En los últimos cuatro años, Lucas Joppa, jefe de medio ambiente de 37 años de Microsoft Corp., se dislocó y se fracturó un hombro, se separó el otro, se fracturó la muñeca derecha y también se fracturó el pulgar izquierdo. A principios de mayo estaba bastante seguro de que su pulgar derecho estaba roto, pero su cirujano de la mano dijo que era un ligamento desgarrado. No es que sea torpe o imprudente –calcula que, dada la cantidad de tiempo que pasa en una bicicleta o esquís, su “tasa de error” es de aproximadamente 0.08%–, es solo que tiene una tendencia a no mirar antes de saltar.
Es esta tolerancia al riesgo– y la caída– lo que lo hace muy adecuado para la tarea sin precedentes que le espera. En enero, Microsoft se comprometió a ser carbono negativa (eliminar más carbono de la atmósfera de lo que emite) para el 2030 y a gastar US$ 1,000 millones en un fondo de inversión climática, en gran parte destinado a reforzar la tecnología de eliminación de carbono, un campo incipiente con muchas grandes ideas pero solo un puñado de empresas que las están probando. Fue una declaración de intenciones más que un plan concreto. En este momento, nada de eso es posible. Joppa y sus colegas son muy conscientes de que no pueden esperar para actuar hasta que todo esté seguro. El fondo planea anunciar su primera inversión a finales de este año.
“Salto mucho y a veces me caigo. Es lo que pasa. Hay que estar dispuesto a aceptar el riesgo”, dice Joppa. El truco, agrega, es omitir los saltos que podrían matarlo si salen mal. “Estoy aportando ese enfoque a todo”.
Para evitar el desastre climático, el Panel Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas proyecta que el calentamiento global debe mantenerse por debajo de 1.5°C. Ya está en 1.16°C. Incluso el escenario previamente inimaginable que estamos viviendo ahora (confinamientos mundiales para detener la pandemia de COVID-19) no está reduciendo la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. El calentamiento global no se ha desacelerado, y Joppa y muchos otros dicen que probablemente no lo hará sin la rápida adopción de la tecnología de succión de carbono que apenas existe.
Un jueves de abril por la mañana, Joppa inicia sesión en su computadora para dirigirse a una videoconferencia de 16 personas que ayudarán a determinar cómo y si Microsoft puede cumplir con uno de los objetivos de reducción de carbono más ambiciosos establecidos por cualquier empresa.
“Tenemos mucho que hacer, no mucho tiempo para hacerlo”, le dice al grupo.
En la llamada participan compañeros de trabajo de su grupo de sostenibilidad, funcionarios de finanzas y desarrollo empresarial que considerarán oportunidades de inversión y expertos en la gestión de la red global de centros de datos de Microsoft. A ellos se unen ejecutivos y científicos del clima de Carbon Direct, una empresa de consultoría que ayudará a Microsoft a desarrollar un plan a 10 años para llegar al carbono negativo.
“Podríamos pagar por esto, pero si solo se usa el dinero para resolver los problemas, eso representa una extrema falta de autoconciencia”
Elizabeth Willmott, experta en carbono de Microsoft, establece los requisitos de la compañía para compensar sus emisiones: quiere comprar el acceso a un menú de técnicas de eliminación de carbono que incluyen la plantación de bosques de algas marinas y máquinas que extraen carbono del aire y lo almacenan bajo tierra. Está buscando opciones duraderas y verificables. Ah, y Joppa quiere hacer esto a bajo precio, pagando a las compañías US$ 20 por tonelada, una fracción de lo que muchas de las opciones cuestan actualmente. No es que Microsoft no tenga el dinero para opciones más caras. Por el contrario, uno de sus objetivos clave es forzar la innovación que permita a los precios bajar a un nivel que otros –sin la pila de efectivo de US$ 137,600 millones de Microsoft– puedan permitirse.
