Los elevados precios de los fertilizantes han hecho que agricultores de todo el mundo reduzcan tanto su uso como la cantidad de tierra que cultivan, a raíz del conflicto entre Ucrania y Rusia, que hace que algunos veteranos del sector agrícola adviertan de una probable escasez de alimentos.
Las sanciones occidentales a Rusia, uno de los principales exportadores de potasa, amoníaco, urea y otros nutrientes del suelo, han golpeado el comercio de estos insumos clave en todo el mundo. Los fertilizantes son fundamentales para mantener un alto rendimiento del maíz, la soja, el arroz y el trigo, y los agricultores se esfuerzan por adaptarse.
Brasil, una potencia del sector, ilustra la situación. Algunos agricultores están aplicando menos fertilizantes a su maíz y algunos legisladores federales están presionando para abrir tierras indígenas protegidas para la extracción de potasa. En Zimbabue y Kenia, los pequeños granjeros están volviendo a usar estiércol para nutrir sus cultivos. En Canadá, un agricultor de colza ya ha almacenado fertilizante para la temporada de 2023 en previsión de que los precios sean aún más altos.
Agricultores de otros países están tomando medidas similares. Reuters habló con 34 personas de seis continentes, entre ellas productores de cereales, analistas agrícolas, comerciantes y gremios agrícolas. Todos expresaron su preocupación por el costo y la disponibilidad de los fertilizantes.
Sólo en Estados Unidos, se espera que la factura de los fertilizantes se dispare un 12% este año, después del aumento de un 17% en 2021, según datos de la American Farm Bureau Federation y del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
Algunos agricultores están considerando la posibilidad de cambiar a cultivos que requieran menos nutrientes. Otros planean sembrar menos superficie. Otros dicen que simplemente emplearán menos fertilizantes, una estrategia que los expertos en cultivos predicen que perjudicará los rendimientos.
La producción está en mayor riesgo en los países en desarrollo, cuyos agricultores tienen menos recursos financieros para capear el temporal, dijo Tony Will, director ejecutivo de CF Industries Holdings, que tiene su sede en Illinois y es uno de los principales productores de fertilizantes nitrogenados.
“Mi preocupación en este momento es realmente la de una crisis alimentaria de alcance mundial”, dijo Will a Reuters.
El sábado, Perú declaró el estado de emergencia en su sector agrícola por el temor a la inseguridad alimentaria.
El decreto dice que las áreas sembradas han caído un 0,2% desde agosto debido al aumento de los precios de los fertilizantes, y que el volumen de grano que Perú importa para la alimentación animal también ha disminuido por motivos de costos. El Gobierno está elaborando un plan para aumentar el suministro de alimentos en el país.
Doble amenaza
Los precios internacionales de los fertilizantes ya eran altos antes de la invasión rusa del 24 de febrero, ya que los precios récord del gas natural y el carbón obligaron a algunos fabricantes a reducir la producción en un sector de gran consumo energético. Las ciudades ucranianas han sido asediadas por misiles, tanques y tropas en lo que Moscú ha denominado una “operación especial” para desmilitarizar el país. Rusia niega haber atacado a civiles en el conflicto.
Países occidentales respondieron con duras sanciones económicas a Rusia, mientras que Estados Unidos y la Unión Europea impusieron nuevas sanciones al presidente bielorruso Alexander Lukashenko, que ha prestado apoyo a la ofensiva rusa.
En conjunto, Rusia y Bielorrusia representaron el año pasado más del 40% de las exportaciones mundiales de potasa, uno de los tres nutrientes fundamentales usados para aumentar el rendimiento de los cultivos, informó este mes el banco neerlandés Rabobank.
Además, Rusia representó cerca del 22% de las exportaciones mundiales de amoníaco, el 14% de las de urea y cerca del 14% de las de fosfato monoamónico (MAP), todos ellos abonos importantes.
Las sanciones han interrumpido las ventas de fertilizantes y cultivos procedentes de Rusia. Muchos bancos y comerciantes occidentales evitan los suministros rusos por temor a entrar en conflicto con las cambiantes normas, mientras que las navieras no se acercan a la región del Mar Negro por motivos de seguridad.
Todo ello supone un doble golpe para el suministro mundial de alimentos.
Rusia y Ucrania son grandes productores de cereales. Juntos representan alrededor del 30% de las exportaciones mundiales de trigo y el 20% de las de maíz. Los envíos de grano a través del Mar Negro ya se han visto interrumpidos. La paralización de las entregas de estos dos países ha contribuido a estimular la galopante inflación alimentaria mundial. El Banco Mundial dijo la semana pasada que varios países en desarrollo se enfrentan a una escasez de trigo a corto plazo debido a su gran dependencia de las exportaciones ucranianas.
Pero la crisis de los fertilizantes es, en cierto modo, más preocupante, porque podría inhibir la producción de alimentos en el resto del mundo, algo que podría ayudar a compensar la escasez, dijo Máximo Torero, economista jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
“Si no se resuelve el problema de los fertilizantes, y el comercio de los mismos no continúa, entonces tendremos un problema muy serio de suministro de el próximo año”, dijo Torero a Reuters.
Brasil en riesgo
Brasil, el mayor exportador de soja del mundo, depende en gran medida de los fertilizantes importados, como la potasa, que representó el 38% de los nutrientes para los cultivos el año pasado. Rusia y Bielorrusia fueron el origen de la mitad de esos envíos.
