“Ser un hombre gay en el Perú es agotador”, afirma desde el Reino Unido el epidemiólogo Mateo Prochazka, quien la pandemia del COVID-19 lo ha hecho la cara más visible de una amarga realidad hasta ahora en la sombra: la fuga de talento de la comunidad LGTBQ de Perú hacia países más tolerantes e igualitarios.
“Sabía que para tener la vida que quiero vivir y acceso a los derechos que creo que merezco por ser gay tenía que salir fuera, lejos de la estructura de estigma tan fuerte que tiene la sociedad peruana”, cuenta Prochazka, que trabaja en Londres para la sanidad pública británica.
Como Prochazka, son numerosos los científicos, ejecutivos y profesionales altamente cualificados que encontraron lejos de Perú una sociedad más amable donde poder expresar sin miedo su orientación sexual o identidad de género.
Así lo refleja de manera alarmante y abrumadora un estudio inédito y pionero en Latinoamérica, que concluyó que el 90% de los emigrantes peruanos LGTBQ es “visible” en sus países de residencia, cuando solo el 10% lo era en Perú.
En la investigación, realizada por la organización Más Igualdad y el despacho del congresista Alberto De Belaunde con el apoyo de la Embajada de Canadá en Perú, se entrevistaron a 761 personas, la mitad entre 26 y 35 años, y la gran mayoría con estudios universitarios completos (70%) y estudios de posgrado (40%).
“Mateo es brillante y hoy (en plena pandemia) podría ser un asesor del ministro de Salud, pero estos profesionales tienen derecho a ser felices y a tener un proyecto de vida que no esté en permanente riesgo”, afirma De Belaunde, del centrista y liberal Partido Morado.
Más del 80% manifestó que la ausencia de derechos LGTBQ en Perú fue un motivo de peso para emigrar a Europa (43%), Estados Unidos y Canadá (37%) y Suramérica (12%).
Sin pasaje de retorno
El dato más duro y crudo es que el 76% no piensa volver a Perú, un país donde hasta ahora no se ha aprobado ni una sola ley en favor de esta comunidad.
“Esto demuestra que la homofobia y la transfobia, además de ser un problema legal y moral, es un problema económico que quita competitividad a Perú. Hay mucho talento que podría desarrollarse aquí, aportar riqueza y generar conocimiento”, asegura De Belaunde.
En esa situación, Prochazka, de 32 años, se siente muy reconocido, pues la primera vez que caminó de la mano con otro hombre tuvo que ser fuera de Perú.
“En Perú no me sentía seguro para ir de la mano con mi pareja porque puede llevar a agresiones verbales o incluso físicas”, advierte Prochazka.
“En el Reino Unido vivo mi sexualidad de una manera muy abierta. En el trabajo todos saben que soy gay y no hay problema. No soy el único. También hay trans, bisexuales y lesbianas”, agrega.
Pese a que le reclaman que vuelva a Perú para ayudar a combatir la pandemia, esa opción es impensable ahora mismo para el mediático epidemiólogo, porque quiere seguir su “aprendizaje internacional” y, sobre todo, porque en Perú no podría ni siquiera formalizar una unión civil con su pareja.
“¿Cómo voy a mudarme a un país donde mi familia no existe como familia? Para mí es imposible. Ojalá las cosas cambien para mejor. La homosexualidad puede ser llevada de una manera digna y abierta, y uno puede contribuir a la sociedad siendo abiertamente, gay, lesbiana o trans”, sentencia Prochazka.
“Renacer” en Chile
Ni una suculenta oferta laboral convenció de regresar a Perú a Alessia Injoque, una mujer trans lesbiana que fue pionera en Chile en hacer su transición mientras ocupaba un alto cargo ejecutivo en Cencosud, una de las mayores cadenas de tiendas retail de Latinoamérica, que le apoyó en todo el proceso.
“Me ofrecían un mejor sueldo y un mejor cargo en Perú y lo rechacé, solo porque estaba transitando y no tenía ninguna esperanza de que mi tránsito fuese bien recibido en la empresa. Sabía bien que en Perú no hay leyes que me protegieran ni me dieran espacio para realizarme como soy”, relata Injoque.
“Al menos en Chile sentía más posibilidades de ser aceptada y de que al menos no me despidieran. Cuando se lo conté a mi jefa, me apoyó en todo el camino. Hubo un esfuerzo de la organización para que siguiese trabajando incluso con más responsabilidades”, recuerda.
Para dar ese paso fue clave que “la sociedad chilena ha ido cambiando su percepción sobre la diversidad, y ya hay una ley de identidad de género y la gran mayoría está a favor del matrimonio igualitario”, algo que Injoque, nieta del escritor peruano Ciro Alegría, no ha visto que se haya dado en Perú.
“Siempre digo que nací en Perú y volví a nacer en Chile”, añade esta ingeniera industrial de 39 años, de los que casi 19 los ha pasado en Chile, donde ahora está dedicada al activismo y forma parte del Partido Liberal tras haber presidido la Fundación Iguales.
“El hecho de transitar en Chile y ser aceptada con cariño ha hecho que este sea realmente mi hogar. Tengo una polola (novia) y ya eché raíces aquí”, concluye.
Matrimonio en México, nada en Perú
En este particular exilio ya lleva más de quince años el economista Óscar Ugarteche, fundador del Movimiento Homosexual de Lima (Mhol), al que recientemente el Tribunal Constitucional de Perú le denegó su solicitud para que el Estado peruano reconozca su matrimonio contraído en México con Fidel Aroche.
“El Perú está instalado en la primera mitad del siglo XIX, o en la última parte del siglo XVIII. En términos de mentalidad se quedó atascado por la influencia de la Iglesia católica”, lamenta Ugarteche, investigador titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Para el economista de 72 años, ser la primera generación en reclamar los derechos de los homosexuales y denunciar su discriminación en Perú le salió caro.
“El primer costo fue desaparecer del mundo político en el año 90 y el segundo no lograr una plaza fija de profesor universitario”, rememora Ugarteche, quien partió rumbo a México en el 2005 con una delicada situación económica.
“A pesar de que México es una sociedad cerrada, es muchísimo más abierta que la peruana. Solo las sociedades árabes son más cerradas. Ni Bolivia, que antes se decía que era lo más cerrado por ser un país andino”, agrega.
Lo dice con la envidia sana de ver como la Justicia boliviana reconocía por primera vez un matrimonio entre dos hombres pocos días después de que a él se lo negasen en Perú.
“¿Volver a vivir en Perú? No hay manera. En Perú soy una persona indefensa. Soy muy visible y no tengo a nadie ni nada que me ampare. No me dan ganas de regresar a vivir a un país que está en el siglo XIX”, reitera Ugarteche, quien insta a las nuevas generaciones a luchar para poner a su país en el siglo XXI.
En ese sentido, De Belaunde advierte que Perú requiere con urgencia un Estado donde todos ejerzan su libertad y confirmen su dignidad sin ser víctimas de machismo, racismo, clasismo, homofobia, transfobia o xenofobia. “Perú se ha quedado a la zaga de Suramérica. Si no nos ponemos al día, la fuga de talentos seguirá”, concluye.