Desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prohibió a Huawei Technologies Co. —el fabricante chino de dispositivos electrónicos— utilizar tecnología estadounidense sin el consentimiento explícito del gobierno, me he preguntado si Huawei puede producir un teléfono similar sin partes o software precargado estadounidenses.
No es simple curiosidad: mi teléfono actual es Huawei y me gusta lo suficiente —principalmente por su cámara superior, fabricada en cooperación con la alemana Leica Camera AG— para no querer cambiar de marca cuando sea hora de cambiar de dispositivo.
En cierto modo, estoy metido en el juego: quiero que Huawei siga fabricando teléfonos sin importar lo que pase a continuación en la guerra comercial entre China y EE.UU. o las preocupaciones de seguridad nacional sobre la compañía que pueda tener el gobierno estadounidense.
Kyle Wiens, fundador y director ejecutivo de iFixit, una empresa que prepara manuales de reparación de dispositivos electrónicos y aboga por el derecho de los usuarios a reparar es, en mi agenda, una de las mejores personas a las que se le puede preguntar algo como esto.
IFixit desarma varios dispositivos para entender cómo pueden ser reparados, así que ha manejado todas las partes de los teléfonos modernos y saben dónde fueron hechas.
Wien piensa que se puede fabricar un teléfono sin ninguna tecnología estadounidense. Debería ser posible obtener todas las partes de China, Japón, Corea del Sur y Taiwán, pero algunas de ellas serían inferiores, según Wien. "El desafío sería permanecer en la vanguardia absoluta", dice. "En algunos aspectos, estará algunas generaciones atrás".
El mismo problema afectará a cualquier productor que use la versión de código abierto del sistema operativo Android, en lugar de uno proporcionado por la empresa matriz de Google, Alphabet Inc. "Funcionará, pero será difícil seguir innovando", asegura Wien.
Cuando iFixit desarmó el teléfono más representativo de Huawei, el P30, no encontró muchas partes fabricadas por compañías estadounidenses, aparte de un módulo de radio de Skyworks Solutions Inc., con sede en Massachusetts (los chips de radio son un área en la que las compañías estadounidenses vencen a la competencia).
Pero, por supuesto, las prohibiciones a las exportaciones estadounidenses no involucran únicamente los productos de las compañías estadounidenses. Como escribió la firma jurídica Akin Gump, cualquier cantidad de trabajo estadounidense en un producto tecnológico puede ponerlo dentro del alcance de las regulaciones de EE.UU.
Eso obliga incluso a las compañías fuera de EE.UU. a ser mucho más cuidadosas a la hora de suministrar cualquier cosa a aquellas que se encuentran en la amenazante "lista de entidades".
El año pasado, cuando a ZTE Corp, otra compañía china de tecnología, se le prohibió utilizar tecnología estadounidense, la compañía taiwanesa de semiconductores MediTek Inc., que en teoría sería una fuente alternativa de componentes, se consideró afectada por la prohibición y decidió pedir una autorización de exportación.
En el caso de Huawei, ARM Holdings Plc, la diseñadora de chips con sede en el Reino Unido, informó a su personal el mes pasado que tendría que abandonar todos sus proyectos con Huawei por las restricciones de EE.UU.
Huawei es uno de los pocos fabricantes de teléfonos que utiliza sus propios procesadores —los chips Kirin, fabricados por la división de Huawei HiSilicon—, pero los chips incluyen tecnología licenciada de ARM. De terminarse la cooperación, Huawei tendría que dejar de utilizar la tecnología en cualquier procesador que diseñe.
Huawei, sin embargo, parece haber estado trabajando para minimizar el riesgo. "Definitivamente los vemos usar más cosas propias", asegura Wien. Se espera que el nuevo procesador de la compañía, el Kirin 985, no se vea afectado por la prohibición de EE.UU., sin importar cuán cautelosa sea ARM.
En cuanto a su sistema operativo propio, Hongmeng, probablemente se trata de un fork de Android, construido a partir de una versión de código abierto del sistema operativo de Google. A Google le preocupa la seguridad de sus usuarios, pero probablemente también le preocupa la competencia de una versión China independiente de su sistema dominante a nivel global.
Huawei ya está trabajando para registrar la marca y está invitando a los desarrolladores de aplicaciones a ofrecer sus aplicaciones en su App Gallery, de modo que estén disponibles para los usuarios de Huawei si la compañía ya no puede preinstalar la Play Store de Google.
Aunque el camino de Huawei hacia la independencia de la tecnología estadounidense ciertamente no será fácil, y se tendrá que hacer sacrificios, estoy razonablemente seguro de que para cuando mi teléfono deje de funcionar, Huawei tendrá un reemplazo decente, incluso si una cantidad limitada de chips en él sea inferior a los productos estadounidenses y el software requiera más personalización que la versión de Google. Como muchos usuarios de Android, me gusta revisar todos los detalles, así que ese no será un problema.
Dado el agresivo uso por parte de Trump del alcance extraterritorial de la legislación estadounidense, el mundo necesita alternativas a la omnipresente tecnología de EE.UU. Estas tecnologías son costosas y riesgosas de desarrollar, y puede que no estén a la altura por un tiempo, así que las compañías no empezarán a trabajar en ellas hasta que se sientan amenazadas.
No me hace gracia que Huawei, una compañía respaldada por el gobierno comunista de China, sea la primera en verse obligada a seguir ese camino riesgoso pero que vale mucho la pena. Sin embargo, nadie más ha sido atacado hasta ahora, así que Huawei hará el primer movimiento.
Eso lo hace interesante para usuarios como yo, a quienes les gusta probar cosas nuevas y les desagradan los monopolios. En cierto modo, lamentaría que Trump diera marcha atrás: eso probablemente extendería en status quo.
Por Leonid Bershidsky