Antes del conflicto entre Ucrania y Rusia, los agricultores brasileños ya estaban reduciendo la plantación de maíz debido al aumento de los precios de los fertilizantes. Es probable que el cultivo de soja también se vea afectado, ya que los productores se expanden más lentamente que en años anteriores, según Agroconsult, una consultora agrícola brasileña.
En el estado de Mato Grosso, en el centro-oeste del país, el agricultor Cayron Giacomelli dijo a Reuters que ya ha reducido el uso de fertilizantes en su actual siembra de maíz. Hará lo mismo cuando plante la soja a finales de este año, una medida que calcula que podría recortar su cosecha en al menos un 8%.
Giacomelli dijo que el fertilizante es difícil de conseguir y que algunos distribuidores no cerrarán las ventas hasta que los buques de carga atraquen en Brasil. Todavía se está lamentando por no haber cerrado una compra que estaba negociando justo antes de que Rusia invadiera Ucrania. “Me distraje y ahora estoy pagando más”, dijo Giacomelli.
Legisladores de los estados agrícolas brasileños, mientras tanto, están impulsando una ley que abriría las tierras indígenas en el Amazonas a la minería de potasa. A la medida se oponen miembros de la tribu local Mura, que afirman que la explotación minera dañaría el hábitat natural del que dependen. El proyecto de ley aún está en trámite en el Congreso.
En Zimbabue, las escasas y caras importaciones han obligado a cultivadores de maíz como Boniface Mutize a fabricar su propio fertilizante. “Mezclamos estiércol de vaca o desechos de pollo con zinc”, dijo.
Lo mismo ocurre en las zonas rurales de Kenia. La agricultora Mary Kamau dijo que ella también ha reducido las compras de fertilizantes comerciales y usa estiércol para abonar el café y los aguacates que cultiva en 12 acres en el condado de Murang’a. Le preocupan las consecuencias para su familia. “Si no obtengo una buena cosecha, no consigo buenos precios. Y eso me afectará durante los próximos dos años; no es sólo esta temporada”, dice Kamau.
Menos hectáreas y menos fertilizantes
En Estados Unidos, Mike Berry, quinta generación de agricultores en Nuevo México, tiene una preocupación similar. Recientemente pagó 680 dólares por tonelada de nitrógeno líquido para fertilizar su cosecha de maíz, un precio “exorbitante” que, según él, es un 232% superior al del año pasado.
Berry dijo que planea reducir sus plantaciones de primavera de maíz para la alimentación del ganado a unos 300 acres (121 hectáreas) desde los habituales 400 a 600 acres. Berry dijo que también aplicará un 30% menos de nitrógeno líquido, lo que podría reducir sus rendimientos en un 25%.
En resumen: “Vamos a producir menos”, señaló.
Esto podría parecer corto de miras si tenemos en cuenta que los precios de las materias primas han subido mucho en las últimas semanas. Pero el costo de los cultivos está superando los ingresos potenciales de muchos agricultores.
“Cada vez más, las decisiones de siembra no se toman en función de los fundamentos del mercado, sino de los costos de producción, impulsados por el precio y el suministro de fertilizantes”, escribieron decenas de legisladores estadounidenses en una carta enviada el 17 de marzo a la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos. Pretenden que se reduzcan los aranceles a las importaciones de fertilizantes procedentes de Marruecos y Trinidad y Tobago.
El agricultor estadounidense Don Batie describió el estresante proceso de conseguir suficiente fertilizante para la siembra de este año.
“Es una locura”, dijo Batie, que cultiva maíz y soja en 1.500 acres en Lexington. “Para cuando consiguen un precio y te lo cotizan, el precio cambia”.
¿Dónde comprar?
Asia también tiene problemas.
India, que importa fertilizantes para su enorme sector agrícola, recurre cada vez más a Canadá e Israel para sustituir sus suministros rusos.
Tailandia, por su parte, se enfrenta a la presión sobre su significativa cosecha de arroz. Rusia y Bielorrusia representaron alrededor del 12% de sus importaciones de fertilizantes el año pasado, según datos del gobierno tailandés.
Sin embargo, comprar en otros lugares podría resultar complicado, en parte porque los controles de precios locales de los fertilizantes están complicando a los importadores tailandeses mientras los precios del mercado mundial se disparan, según Plengsakdi Prakaspesat, presidente de la Asociación Tailandesa de Fertilizantes y Suministros Agrícolas.
“Si eres un comerciante y vas a perder dinero, ¿importarás más?”, dijo Plengsakdi.
El año pasado, China impuso restricciones a la exportación de fertilizantes para proteger a sus propios agricultores, ya que los precios mundiales se dispararon debido a la fuerte demanda y a los altos precios de la energía. Se esperaba que Pekín suavizara esas restricciones este año, lo que podría impulsar la oferta mundial, dijo Gavin Ju, analista principal de fertilizantes de la oficina de Shanghai de la consultora de materias primas CRU. Pero dijo que eso es menos probable ahora, con el mercado mundial sumido en el caos.
La preocupación por el aumento de la inflación y la prolongación de la guerra en Ucrania hace que algunos agricultores planifiquen con mucha antelación.
En Manitoba, Canadá, el agricultor de maíz y colza Bert Peeter acordó recientemente gastar más de 500.000 dólares canadienses en la compra del 80% del fertilizante que necesitará para 2023. Aunque los precios se están disparando, pensó que las cosas aún podrían empeorar
Esto “podría no terminar después de un año”, dijo Peeter.