Los Juegos Panamericanos de Lima designaron como mascota a Milco, un personaje inspirado en un cuchimilco, como se conoce a las estatuillas de barro de las civilizaciones del Antiguo Perú cuyos brazos siempre están abiertos en una señal de hospitalidad y fraternidad hacia toda América durante esta cita.
Los cuchimilcos son propios de los pueblos que habitaron antiguamente la zona del norte de Lima, especialmente por el actual pueblo de Chancay, a 78 kilómetros de la capital peruana, donde en los yacimientos arqueológicos es común encontrar estas figuras enterradas de tamaños y decoraciones variadas.
Aunque no se sabe con exactitud el simbolismo de los característicos brazos abiertos, los especialistas apuntan a que eran amuletos para la fertilidad u ofrendas funerarias en forma de ídolos protectores y de culto de los ancestros.
La popularidad y carácter emblemático de estas figuras, que son reproducidas muchas veces en recuerdos para los turistas, sirven de inspiración para muchos artistas peruanos, como ocurrió con la diseñadora gráfica Andrea Medrano para crear a Milco.
A similitud de las estatuillas, Milco tiene una gran cabeza conforma de triángulo invertido adornada con una diadema que le cubre también la nariz y en los brazos lleva tatuados brazaletes con cenefas tradicionales de las civilizaciones precolombinas.
Milco fue elegido como mascota en una votación pública donde ganó a Wayqi, una veloz lagartija típica del desierto costero de Perú; y de Amantis, una flor de Amancaes, símbolo de la ciudad que también está en el logotipo de los Juegos, al ser una especie que solo aparece en los meses más húmedos del año, cuando los cerros limeños se cubren de neblina.
Milco toma la posta de Pachi, un erizo de 41 púas multicolores, una por cada país del movimiento olímpico de las Américas, que animó la cita precedente de los Juegos Panamericanos, celebrada en Toronto (Canadá) en el 2015.
Así Milco será la undécima mascota de la historia de los Panamericanos, una tradición que comenzó en 1979 en San Juan (Puerto Rico) con Coqui, una sapo común autóctono de la isla que llevaba con zapatillas deportivas y portaba la antorcha de los Juegos.
Le siguió Santiaguito en Caracas 1983, un león que rendía tributo a Santiago de León, el fundador de la capital venezolana, que fue sucedido cuatro años más tarde en Indianápolis (Estados Unidos) por Amigo, un papagayo de cresta amarilla y morada.
Para La Habana 1991 la mascota fue Tocopan, un rechoncho tocororo, ave endémica de Cuba, ataviado con su uniforme deportivo nacional y un sombrero de paja.
En Mar del Plata 1995, un animal acuático era por primera vez mascota de los Panamericanos con Lobi, un lobo de mar muy común de ver en las aguas del puerto de esta ciudad argentina.
Lorita y Pato fueron la primera pareja de mascotas de los Panamericanos en Winnipeg 1999, ella de plumaje rojo y él de verde con cresta multicolor.
Luego llegó Tito en Santo Domingo 2003, un manatí para crear conciencia sobre la vulnerabilidad de esta especie en peligro de extinción, presente en la cuenca amazónica y en buena parte de las Américas pero muy amenazada por la caza furtiva.
La tradición de mascotas animales fue rota en Río de Janeiro 2007 con Cauê, un radiante sol con forma humana que representaba el cálido clima de la ciudad carioca y cuyo nombre es un saludo de la lengua indígena amazónica tupí.
Hasta tres mascotas tuvo Guadalajara 2011 con Gavo, un agave azul originario de Tequila; Leo, un león que representó al escudo de Guadalajara; y Huichi, una venada rosada de Tapalpa, que también personificó al pueblo nativo huichol.
Ahí llegó el ya mencionado Pachi en Toronto 2015 para después ceder el protagonismo a Milco, probablemente la mascota con más historia de los Panamericanos, al remontarse sus orígenes al año 1200.