Bernard Arnault, el hombre más rico del mundo, se ha convertido en diana de opositores a la reforma de las pensiones en Francia en una batalla en la que el consejero delegado del gigante francés del lujo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH) también es, a su pesar, símbolo involuntario de la lucha para aumentar la fiscalidad del capital.
El nombre y la imagen de Arnault no sólo estuvieron muy presentes en las pancartas y en los lemas de los manifestantes de la primera jornada unitaria de los sindicatos contra la reforma de pensiones del Gobierno del presidente francés, Emmanuel Macron, el pasado día 19, sino que han aparecido de forma recurrente en los debates políticos.
Algunos responsables de la izquierda política, en particular de La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, y de los ecologistas, utilizan al multimillonario francés como espantajo para criticar una reforma que, de salir adelante, retrasará la edad mínima de jubilación de los 62 años actualmente a 64.
Uno de los críticoss es el diputado de LFI, François Ruffin, autor en 2016 de la película “Merci patron” (“Gracias, patrón”) premiado por los Cesar francés como el mejor documental del año, dedicada a las consecuencias sociales de las deslocalizaciones de actividad de la compañía de Arnault.
Este mismo jueves en un programa político del canal France 5 dedicado a la reforma de las pensiones, Ruffin volvía a aludir al empresario para decir que mientras se van a exigir más esfuerzos a los trabajadores para la jubilación, los accionistas de las empresas del CAC-40 se embolsaron 200,000 millones en dividendos en 2022.
El pasado día 17, en un mitin contra la reforma de Macron de la coalición NUPES que reúne a los partidos de izquierda, la nueva secretaria general de los ecologistas, Marine Tondelier se refirió directamente a Arnault y dijo: “No queremos multimillonarios en Francia, queremos una Francia sin multimillonarios”.
“¿PARA QUÉ SIRVE UN MULTIMILLONARIO?”
“¿Para qué sirve un multimillonario?”, se preguntó retóricamente Tondelier, antes de responderse que ni para que una parte de la riqueza beneficie a los demás, ni para crear empleo. Además, reprochó Arnault haber pedido la nacionalidad belga para evitar a sus hijos pagar el impuesto de sucesiones.
Fue la revista Forbes la que a comienzos de diciembre designó a Arnault como el nuevo “número uno” de la lista de las mayores fortunas mundiales al superar a Elon Musk después de que los activos del iconoclasta empresario sudafricano sufrieran un bajón en bolsa al hacerse con el control de Twitter en una operación más que controvertida.
Según Forbes, Arnault y su familia, que son propietarios del 6.54% del capital de LVMH, la empresa de mayor capitalización del índice CAC-40 de la Bolsa de París (402,000 millones de euros este viernes), tenía entonces 188,600 millones de euros, frente a los US$ 174,700 millones de Musk, que en 2022 vio cómo su fortuna se reducía en más de US$ 100,000 millones.
Mientras el nuevo dueño de Twitter se vio penalizado entre otras cosas el pasado año por el descalabro de las tecnológicas, LVMH pudo capear la tormenta bursátil y en lo que llevamos de año ha ganado un 17%.
En los últimos diez años, el valor de la empresa francesa, que reúne marcas de prestigio como Louis Vuitton, Christian Dior, Guerlain, Céline, Kenzo, Guivenchi, Fendi, Chaumet, Tiffany o Loewe, se ha multiplicado por 4.7.
Una evolución que no hay razones para pensar que tenga que torcerse, si se observan los resultados de 2022, un año en el que LVMH consiguió un beneficio récord de 14,084 millones de euros, un 17% más que en el 2021, gracias a un nuevo techo histórico de sus ventas, con 79,184 millones, un 23% más.
Su capitalización bursátil prácticamente duplica la de la segunda mayor empresa del CAC-40, el grupo de cosméticos L’Oréal (204,000 millones de euros) y distancia todavía más al resto de los seguidores su competidor Hermès (179,000 millones), el gigante de la energía TotalEnergies (153,000 millones) y el fabricante de aviones Airbus (cerca de 113,000 millones).
Fuente: EFE