Cuando la compañía petrolera española Repsol dijo en diciembre que en 30 años reduciría a cero la huella neta de carbono de todo lo que produce, su anuncio significó el compromiso más grande de la historia por parte de una gigante petrolera para librarse de algunos de los vestigios de un pasado fósil a favor de un futuro soleado y venturoso.
Muchos se burlarán. Después de todo, las compañías petroleras son ampliamente consideradas villanos de la crisis climática. Repsol es un productor relativamente diminuto; su promesa puede ser simplemente una táctica para atraer a los inversores interesados en la “sostenibilidad”. Aun así, merece una palmada en la espalda.
Sin habilidades de gestión de proyectos y los balances de la industria petrolera, es difícil imaginar que el mundo construya suficientes parques eólicos, plantas solares y otras formas de energía limpia para detener el catastrófico calentamiento global. La pregunta ya no es "si" las ‘Big Oil’ tienen un papel importante que desempeñar para evitar la crisis climática; es "cuando". No obstante, la mayoría de ejecutivos del sector no saben qué responder y enfrentan un dilema.
Aunque el mundo los necesita para respaldar la energía limpia, sus negocios de petróleo y gas tradicionalmente han generado mayores ganancias. Sin embargo, pronosticar los retornos es complejo, y cada vez lo es más. Además de los riesgos de proyectos, implica evaluar la actitud de los inversores, los gobiernos y los consumidores frente a las incertidumbres climáticas.
Para los escépticos, todo el ruido favorable al clima es insuficiente en la práctica, ya que pocas personas están dispuestas a hacer sacrificios para reducir el carbono que obligarían a actuar a las empresas petroleras. Pero el ruido a veces es seguido de acción. En caso de que sea esta vez, la década del 2020 puede ser crucial para la industria petrolera.
En el sector energía, pueden pasar muchas cosas en diez años. La década del 2010 vio cómo los mercados de petróleo eran transformados por el esquisto estadounidense. En Europa, la energía renovable provocó algo casi desgarrador para un tipo diferente de empresa de energía: los servicios públicos. Ante la amenaza existencial de la energía eólica y solar, los productores de energía de combustibles fósiles, como E.ON y RWE de Alemania, se separaron, rediseñaron sus negocios y emergieron más limpios y fuertes.
Las empresas del sur de Europa, como la española Iberdrola y la italiana Enel, adoptaron las energías renovables en todo el mundo. El año pasado, los retornos totales de los accionistas de las revitalizadas empresas de servicios públicos europeos dejaron relegadas a la industria del petróleo y el gas.
Las ‘Big Oil’ se parecen a las empresas europeas de servicios públicos de hace una década: potencialmente en camino a un shock sísmico y en negación. Algunos gigantes, como ExxonMobil y Chevron en Estados Unidos, siguen apostando fuertemente por el petróleo, creyendo que la demanda de gasolina seguirá siendo fuerte en el futuro previsible.
Otros, entre ellos las gigantes de Europa, Royal Dutch Shell, Total y BP, prefieren cada vez más el gas natural y consideran la generación de energía baja en carbono (aunque no necesariamente cero carbono) como una forma de apuntalar su modelo de negocio a medida que más autos y otras cosas comienzan a funcionar con electricidad.
Algunos incursionan en las energías renovables, especialmente en Europa. Pero de la friolera de US$ 80,000 millones de gastos de capital que realizaron el año pasado las siete empresas de energía más grandes de Europa que cotizan en bolsa, solo el 7.4% (menos de US$ 1,000 millones cada una en promedio) se destinó a energía limpia. Para cumplir con los objetivos del acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de los 2° C, la relación entre la energía sucia y la clase limpia deberá invertirse.
El 14 de enero, el banco UBS calculó que el gasto de capital en energía renovable, redes eléctricas y baterías tendrá que aumentar globalmente a US$ 1.2 billones al año en promedio desde ahora hasta el 2050, más del doble de los US$ 500,000 millones gastados cada año en petróleo y gas. Para ayudar a financiar eso, considera que las compañías de petróleo y gas necesitarán desviar US$ 10 billones de inversiones de los combustibles fósiles durante el mismo período.
Eso suena impensable. Por ahora, los ejecutivos petroleros no muestran apetito por un cambio de dirección tan radical. En todo caso, están trabajando más duro en sus activos de petróleo y gas, para separar ganancias y entregarlas a los accionistas mientras aún pueden. El petróleo, dicen, genera retornos de dos dígitos sobre el capital empleado. Energía limpia, solo de un dígito.
Pueden estar exagerando las cosas. Primero, como señala el Boston Consulting Group, ninguna gran industria tuvo un desempeño peor para los accionistas en la segunda mitad de la década del 2010 que el petróleo y el gas. En segundo lugar, el Oxford Institute for Energy Studies (OIES), un grupo de expertos, dice que los inversores preocupados por el clima ya están elevando el costo de capital de las compañías petroleras para proyectos a largo plazo, reduciendo los retornos.
En tercer lugar, con sus vastos balances y su habilidad para construir y administrar complejos esfuerzos durante décadas, podrían aumentar drásticamente la energía eólica marina y negocios similares, lo que aumentaría la rentabilidad.
Además, las ‘Big Oil’ tienen formas de hacer otras apuestas de alto riesgo y alta recompensa en energía limpia. Uno es a través del capital de riesgo. La OIES calcula que de las 200 inversiones recientes de las grandes petroleras, 70 han sido para proyectos de energía limpia, como redes de carga de vehículos eléctricos. En general, han sido pequeños por ahora.
Pero se sabe que BP planea construir cinco "unicornios" de más de US$ 1,000 millones en los próximos cinco años con el objetivo de proporcionar más energía con menos emisiones. Otra forma es respaldar la investigación y el desarrollo de tecnologías potencialmente innovadoras, como la energía eólica a gran altitud, cuya eficiencia de generación promete ganancias igualmente elevadas.
BlackRock y el oro negro
Aun cuando las grandes empresas se diversifiquen, el suministro de petróleo y gas será la base de su negocio durante décadas. Larry Fink, jefe de BlackRock, el administrador de activos más grande del mundo, reconoció esto en una carta a los directores ejecutivos globales el 14 de enero, incluso cuando predijo que el cambio climático causaría un giro significativo en el capital hacia inversiones sostenibles.
Sin embargo, las excusas para la falsedad se están volviendo más inconsistentes. Como dice Peter Parry de la consultora Bain, se ha convertido en "algo así como un mito" que el petróleo es una industria de alto rendimiento. A medida que los compromisos climáticos nacionales se vuelven más estrictos, los gobiernos podrían estar en pie de guerra.
UBS argumenta que puede ser necesario que los gobiernos “prohíban” los US$ 10 billones de inversiones en petróleo y gas para alcanzar el cero de emisiones netas para el 2050. No solo Repsol siente en qué dirección sopla la brisa. No hay mal que por bien no venga.