Editorial de Bloomberg
Una moneda moderna debe satisfacer las necesidades de una economía moderna. Sin embargo, de una forma considerable, el dólar estadounidense está fracasando: a medida que las monedas de todo el mundo se vuelven más fáciles de usar, el dólar está en peligro de quedarse atrás.
La Reserva Federal está trabajando correctamente para remediar esto, pero el Gobierno en general debe hacer más para garantizar que el dólar siga siendo competitivo, dentro y fuera de las fronteras del país.
En las últimas décadas, países que van desde el Reino Unido hasta China han introducido sistemas de pago que permiten a las personas realizar transacciones al instante, directamente desde sus cuentas bancarias y a un costo extremadamente bajo, con todos, desde amigos hasta la compañía telefónica. Según una estimación, esta transición a los pagos en tiempo real ha aumentado la producción económica mundial en US$ 78,000 millones al año, lo que significa cheques de pago más rápidos, transacciones más fluidas y, en general, un comercio acelerado.
Pero no ha sido igual en Estados Unidos. Menos del 1% de todas las transacciones se liquidan en tiempo real. Los sistemas de pago minorista más rápidos, como Venmo y Zelle, solo tienen usos o cobertura limitados. Las transferencias bancarias aún pueden tardar días en procesarse, con toda la frustración, los gastos y los riesgos que ello conlleva. Los pagos con tarjeta, si bien son relativamente cómodos, incurren en tarifas comerciales de hasta el 3%, lo que representa decenas de miles de millones de dólares al año en costos adicionales que finalmente pagan los consumidores.
Para darle el crédito, la Fed está tratando de abordar al menos una parte del problema: la “cámara de compensación automatizada” obsoleta del país, que procesa la mayor parte de los pagos en términos de valor —más de US$70 billones en el 2021— pero solo en lotes y durante horario comercial de lunes a viernes. A mediados del 2023, el banco central tiene la intención de lanzar un nuevo servicio llamado FedNow, que operará las 24 horas. Si tiene éxito, complementará y ampliará los servicios privados existentes, permitiendo una amplia gama de pagos instantáneos entre instituciones financieras, empresas y consumidores.
Hasta aquí todo bien. Pero el resto del mundo sigue avanzando.
Considere los pagos internacionales. Los Gobiernos pueden facilitar la confianza entre los bancos dentro de sus territorios, pero las cosas se complican más allá de las fronteras. Los pagos a menudo deben recorrer caminos intrincados entre los bancos que han establecido las relaciones correspondientes, lo que agrega retrasos, riesgos y gastos. Las soluciones alternativas como Wise o Western Union no solucionan el problema por completo. La tarifa típica de las remesas internacionales, por ejemplo, es de alrededor del 5%, lo que extrae miles de millones de dólares al año de las personas que envían dinero a familiares y amigos.
Una solución prometedora, tomada de las criptomonedas sería crear una verdadera forma digital de dinero en efectivo. Esto podría venir en varias formas, como versiones reguladas de monedas estables vinculadas a monedas fiduciarias o tokens emitidos directamente por los bancos centrales. Al igual que los instrumentos al portador, estos no requerirían confianza. Podrían intercambiarse en plataformas que trascienden las fronteras, haciendo que las transacciones internacionales sean rápidas, seguras y económicas. Entre otros, los bancos centrales de Australia, China, Francia, Singapur y Suiza han probado dichas plataformas, y el Fondo Monetario Internacional aboga por una versión más robusta para conectar los sistemas de pago en todo el mundo.
EE.UU. no ha estado completamente inactivo en este aspecto. La Fed ha estado explorando la posibilidad de un dólar digital y, hasta cierto punto, el emisor de la moneda dominante del mundo puede darse el lujo de esperar y aprender de la experiencia (y los errores) de otros. Dicho esto, los encargados de formular las políticas deben asegurarse de que EE.UU. ayude a dar forma a cualquier infraestructura de pago legítima que surja. Con ese fin, los reguladores deberían controlar las monedas estables, insistiendo en que cualquier token que pretenda valer un dólar esté respaldado por dólares reales. Y el Congreso debería otorgar a la Reserva Federal la autoridad para emitir una moneda digital del banco central si es necesario.
La próxima iteración del dinero tiene el potencial de beneficiar a miles de millones, mejorar el comercio mundial y ampliar el acceso a personas y lugares previamente marginados. EE.UU. no debería permitirse quedarse atrás de nuevo.