“A menudo me refiero a nuestro fondo de innovación climática como el fondo de autoconciencia. Podríamos pagar por esto, pero si solo se usa el dinero para resolver los problemas, eso representa una falta extrema de autoconciencia de la capacidad de todos los demás para hacerlo”, dice Joppa a los demás en la llamada.
El enfoque de Microsoft ha recibido elogios de los científicos del clima por su ambición. Pero la compañía también cuenta entre sus clientes a algunos de los peores emisores, gigantes de petróleo y gas como Chevron Corp. y Exxon Mobil Corp., a quienes les vende software y equipo que usan para aumentar las extracciones de petróleo y gas. Un informe del 19 de mayo de Greenpeace denunciaba a Microsoft y Amazon.com Inc. por sus “conexiones con algunas de las compañías petroleras más sucias del mundo, con el propósito explícito de sacar más petróleo y gas del suelo y al mercado más rápido y más barato”.
Microsoft está intentando contrarrestar esta incongruencia con ideas de eliminación no comprobadas, dice Nives Dolsak, profesora de ciencias de la sostenibilidad en la Universidad de Washington. “Su estrategia es: ‘contamos con tecnología incierta que reducirá el carbono del aire, y si funciona, nos permite poner cierto carbono adicional futuro en el aire’”, dice ella.
Joppa ha escuchado esta crítica antes. Es la mayor queja que Microsoft recibe sobre su estrategia climática. Las compañías de petróleo y gas deben ser parte de la solución climática y energética, dice. No tiene sentido cortar vínculos.
A medida que la compañía se lanza de cabeza a su plan, entre los muchos riesgos que debe considerar están la tecnología temprana y no probada y sus altos precios, dice Joppa, así como el rápido ritmo del cambio climático y la pequeña ventana para detenerlo. “Tenemos que salir y hacer algunas apuestas en tecnologías que no existen, en tecnologías demasiado caras y en mercados que no son lo suficientemente maduros”, dice. “Nunca serán lo suficientemente baratas, nunca serán escaladas lo suficientemente alto, y nunca serán lo suficientemente maduros a menos que un Microsoft entre en este momento y comience a presionar”.
Durante casi 11 años en Microsoft, Joppa ha trabajado para aplicar la potencia informática a los desafíos de la Tierra. Se le ocurrió IA para la Tierra en el 2016, un programa que otorga software a empresas que trabajan en proyectos ambientales. Cuando Microsoft decidió nombrar a su primer director ambiental en el 2018, los antecedentes científicos de Joppa y su capacidad para trabajar con empleados de diversas disciplinas lo convirtieron en la opción obvia, dice el presidente de Microsoft, Brad Smith.
Desde 2012, la compañía ha establecido impuestos para sus propias unidades de negocios por el carbono que emiten y destina los ingresos a comprar créditos de carbono y ejecutar programas de sostenibilidad, convirtiéndola en una de las primeras compañías en dar ese paso. La primavera pasada duplicó su impuesto interno al carbono y dijo que presionaría por políticas nacionales de fijación de precios del carbono.
Pero los clientes seguían pidiéndole a Microsoft que hiciera más, y los empleados también estaban presionando. En septiembre, su rival Amazon se comprometió a ser neutral en carbono para el 2040, y Microsoft sintió presión para intensificar su propio compromiso, dice Smith. En una reunión en noviembre, Joppa utilizó proyecciones nefastas del IPCC como una forma de mostrar la urgencia al director ejecutivo de Microsoft, Satya Nadella, y su equipo ejecutivo. El mundo puede emitir solo 420 gigatoneladas más de CO2 para tener un 66% de posibilidades de evitar un calentamiento catastrófico, explicó Joppa, y al ritmo actual está a solo una década de distancia.
Regresó con instrucciones para presentar una propuesta audaz. Junto con el departamento de finanzas, el equipo trabajó frenéticamente durante las festividades en las matemáticas detrás de la emisión de carbono negativa. “Una cosa era tener el objetivo. Otra cosa era saber si podíamos lograrlo”, dice Smith. La directora financiera, Amy Hood, comprometió US$ 1,000 millones para una idea que había tenido: el fondo de inversión climática.
