen especies de África y Asia.
En el mundo hay 523 especies y en el continente americano habitan 171, de las cuales el 42% está en riesgo de desaparecer.
La deforestación es el principal factor que pone en peligro a estos animales, apuntaron investigadores.
“Para cada especie hay distintas amenazas. Hay especies que sufren más con la cacería, hay otras que sufren por la fragmentación de hábitat, hay unas que son más susceptibles a enfermedades”, dijo Leandro Jerusalinsky, del Centro Nacional de Investigación y Conservación de Primates de Brasil.
El “tiro de gracia”
En Ecuador, uno de los países más megadiversos (de los mayores índices de biodiversidad), la situación es “dramática”, expresó de la Torre al recordar que las 22 variedades de monos que habitan su país están bajo alguna categoría de amenaza, de acuerdo con el Libro Rojo de los mamíferos.
Por ejemplo, la fragmentación de los bosques condena a los primates a vivir en pequeños parches verdes, lo que deriva en otro problema: la endogamia y con ello alteraciones genéticas. Además, la cercanía con personas los expone a enfermedades que les resultan letales.
“Como son nuestros parientes más cercanos tenemos muchas similitudes fisiológicas y mucha posibilidad de que haya transmisión de enfermedades entre humanos y primates”, explicó de la Torre. La fiebre amarilla, el paludismo o el herpes diezman poblaciones de monos.
Cuando los primates son empujados a convivir en pequeñas extensiones de bosque, una enfermedad es como un “tiro de gracia”. Para una población reducida es muy difícil recuperarse pues los monos tienen tiempos de gestación e infancias largas, lo que hace que se reproduzcan lentamente.
La cacería, el tráfico de animales vivos para el mercado de mascotas y creencias de que la sangre de mono cura enfermedades también ponen en riesgo a los primates en el continente americano.
El miedo a contagiar a los monos con COVID-19 frenó en los dos últimos años el trabajo de científicos, que se vieron obligados a suspender expediciones.
“Esto también causó impacto en la conservación porque tuvimos que dejar de hacer trabajos básicos de educación y con comunidades”, comentó Leandro Jerusalinsky.