Hace una semana, pocas personas probablemente habían oído hablar de GameStop, el afligido proveedor de videojuegos. Los millennials pueden recordar haber visitado una de sus tiendas en su juventud; sus padres, quizás recuerden haberlos llevado. Pero hoy en día nadie puede decir no conocerla.
El precio de las acciones de la empresa se disparó de unos pocos dólares en el 2020, a más de US$ 350 el 27 de enero, transformando una empresa que estaba valorada en menos de US$ 200 millones en abril del 2020, en un peso mediano de US$ 24,000 millones.
Este meteórico ascenso ha sido noticia en todas las portadas, se ha estudiado detenidamente en la televisión financiera e incluso se ha debatido en los pasillos del poder. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, recibió muchas preguntas sobre el vertiginoso ascenso de la empresa en una conferencia de prensa y Jen Psaki, secretaria de prensa de la Casa Blanca, dijo que Janet Yellen, la secretaria del Tesoro, estaba vigilando de cerca los eventos.
¿Por qué tanto alboroto? Quizás porque la historia en sí es asombrosa. Tiene algo de sentido que GameStop valga más ahora que el año pasado. En agosto, Ryan Cohen, exjefe de Chewy, una tienda online de alimentos para mascotas, comenzó a acumular una gran participación de la empresa.
En noviembre Cohen se hizo accionista activo y escribió a la junta para instarla a invertir en comercio electrónico. A la junta le gustó su plan y le ofreció puestos a él y a sus antiguos colegas. A los inversores también les gustó. Para el 11de enero, su primer día como miembro de la junta, la participación de 12.9%, por la que había pagado unos US$ 76 millones, se había duplicado.
El resto, que lo ha convertido en un multimillonario de la noche a la mañana, es más confuso.
El frenesí ha sido impulsado, aparentemente, por los usuarios de r/wallstreetbets, un foro en la red social Reddit y que ahora tiene más de cuatro millones de seguidores. Estos inversores minoristas han acumulado acciones y han realizado apuestas apalancadas de que el precio de GameStop aumentará.
Algunos miembros del foro dan razones fundamentales, como la participación de Cohen, para justificar sus apuestas. Pero la mayoría expresa un deseo al estilo justiciero de darles una lección a los inversores dominantes de Wall Street, que habían rechazado a la compañía de videojuegos.
GameStop se había convertido en el blanco de los vendedores al descubierto, inversionistas que buscan ganar cuando el precio de una acción cae. Para ello toman prestadas acciones, las venden y luego las vuelven a comprar, idealmente a un precio más barato. Fue una operación popular: el valor total de las posiciones cortas en GameStop superaba la capitalización de mercado de la compañía a fines de enero. Los inversores minoristas querían que los vendedores perdieran dinero. Y lo hicieron.
Los optimistas operadores minoristas se animaron cuando los creadores de mercado que les vendieron sus apuestas se vieron obligados a protegerse contra el aumento de precios comprando acciones. Los vendedores al descubierto también se vieron obligados a comprar acciones tras sufrir pérdidas por un valor de varios miles de millones de dólares.
La enorme cobertura periodista sobre las acciones ha llevado a más inversores a sumarse.
GameStop fue la acción más negociada en Estados Unidos el 26 de enero. Sus volúmenes negociados en bolsa sumaron lo mismo que el de los cinco gigantes tecnológicos más grandes combinados. El precio de la acción se duplicó con creces al día siguiente. Y las masas también están apuntando a otras acciones con muchas posiciones cortas.
Los precios de las acciones de AMC, una cadena de cines, de Nokia y BlackBerry, que alguna vez hicieron populares los teléfonos móviles, también se han disparado.
En muchos sentidos, el furor parece casi tan notable como el movimiento en sí. Para los vendedores al descubierto que perdieron hasta la camisa, el alza en GameStop es muy importante.
Pero la mayoría de las carteras de los inversores probablemente no se vean afectadas por el precio de la acción. En cambio, la reacción, una ola de desconcierto, incluso de pánico, que se ha apoderado de Wall Street y que llega a quienes dirigen el país, habla de una inquietud mayor en el mercado bursátil estadounidense.
Durante meses, los inversores se han preocupado por una posible burbuja bursátil, con sus preocupaciones reflejadas en las cuantiosas valoraciones de las acciones tecnológicas y las vertiginosas alturas a las que se han disparado las acciones de Tesla, un fabricante de vehículos eléctricos.
La reciente exuberancia mostrada por los inversores minoristas es otra razón más para preocuparse. En un artículo de opinión de Bloomberg, Mohamed El-Erian, exjefe de PIMCO, un fondo de bonos, advirtió que el frenesí de GameStop es un preludio de una posible “volatilidad financiera a gran escala y disfunción del mercado”.
Powell, en cambio, estaba más tranquilo y señaló que las vulnerabilidades de la estabilidad financiera en general eran moderadas. Pero las acciones si fueron presas del miedo el 27 de enero. El S&P 500, un amplio índice de acciones estadounidenses, cayó 2.6%.
Los nerviosos inversores profesionales ahora tendrán que mantener un ojo en las masas y el otro en los riesgos más convencionales como el temor inflacionario o en ganancias corporativas vacilantes. A Apple le fue bien en el 2020, ayudado por el gasto pandémico en artículos electrónicos.
Pero los altos costos de la cadena de suministro afectaron las ganancias en Tesla, mientras que Facebook advirtió sobre los vientos en contra para su negocio publicitario.
La desaceleración en las ganancias de los gigantes del mercado de valores de Estados Unidos les daría algo real a los inversionistas por lo cual entrar en pánico.