Microsoft optó por un compromiso sin precedentes de limpiar todas sus emisiones directas y eléctricas desde su fundación en 1975 para el 2050. Su promesa de convertirse en carbono negativo para el 2030 incluye no solo las emisiones directas de sus edificios, sus centros de datos y su flota de vehículos del campus, sino también algo llamado emisiones de Alcance 3. Estas son más indirectas, más difíciles de calcular y mucho más grandes. Significa asumir la responsabilidad de la energía que usan los jugadores de videojuegos en Xbox, por ejemplo. Microsoft no cuenta el uso que hacen sus clientes de petróleo y gas de su software para perforación y exploración en el Alcance 3.
El personal que maneja las compras de Microsoft a los proveedores está trabajando en estándares para que esas compañías midan lo que emiten y planean agregar incentivos para estimularlas a mejorar. Microsoft también planea trabajar con los clientes sobre cómo pueden ser más ecológicos, lo que incluye ayudar a los clientes de petróleo y gas con programas de energía limpia, dice Joppa.
En los últimos años, más de 40 compañías tecnológicas han establecido objetivos para limitar las emisiones, pero los planes de Microsoft de ser carbono negativa para el 2030 y eliminar las emisiones históricas son los más agresivos. Solo hay un puñado de empresas que han dicho que serán carbono negativo dentro de 10 años, incluidas la fabricante de muebles Ikea y el proveedor de software de impuestos Intuit Inc. Panasonic Corp. dice que será negativa en carbono para el 2050. El emprendimiento de pagos Stripe Inc. ha comenzado a gastar US$1 millón al año para proyectos de emisiones negativas.
El fondo de inversión de Microsoft también es inusual, pero sus objetivos son similares a los de un fondo liderado por su cofundador Bill Gates, que sigue siendo asesor de la compañía y se ha reunido con Joppa y otros ejecutivos de Microsoft para compartir ideas. Gates es presidente de Breakthrough Energy Ventures, un fondo de US$ 1,000 millones con inversores como el fundador de Amazon, Jeff Bezos, el jefe de Virgin Group, Richard Branson, y Michael Bloomberg, fundador y propietario mayoritario de Bloomberg LP, propietaria de Bloomberg Green. Hay conversaciones en curso entre Microsoft y el fondo sobre posibles asociaciones en inversiones, dice Jonah Goldman, director gerente de Gates Ventures, una oficina de inversión privada para Gates. Ambas entidades comparten el entendimiento de que la eliminación de carbono es un tipo diferente de inversión, y es importante contar con compañías como Microsoft que respalden la tecnología que no es un obvio generador de dinero a corto plazo.
En las orillas de Howe Sound en Columbia Británica, un ventilador del tamaño de un camión de reparto absorbe carbono de la atmósfera. Es parte de una fábrica dirigida por una compañía llamada Carbon Engineering, y se considera uno de los más prometedores en el campo de la “captura directa de aire”, el segmento de la industria de captura de carbono que más se parece a la ciencia ficción. Gates fue uno de los primeros inversores en la empresa. Básicamente, los ventiladores o “inyectores” conectan el aire con productos químicos que se unen con el carbono y lo eliminan. En este momento es altamente ineficiente y costoso, con precios desde US$ 250 a US$ 1,000 por tonelada. Microsoft confía en que el precio baje y el volumen suba.
Otro emprendimiento de captura directa de aire, Climeworks AG, tiene sus ventiladores masivos instalados en Zúrich, donde el CO2 capturado se utiliza para cultivar plantas en un invernadero. Climeworks opera tres plantas, pero solo eliminan cientos de toneladas en un año. La industria es joven. De hecho, las tres compañías líderes juntas no pueden extraer 1 millón de toneladas de carbono del aire al año, mientras que se estima que los centros de datos del tipo que operan Microsoft y Amazon producen más de 300 veces eso.
