Pocos meses antes de la llegada del invierno boreal, el mundo se encuentra inmerso en una crisis energética que preocupa desde el Reino Unido hasta China y cuyas causas son múltiples.
Catástrofes climáticas, infraestructuras paralizadas, la rápida recuperación económica tras la pandemia... Una acumulación de factores provocó un aumento espectacular del precio del gas y cortes de luz en China e India, entre otros problemas.
Precio del gas disparado
La tensión entre una fuerte demanda del gas, también utilizado en centrales eléctricas, y una oferta limitada provocó un aumento espectacular del precio de este combustible fósil, tras años de bajadas.
La demanda del gas se mantuvo elevada a lo largo del 2021 debido a la recuperación pospandemia, tras un largo invierno en Asia y América del Norte seguido de las elevadas temperaturas en Asia y una sequía en Brasil.
China, Japón y Corea del Sur fueron grandes consumidores durante los nueve primeros meses del año.
Las reservas de gas están casi agotadas en Europa, en un momento en que la energía eólica produce menos electricidad por motivos meteorológicos.
Estados Unidos también sufre el mismo problema y la energía hidráulica no sirve para compensarlo.
Este aumento del precio del gas también catapultó el del petróleo, que recuperó su nivel del 2014 tras haberse hundido con la crisis del COVID-19.
Cortes de luz en China e India
Los cortes de luz provocaron cierres de fábricas en China, que aumentó la producción en decenas de minas de carbón para alimentar sus centrales eléctricas.
India, donde el 70% se obtiene gracias al carbón, también sufrió cortes de luz, favorecidos por las inundaciones que hubo en sus propias minas.
El aumento del precio del gas hizo que algunos países europeos apostaran por el carbón.
“Esta tendencia hubiera sido más pronunciada sin el aumento de los precios de cuotas de emisiones de carbono en el mercado europeo”, indicó la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Impacto social e industrial
Este aumento de los precios de los combustibles fósiles tiene, en primer lugar, un impacto social.
Los precios de la luz alcanzaron niveles inéditos en Europa desde hace una década, llegando a superar los 100 euros por megavatio, según la AIE. En España o Alemania, se multiplicaron por tres o incluso por cuatro.
Pero también tiene un impacto industrial y económico. En Francia o Reino Unido, las empresas que necesitan más energía se encuentran en estado de alerta.
“El mundo conoció otras crisis energéticas”, recuerda Marc-Antoine Eyl-Mazzega, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).
“Pero esta resulta bastante inédita, ya que también afecta los metales y los precios agrícolas, lo que podría fomentar una espiral inflacionista preocupante”, añade.
¿Cómo afectará el invierno boreal?
¿Cómo afectará la llegada del invierno en el hemisferio norte a esta crisis energética?
“El factor clave será la meteorología. No solo en Europa, sino también en Asia y Rusia”, explica Massimo Di-Odoardo, vicepresidente de la asesoría Wood Mackenzie.
“En condiciones invernales normales en el hemisferio norte, las reservas llegarán al 78% de su capacidad antes de finales de octubre”, agrega.
“Un aumento de la producción británica y noruega y las exportaciones procedentes de Argelia y Azerbaiyán deberían aumentar la oferta respecto a este verano”, añade.
Y después del invierno...
Aunque esta crisis tiene una parte coyuntural, según los expertos, se produce en un “momento clave” de la transición energética.
De hecho, “debilita esta transición, ya que siempre estamos con un pie en el mundo de ayer y con solo una mano que palpa el mundo de mañana, lo que muestra que aún no estamos suficientemente implicados en este cambio”, afirma Eyl-Mazzega.
El gobierno británico anunció recientemente su objetivo de producir toda su electricidad sin carbono en el 2035, gracias a las energías renovables y a un 20% de nuclear.
“La situación actual recuerda a los gobiernos la importancia de disponer de una energía segura y asequible, sobre todo para los más vulnerable”, indica Fatih Birol, director de la AIE. “Una transición bien gestionada resulta mucho más una solución que un problema”, asegura.