La posible venta del Liverpool Football Club confirma una verdad incómoda: nadie gana dinero con un club de fútbol, solo se beneficia de su venta.
Fenway Sports Group Holdings LLC, que también es propietario de los Boston Red Sox de la Liga Mayor de Béisbol y de los Pittsburgh Penguins de la Liga Nacional de Hockey, está estudiando la venta del equipo inglés. El Liverpool podría venderse en más de US$ 5,000 millones, según informó Bloomberg News, citando la estimación de un analista.
Un acuerdo de esa envergadura representaría un increíble retorno sobre los £ 300 millones (US$ 345 millones) que pagó FSG en el 2010. Pero sin una venta, el Liverpool sería una inversión bastante pobre.
El Liverpool es un club mejor administrado que la mayoría, con un estricto control de sus costos. Pero en más de una década de propiedad de FSG, el equipo solo ha obtenido una ganancia acumulada de £ 27 millones, lo que representa un retorno anualizado de solo el 0.8%, una cifra ínfima bajo cualquier punto de vista. Si se asume la reinversión de los dividendos, el S&P 500 ha dado un retorno del 13% anual a los inversionistas durante el mismo período.
De modo que para generar algo parecido a un retorno significativo, hay que vender el equipo. Por eso cambian de manos con tanta frecuencia: la mitad de los equipos actuales de la Premier League inglesa tienen propietarios diferentes a los de hace una década. Los clubes se venden con la promesa de obtener mejores ganancias mañana, en lugar de basarse en la estabilidad financiera actual.
Incluso la familia Glazer, que durante mucho tiempo fue objeto de oprobio por parte de los aficionados cuando era propietaria del Manchester United Plc, ha obtenido un retorno promedio en efectivo de solo un 5% al año desde que tomó el control en el 2005. Y más de la mitad de esa cifra proviene de la venta de acciones.
Esto se debe a que las ganancias están estrechamente ligadas al desempeño en la cancha, un punto que el Liverpool demuestra muy bien. Sus años más rentables bajo el mando de FSG fueron el 2018 y 2019, cuando llegó a la final de la Liga de Campeones en años sucesivos, ganando la segunda vez.
En los años posteriores, aunque perjudicado por la pandemia de COVID-19, le ha costado obtener ganancias y no ha invertido tanto en su plantilla. En parte como consecuencia de esa falta de inversión, el equipo ha tenido problemas de desempeño este año, y parece estar fuera de la carrera por el título y corre el riesgo de no clasificar para la Liga de Campeones del próximo año.
La efímera Superliga Europea habría eliminado ese tipo de ciclo de auge y caída al adoptar un modelo más estadounidense. Los mismos equipos habrían participado todos los años en la máxima competencia paneuropea, asegurando ingresos estables y predecibles.
También se había previsto introducir un tope a los sueldos para contener los crecientes costos salariales. Es un cambio que atraía a los propietarios estadounidenses del Liverpool, el Manchester United y el Arsenal. Ahora que esa idea está fuera de la mesa, la perspectiva de estabilizar los ingresos debe haber parecido bastante sombría.
Pero entonces Todd Boehly y Clearlake desembolsaron £ 4,300 millones a principios de este año para comprar el Chelsea FC. De pronto, el momento de la venta del Liverpool parece propicio.
Aunque las ganancias futuras parecen más complicadas que cuando la Superliga todavía era una posibilidad realista, las valoraciones han subido a la estratosfera: el Chelsea atrajo a otros seis postores. Entre el efecto de empuje de la desaparición de la Superliga y el efecto de atracción de la alta valoración del Chelsea, el presidente del FSG, John Henry, debe considerar que tiene sentido una venta.
Hay quienes no están tan motivados económicamente, como los propietarios estatales del Newcastle United FC, el Manchester City FC y el París-Saint Germain, cuyos Gobiernos se benefician del halo de ser propietarios de un equipo internacional y se considera que están “lavando el deporte”, con un historial de derechos humanos menos que estelar en su país.
Por lo demás, el problema siempre va a ser lo que ocurra después. Los nuevos propietarios del Chelsea son una empresa de capital privado que seguramente, en algún momento, también buscará una salida. Mientras persista la actual estructura de auge y caída, los equipos de fútbol europeos estarán siempre a merced de los propietarios que busquen el siguiente comprador.
Por Alex Webb