“La captura directa de aire es como el cohete Saturno V para llegar a la luna”, dice Smith. “Si alguien puede perfeccionarla, cambiará la ecuación”. Otra técnica de eliminación de carbono es la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS, por sus siglas en inglés), que básicamente es cultivar plantas para absorber carbono y luego quemar esa biomasa para obtener energía y secuestrar las emisiones resultantes bajo tierra. La planta de energía más grande del Reino Unido, en North Yorkshire, tiene un proyecto piloto que utiliza la tecnología. Es el primer ejemplo de trabajo de BECCS, y captura menos de 1 tonelada de dióxido de carbono al día.
Cuando se trata de máquinas que eliminan con éxito el carbono de la atmósfera hoy, eso es todo.
Según la cuenta de Microsoft de sus emisiones, necesita comprar créditos para eliminar aproximadamente 2 millones de toneladas de CO2 el próximo año, y 6 millones para el 2030, a pesar de que las nuevas emisiones se reducirán en más de la mitad para entonces. También hay otras grandes empresas interesadas en comprar créditos para compensar sus pecados de carbono. Pero no habrá suficientes créditos tecnológicos de eliminación de carbono para que todos puedan compensar sus emisiones. En el corto plazo, Microsoft planea comprar más créditos de carbono natural que se destinen a cosas como plantar árboles antes de cambiar a tecnología.
En julio, Microsoft comenzará a solicitar ofertas para su negocio de eliminación de carbono. Su interés, junto con el de Stripe, Shopify Inc. y otros, debería ayudar a impulsar la inversión en nuevos proyectos, dice Deepika Nagabhushan, directora del programa de energía fósil descarbonizada en Clean Air Task Force, que está rastreando unos 26 proyectos potenciales de captura de carbono. Pero no hará la diferencia de la noche a la mañana. “Incluso si Microsoft anuncia hoy que van a comprar [una cierta] cantidad de créditos de un proyecto de captura directa, tomará un par de años para que un proyecto se desarrolle”.
Julio Friedmann, científico jefe de Carbon Direct, señala que la mayoría de los proyectos disponibles en BECCS y la captura directa de aire cuestan muchas veces el presupuesto de US$ 20 por tonelada de Microsoft. “Se puede hacer mucho con mil millones, pero no se puede crear una industria a escala de gigatón con mil millones de dólares, sin importar cuán inteligentes sean las inversiones”, dijo Friedmann, quien también es investigador en el Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia, en una entrevista.
El precio también es más bajo de lo que muchos expertos han modelado para el daño económico que probablemente causará cada tonelada de carbono.
Pero Joppa quiere usar el poder adquisitivo de Microsoft y sus inversiones para bajar el precio a un nivel que otros compradores puedan pagar. Si la tecnología de captura de carbono es algo que solo los Microsofts del mundo pueden pagar, le preocupa que el mundo no pueda contener el calentamiento.
Microsoft espera cometer errores, tanto en las inversiones como en las opciones de eliminación de carbono. Willmott, el experto en carbono del grupo, dice que la compañía quiere ser transparente sobre sus éxitos y fracasos para que otros puedan aprender de ellos.
El cierre inducido por el coronavirus ha hecho que Joppa esté más seguro de que se necesita una acción radical rápidamente. Las emisiones de CO2 han disminuido –aproximadamente el 8% del total estimado para el año nunca se emitirá–, según la Agencia Internacional de Energía. Aunque eso no es suficiente para hacer mella en el calentamiento general, la desaceleración ha conducido a un aire más limpio y cielos más despejados, y el confinamiento ha hecho del exterior un respiro bienvenido.
“Espero que haya algo duradero al respecto”, dice. “Le hemos dado a la gente ahora una experiencia con un planeta más saludable, y espero que sea difícil arrebatársela”.
Hay otro riesgo en todo este proyecto, por supuesto: que el tiempo se acabe. ¿Se puede lograr este plan en el tiempo que tenemos? “Más nos vale”, dice Joppa. “Estoy existencialmente preocupado por el costo del fracaso”.