Hace 500 años, Hernán Cortés emprendió la conquista de México. Hace 80, el Gobierno de Lázaro Cárdenas abrió las puertas mexicanas a los españoles que huían del fascismo. Este año también debió haber sido celebratorio para los negocios españoles: en 1989, la mayor compañía de telecomunicaciones de ese país, Telefónica, realizó su primera incursión en América Latina con la compra de una firma chilena, desatando un flujo de inversión española hacia la región conocido como “reconquista”.
Pero este ha sido un año de protestas y caos económico. Dice mucho que 30 años después de haber plantado la bandera, Telefónica haya decidido reducir sus pérdidas en las antiguas colonias hispanas y quizás vender sus negocios allí. Su valor de mercado se ha reducido casi la mitad en los últimos cinco años, hasta € 35,000 millones (US$ 39,000 millones), y su deuda neta suma € 38,000 millones. Al igual que otras compañías globales de telecomunicaciones, enfrenta el reto de ofrecer mayor velocidad inalámbrica y otros servicios digitales.
Su nueva estrategia, anunciada el mes pasado, contempla un reenfoque en cuatro mercados —España, Brasil, Alemania y Reino Unido— y la creación de negocios digitales y de infraestructura separados. Pero lo más significativo es la posible venta de sus negocios en Argentina, Chile, Colombia, México, Perú y otros países hispanoamericanos, que representan el 21% de sus ingresos.
La venta de estas empresas, que levantaría € 13,000 millones o más, representa un viraje histórico que resonará en los directorios de España, pues al igual que Telefónica, hay bancos, empresas de energía y de otros sectores que tienen motivos para sufrir ante la desaceleración y la volatilidad cambiaria del otro lado del Atlántico. Para algunas, América Latina ya no es tierra de oportunidades sino una incomodidad.
Cuando los países de la región comenzaron a liberalizar sus economías, a fines de los años 80, España necesitaba globalizarse, pero pocos europeos creían que podría lograr su objetivo de servir de puente hacia América Latina. Unas décadas después, se había convertido en el segundo inversionista extranjero allí, detrás de Estados Unidos. Sus empresas tienen inversiones por € 156,000 millones.
El idioma común, así como el entendible portuñol en Brasil, les permitieron operar servicios en lugares donde telecomunicaciones, banca y servicios públicos estaban muy atrasados. Las ganancias generadas en América Latina durante el boom de los commodities les posibilitaron atravesar la crisis financiera de 2008-09.
Pero esa es solo la mitad de la historia. Tras perder la licitación por Telmex en 1990 —el monopolio que convirtió a Carlos Slim en uno de los hombres más ricos del mundo—, Telefónica comenzó a pagar en exceso, desembolsando más de € 140,000 millones, una fortuna si se compara con lo que hoy valen esos activos. No obstante, el recorrido ha sido una montaña rusa.
Desde la crisis mexicana de 1994-95, pasando por megadevaluaciones y agitación política en Brasil y Argentina, hasta la dictadura izquierdista en Venezuela, los inversionistas españoles han tenido un curso intensivo en manejo de desastres. Quizás la que sufrió más es Repsol. En el 2012, los peronistas argentinos expropiaron su participación en YPF, la petrolera estatal. Solo fue indemnizada parcialmente por los casi US$ 16,000 millones que pagó en 1999. Recientemente, ha tenido dificultades para proveerse de crudo en Venezuela y México.
Incluso sin crisis, el día a día ha sido una lucha. BBVA y Santander han usado sus subsidiarias latinoamericanas para compensar las tasas de interés de 0% en Europa, y no tienen planes de salir. Pero México, donde BBVA es el mayor banco, está coqueteando con la recesión. Los ingresos, retornos y flujos de efectivo de Telefónica en Chile, Colombia y Perú han caído debido a la entrada de nuevas competidoras que priorizan la participación de mercado y no la rentabilidad.
No obstante, la retirada española todavía no es generalizada. Las medidas que adopte Telefónica podrían ser una combinación de venta de activos, como lo está haciendo en América Central, y formación de alianzas, como hizo hace poco en México para utilizar la red de AT&T, a fin de reducir pérdidas; aunque quizás venda todo para recortar sus pasivos más rápidamente. Su decisión de permanecer en Brasil, de lejos su mayor mercado, sugiere que su nuevo mantra es “enfoque”.
Otras empresas españolas han realizado cálculos similares: BBVA para concentrarse principalmente en México y Santander, en Brasil. A medida que la presión aumenta para que los bancos se adapten a la era Fintech, y para que empresas energéticas como Repsol e Iberdrola reduzcan sus emisiones de carbono, el enfoque tiene más sentido que la construcción de imperios.
Hasta Cortés se vio obligado a aplicar una retirada táctica en 1520, en la llamada Noche Triste. Telefónica está viviendo su propia noche triste, pero si su retirada es más que táctica, otras podrían imitarla.